Un duelo aéreo muy desigual
Por Luis Carranza Torres
En la Guerra de Malvinas, durante la batalla del 1 de mayo de 1982 se produjo acaso el duelo aéreo más dispar e inesperado del conflicto. Fue entre Harriers ingleses y aviones aviones de entrenamiento T-34C1 Mentor de la Aviación Naval apostados en la Base Aeronaval Calderón, llegados del continente apenas tres días antes el 29 de abril.
Sobre las 9 de la mañana recibieron órdenes desde Puerto Argentino de interceptar un helicóptero que presumiblemente desembarcaba tropas inglesas en las proximidades de la capital. Se destacaron para ello tres aeronaves, que debieron utilizar todo el largo de la pista rudimentaria, por ir “pesados”, cargados con dos ametralladoras de calibre 7.62 mm y coheteras con siete proyectiles cada una.
Volaron siguiendo la línea de la costa hasta Puerto Argentino, iniciando luego un patrullaje hacia el noroeste de la capital, de unos 20 minutos. Al divisar un helicóptero que, por su color claro, no presentaba las características de los propios adoptaron una formación de ataque, una especie de triángulo levemente desfasado, con el líder adelante y los dos numerales atrás y aceleraron. Fue entonces cuando dos Harrier los atacaron desde detrás, con disparos de cañones de 30 milímetros.
En una entrevista años después el número 2 de esa formación, el por entonces, teniente de corbeta Daniel G. Manzella recordaría que:
“Luego de romper, miré hacia mi izquierda, y ahí ví al Harrier subiendo. Puse la proa de mi avión para perseguirlo, pero en un punto el Harrier –utilizando sus toberas de orientación de flujo- logró ponerse frente a frente conmigo. Nos cruzamos, yo subiendo y él bajando, sin tirarnos. Cuando estaba en el pico de una nueva tijera, ví a unos metros de altura una nube cumulus que parecía un buen lugar en donde enmascararme. Nos volvimos a cruzar, esta vez en un plano un poco más horizontal, y entré a la nube. El me perdió, y me quedé volando ahí dentro. En un momento me fijé y ví la sombre del Harrier que estaba también dentro de la nube. Salí de allí, y ví al otro T-34 con el otro Harrier haciendo exactamente lo mismo que nosotros, en otro cumulus cercano”.
Se hallaban en franca inferioridad de condiciones, el Turbo Mentor no era un avión de combate aéreo, y no podía maniobrar con tanto peso bajo las alas, porque volaba al borde de la pérdida, porque además le cambia la forma del ala. Si bien era útil para atacar un helicóptero, o un grupo de infantería en tierra, no lo era para maniobrar contra otro avión, y mucho menos contra un reactor de las prestaciones del Sea Harrier.
Los aviones de la armada tiraron sus cargar para ganar capacidad de maniobra. Lo apostaban todo, empezando por la propia vida, a la maniobrabilidad del avión ligero y a los disparos de una mini gun de 7.62 mm.
El tercero de los mentor se pegó a la superficie y logró evadirse hacia Borbón sin que los ingleses se enteraran que estaba. Cada Harrier atacó a un Mentor.
Era la lucha entre una performance de la Segunda Guerra (los Mentor) contra una de finales del siglo XX. Los Harrier contaban, además de un motor a reacción y prestaciones muy superiores, con sistema de telemetría, misiles, cañones automáticos. Frente a esto, los Mentor apelaron a movimientos defensivos, individuales, buscando poner esa brecha en contra de sus agresores. Las maniobras eran más rápidas, en espacios reducidos. Algo que un avión a reacción no podía equiparar por necesitar más espacio de maniobra y mantener una velocidad superior.
Como se supo luego, los ingleses estaban tan sorprendidos como los argentinos de haberlos hallado. Pensaban que se trataba de un avión a reacción tipo Macchi lo que mostraban sus radares, no de dos turbohélices.
No usaron sus misiles, por no ser blancos rentables en ese tipo de arma que, además, tenían una firma infrarroja mucho menor a la de un reactor. Por lo que intentaron derribarlos con ráfagas de sus cañones de 30 mm.
La escaramuza de resolvió estando en dos nubes distintas, a las que se habían introducido los Mentor tras sus maniobras defensivas. Y si bien los Harrier contaban con un radar que podían detectarlos allí, con un momento que el teniente de corbeta Manzella dejó de ver la sombra de mi oponente, salió de la nube, se “planchó” a la superficie del terreno y emprendió la vuelta a su base en isla Borbón sin que el Harrier lo detectara. El líder del grupo hizo igual.
Tapa de la Revista de la aviación naval Mach 1, reflejando el combate
Luego de eso, volvieron a la rutina de la próxima misión. No volvieron a tener otro cruce en el aire con enemigos, en las salidas de reconocimiento que hicieron.
No se repetiría por tanto ese tan particular y desigual combate en el cual, contra todo pronóstico, habían sobrevivido sin ningún derribo.
El piloto del Sea Harrier que atacó a Manzella era el lieutenant Mike Watson, quien luego de la guerra le envió en 1987 una carta contándole su versión de los hechos. Ambos se habían trabado en al menos en dos tijeras mientras se internaban en las nubes.
La carta terminaba diciendo: "Permítame decir que estoy muy feliz que Ud. haya sobrevivido a lo que para todos nosotros no fue una experiencia muy placentera, ¡y espero que para la próxima vez que nos encontremos sea con un vaso de cerveza en nuestras manos y no con el gatillo de un arma!".
Se encontrarían en el año 2000, cuando Manzella visitó Londres acompañando en visita oficial al jefe de Estado Mayor de la Armada Argentina. Se encontró con Watson en Waterloo Station. "Nos encontramos en la estación, nos abrazamos y bebimos cerveza durante dos horas, compartiendo experiencias y vivencias".
Ambos eran parte del combate aéreo más inusual de la guerra.
Fuentes:
Díaz, José Javier, “Borbón, una historia poco conocida” en revista Pucará defensa del 19 de octubre de 2021.
Blog Malvinas la
Guerra Aérea. El encuentro entre aviones T-34 Mentor de la Armada Argentina con
Sea Harrier británicos durante la Guerra de las Malvinas. 1 de mayo de 2017.
Cuenta en Instagram “argentina_at_war”.
Posteo del 13 de mayo de 2022.
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