El extraño novio de Gaby
Sale
del salón unisex por segunda vez en la semana, con el tono rubio del verano y
el corte de moda retocado. Los bemoles de tener que estar siempre espléndida.
Como es usual, un par de tipos que pasan la ven, haciéndose los desentendidos.
Lo de siempre. Luego, una jovencita se la acerca, muy tímida, después de
haberla observado, decidiendo si hacerlo o no. No pasa de los quince y la
acompaña una amiga.
—¿Sos
Gaby, no? La de la tele. ¿Nos podemos sacar una foto con vos?
La
verdad, no tiene ganas. Pero acepta. Son las reglas del juego. De ese en el que
está metida, desde que habla del clima en el noticiero, con poca ropa, gran
sonrisa y mucha simpatía. Que sea Licenciada en Meteorología y Ciencias de la
Atmósfera no le importa a nadie. Los hombres la miran libidinosos y las mujeres
la juzgan implacables sobre la piel, el pelo, el cuerpo. Todo por las redes,
mientras dice la temperatura máxima y la mínima.
Las
chicas se sacan la foto con ella. Onda selfie,
con el celular. Sonríe a la cámara como si en verdad fueran amigas de toda la
vida. Siempre ha tenido un don para eso. Aparentar lo que no es.
Es
una celebridad sin quererlo. Le agobia estar en un trabajo tan básico, que no
le representa ningún desafío ni superación. Pasa más tiempo arreglándose que lidiando
con definir el pronóstico. Pero cada noche, los picos del rating en el
noticiero son cuando ella aparece. Tan altos como la novela de moda. Gaby, la
del clima. Una belleza pícara, compradora.
Frente
a las cámaras, cuando se observa en el monitor, no se reconoce. Esa chica alta,
delgada, estilizada, con toda la onda y la sonrisa más compradora de los
medios, no es ella. Literalmente es así. El cabello suyo no es rubio como se
ve, ni tiene realmente esos rulos. Esa mirada gatuna, aguamarina, proviene de
un color de ojos que tampoco le pertenece. Menos que menos, ha nacido con los
pechos que muestra un poquito cada noche. Como para subir la temperatura. O la
cola que todos miran con disimulo una vez que ella pasa.
Ni
siquiera se llama como le dicen. Es un simple nombre de fantasía, artístico,
que su primer productor le eligió porque suena bien y había que decirle de
algún modo.
Le
encantaría dejar todo eso y empezar a hacer lo que realmente le gusta:
investigar el clima de la atmosfera superior. Pero le pagan mucha, muchísima
plata por hacer muy poco. No es de cómoda o materialista que sigue. Una madre
internada por depresión, un hermano vago y dependiente, que entra y sale de su
adicción como en una calesita, demandan mucho dinero.
Antes
de despedirse de las chicas, una le pregunta, curiosa, lo que todos se
preguntan.
—¿Qué
le viste a tu novio Gaby? Es un queso.
Ella,
en vez de mandarla a la mierda como debería, se encoje de hombros y hace una
mueca tan cómplice como difusa. Y funciona. Las dos se ríen. Y se van creyendo que les ha contestado lo que
tienen ganas de creer.
Nadie
entiende por qué tiene el novio que tiene. A ella, que ha estado con todos los
chongos del momento en cuando comercial ha podido filmarse y no le han movido
el amperímetro en lo más mínimo. Pero con él sí pasa. Ángel es lo opuesto a
ella. Bajo, gordito. No es apuesto, no es entrador, ni seductor, ni simpático.
Todo lo contrario. El carácter es apocado, tímido. Es corto de genio y ni
siquiera besa bien.
Podría
tener a casi cualquier hombre al lado suyo, tratándola como una reina. Pero no
le interesa. Sigue escogiendo permanecer con él.
“Nena, qué haces
con ese tipo”.
Le dice, cada tanto, su representante. “Vos
estas para otra cosa. Un jugador de futbol, un actorcito. Alguien que luzca al
lado tuyo. Y si viene con quilombo, mejor que mejor”.
No
la entienden, piensa, porque no la conocen. No pasan más allá de lo que ven
pues, en el fondo, tampoco les interesa mucho comprenderla.
Él,
en cambio, es el único que le saca la ficha. Que la conoce como realmente es. Y
que la valora por eso, antes que las apariencias. Capaz, porque nunca la ve en
la tele.
Y
para ella, incomprendida desde siempre, cansada de mostrarse como no es, que
vive desde hace tiempo actuando un
personaje, eso vale oro. Nunca pensó que alguien llegaría a saber cómo es ella
en realidad. No es poco, en esa vida que tiene, que no le gusta y de la cual no
tiene el coraje para zafar.
En
un mundo de mentiras, sintiéndose ella misma parte de una, únicamente él sabe
la verdad. Por eso está con él. Porque para Gaby, ser entendida, ser vista como
lo que realmente es, le da más placer y la satisface aun más que ser idolatrada.