Los cuadros de Roberto

 







Por Luis Carranza Torres

  

      La relación con lo pictórico le viene de lejos, de antes incluso que su relación con la palabra escrita. Un niño curioso se transformó luego, en lo profesional en un arquitecto y edificador, y en lo artístico en un escritor trotamundos y pintor de óleos y acuarelas. Actividades abonadas por la experiencia de vida y el esfuerzo personal, de aquel pequeño que gustaba dibujar, escribir, observar, desarmar y romper. Actividades que aun lleva a cabo, para explorar el mundo desde la creatividad o la investigación.

    El origen de su relación con lo pictórico va de la mano con una historia personal, uno de esos sucesos simples que se dan en la vida de barrio: "A pocos metros de mi casa de la infancia estaba el atelier del artista Eduardo Mónaco; con un vecino amigo nos sentábamos afuera, en el umbral de su ventana, atraídos por el mundo bohemio y el trabajo del pintor. Lo vimos dibujar en parte a nuestro jardinero y a su mujer, obras que hoy son muy conocidas. Quizás harto de tanta mirada curiosa nos dio unos trozos de carbonillas y un papel que ensuciamos bastante. Ese día recomendó a nuestros padres que estudiáramos pintura con una colega suya, que vivía cerca. Teníamos 8 años y quizás él no nos quería por allí, siempre atisbando".

Se trató de un atisbo de lo que luego vendría. A la par de estudiar arquitectura, concurrió por dos años a la Escuela de Arte Figueroa Alcorta, y luego talleres de artes plásticas en la Universidad Nacional de Córdoba. Ya con el título bajo el brazo y ejerciendo como arquitecto, vendrían otros talleres. Y el participar en muestras colectivas y hasta algunas exposiciones en galerías de arte de Barcelona. 

En la década de 1990, una mudanza de domicilio lo dejó a un cruce de calle de distancias de un un taller de enmarcaciones con ventas de arte; al dejar allí unos trabajos para encuadrar, el marchante comenzó a venderlos, en lugar de devolvérmelos ya listos. Ver que "había quienes compraban las obras, el que desearan tenerlas sobre sus paredes redobló mi apasionamiento", nos cuenta Roberto

Existe en su estilo plástico, una búsqueda de la belleza, de capturarla, aprisionarla en forma a través de sus líneas, mediante la simbiosis del trazo preciso e insustituible y el contenido de sus figuras, no exento de cierta penetración psicológica y expresiva de lo sensible. Son obras que entrañan una belleza conceptual, impregnada de gran contenido anímico. 

Para quienes lo conocemos, Roberto pinta como es. Fiel a sí mismo, a su origen, a sus valores, a aquellas cosas que más profundamente lo conmueven, aunque no lo refleje por fuera de su espíritu. El tipo tranquilo, jovial, muchas veces se halla en efervescencia creativa hacia su interior. Sus pasiones, sus intereses, sus emociones, solo son compartidos con elegidos. Por eso, sus obras reflejan una marcada tendencia hacia lo existencial, tratando de captar a la vida que transcurre a su alrededor, denotando una aguda percepción y sensibilidad al captarla. 

Pinta óleos con una espátula, crea obras con rapidez, a tono con su ansiedad, navega entre abstractos y figurativos conforme marque su impulso de algo que ha visto o lo ha movilizado. 

Con la llegada de la pandemia en 2020 y el consiguiente encierro, comenzó a incursionar en las acuarelas, "una categoría que fue desvalorizada por mucho tiempo", nos explica. También alimentó las ganas de evolucionar con los talleres, vía zoom, con grandes maestros, antes inalcanzables. 

El dominio de dicha técnica le permitió salir a pintar a las calles, hacer sketches rápidos de panoramas urbanos y rurales; a la par de ansioso con su arte pictórico, Roberto puede ser reservado hasta consigo mismo, pero es también un artista gregario: le encanta interactuar con colegas artistas de diversas partes del mundo para intercambiar datos, conocimientos, fotografías y compartir charlas. Mundos que elige con cuidado y se preocupa de mantener luego.

Existe también una interacción, un sistema de vasos comunicantes entre otra de sus pasiones, el escribir, con la actividad plástica: "Muchos personajes de mis libros o sus “alter ego” están en mis pinturas, nunca lo comento porque prefiero que el lector le brinde una imagen a los personajes desde su propia fantasía; así quien lee, ingresa en el texto y se apropia de él, su imaginación pasa a formar parte de lo escrito. También sucede que algunos escenarios salen de las pinturas para llegar a las líneas escritas", nos comenta.

Le pedimos para ilustrar esta nota que seleccionara tres a cinco de sus obras que considerara son las que mejor lo representan y nos contara sobre ellas. Fiel a su estilo, mandó seis. 

 

Y se va…

Óleo con espátula 45x80

"Vi una fotografía que me motivó a pintarla. Veo a esa mujer independiente, fuerte, decidida. Deja atrás lo vivido, parte hacia un horizonte nuevo. Sus zapatos de fiesta con taco alto aguja que cuelgan de sus manos hablan del lugar de donde quizás ha salido. Puede andar de etiqueta, o descalza, sin remera y solo con un jean, porque disfruta el momento. No le afectan las críticas. Lleva una maleta algo antigua, humilde, allí tiene todo lo que ella necesita. La figura posee además un fuerte erotismo".  



Calle de Praga

Acuarela 30x50

"El paisaje urbano cuenta con elementos que me resultan muy atractivos: las luces, los colores, los vehículos, las construcciones, las personas, los reflejos, las señales, los cables; todo ello produce un ruido ciudadano; es parte importante de nuestra intervención en la tierra".  



Noche en Valparaíso

Acuarela 25x35

"Pintar la noche fue un desafío. El paisaje urbano cambia radicalmente.  Lugares diferentes, vidas distintas". 





Frascos y luz
Acuarela 25x30

"Podemos ver por la luz, lo que altera toda nuestra percepción según el lugar, el horario y su intensidad. Produce reflejos, brillos y transparencias. Me resulta maravilloso el intentar plasmarlo en un papel". 





La violinista. 
Óleo con espátula 50x75

"Los músicos y sus instrumentos poseen cierta magia. Los sonidos armónicos nos elevan, nos llevan a lugares, recuerdos y anhelos.  Hice una serie de músicos con sus  instrumentos, violines, guitarras, chelos, trompetas, saxos, músicos callejeros. Sentía las melodías mientras los hacía, intentaba reflejar actitudes o la conmoción que los llevaba a crear su arte".   





Capilla

Acuarela 30x50

"Esa construcción, espiritual, en un llano, acompañada sólo por un árbol cuando comienza a atardecer, y la negrura de un fondo boscoso. Trajo paz en medio de una tormenta".  




Creador en distintos ámbitos, de diversos modos, Roberto Lapid muestra desde el pincel, una fidelidad a su ser más íntimo: el del descubridor inquieto, el rebelde disimulado, el apasionado tranquilo. Rostros que comparten su existencia con ese conquistador ambicioso de formas, colores y matices. 
Con el pincel, como ocurre con la pluma, da forma a esa percepción del mundo muy suya. De su mundo. Uno pletórico de formas, colores, contrastes. Tal como él mismo. 




NOTICIA DEL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019) y Germánicus. El corazón de la espada (2020). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires.













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