Mujeres que se atreven



 


Por Luis Carranza Torres

En 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague, a propuesta de Clara Zetkin, se proclamó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. Por entonces, la principal meta era el reconocimiento del derecho al voto. Gran parte de las mujeres del mundo, incluidas las de nuestro país, carecían del mismo. 

Hubo mujeres anónimas que cambiaron al mundo un 8 de marzo. Ocurrió en 1917. Como reacción ante los 2 millones de soldados muertos en la guerra, las mujeres rusas llevaron a cabo una huelga el último domingo de febrero bajo la demanda de “pan y paz”. La dirigencia política las criticó, por el momento elegido, en pleno conflicto, pero siguieron adelante. 

Ya en febrero de 1917, hubo hambrunas provocaron revueltas en la capital rusa, por entonces Petrogrado, hoy San Petersburgo. Ese 8 de marzo de 1917, hubo una serie de manifestaciones con motivo del Día Internacional de la Mujer, que pronto desbordaron en el pedido de cambios políticos y económicos. Incidentes en las larguísimas colas para conseguir pan se convirtieron en manifestaciones espontáneas contra la monarquía y a favor del final de la guerra. Las mujeres dieron inicio a la mayor manifestación de la historia rusa, sin preparación ni coordinación con partido alguno. 

Cuatro días después el Zar se vio obligado a abdicar y el gobierno provisional concedió a las mujeres el derecho de voto. Ese histórico domingo fue el 23 de febrero, según el calendario juliano que se utilizaba por entonces en el Imperio ruso. El 8 de marzo, conforme a nuestro calendario gregoriano.

El Día Internacional de la Mujer fue originalmente denominado como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Se recuerda con él la lucha de la mujer por su participación igualitaria dentro de la sociedad y el derecho a su pleno desarrollo como persona.

Si la mujer ha pisado fuerte en el siglo XX, haciendo suyos muchos campos antes vedados, logrando el reconocimiento a nivel global de sus derechos, este siglo XXI que transitamos marca en la agenda la dificilísima tarea de llevar a la práctica efectiva a tales derechos. La epopeya de materializar, de una vez por todas, un mundo de iguales.



Las letras no son ajenas a esto. De hecho, resulta uno de los campos donde la mujer ha logrado muchas cosas. En cuanto a la literatura, hoy por hoy, las mujeres son una mayoría acrisolada. No sólo la mayoría de las personas que escriben ficción son mujeres sino que también es claro el predominio femenino en cuanto a lectoras. Hace un tiempo, cuando varias colegas me pidieron de prologar una Antología del Septiembre Romántico y Rioplatense, escogí justamente el mismo título de este escrito: Mujeres que se atreven. No encuentro otro más adecuado para caracterizar a la mujer de hoy. 

Se trata de una preeminencia que también, saludablemente, se ha trasplantado de la realidad a la ficción de los textos. Ha  dicho al respecto Pérez-Reverte, y coincidimos con eso, que la mujer es el héroe narrativo del siglo XXI. Agregaría que las autoras cobran igual protagonismo. Las letras de nuestro tiempo se definen en términos de sentimientos, de femineidad; de coraje, de persistencia y de implacabilidad con rostro de Eva. Mujeres que, sin dejar de serlo, rompen esquemas pretéritos.

No oculto mi predilección por ellas. Tampoco, mi carácter de deudor en la cuestión. Si he podido crear personajes como Ce, Agus, Coti, Lucrecia, doña Aurelia, Julia, Fiamma, Eloisa, Kendrya, Valeria Aquilia, Laura o Cata lo ha sido también, entre otros factores, por el trato y el afecto que me han prodigado mis colegas mujeres. 

Estoy más que orgulloso de haber podido darles formas, por las mujeres de la vida real que las han hecho suyas: Ce y Agus, de Secretos en Juicio y Secretos de un Ausente: la primera una abogada fashion y la segunda profesional perfeccionista. Pero, ambas, con el mismo gran corazón. Julia, de Palabras Silenciadas, una pionera en la abogacía cuando las mujeres eran pocas en el rubro. Pero, también, alguien que no quiere renunciar a formar una familia por tener una vida profesional y viceversa. Aunque estemos en la década de 1920 primero, y de 1930 luego. 

En Mujeres de Invierno, Hijos de la Tormenta y Náufragos en un Mundo Extraño encontramos a varias: Aurelia, una mujer de edad que aparente ser clásica y conservadora pero resulta más avanzada y amplia de miras que sus propias nietas. Coti, mortificada por la mala relación con su madre, buscando interpretar a un corazón que no siempre le da señales muy claras. Fiamma, una rebelde y arrojada que esconde en el fondo de esa vida pasional, a una profunda romántica. Lucrecia, tan bella como fría, madre de Coti, que sucumbe a los encantos del nazismo adentrándose en un camino oscuro del que puede no existir salida posible.

Párrafo aparte para Eloisa, la misteriosa beldad de El Juego de las Dudas, con un duro pasado por detrás. Alguien que nunca se sabe a qué está jugando o dónde debemos ponerla, si en el bando de los buenos o los malos. Allí también encontramos a la Estefanía, una protectora eterna de su hermano menor que vive según los cánones clásicos de lo que se espera de una mujer para descubrir que el amor tiene, quizás, como precio abjurar de todo eso.      

En Germánicus. El Corazón de la Espada, pude en la antigua Roma hacer "luchar" en esa arena de combate femenina que es mucho más terrible a veces que el propio Coliseo, a Kendrya, una esclava celta, tan sencilla como pasional con Valeria Aquilia, una patricia calculadora y de mente sagaz. Ambas, puestas hasta el último suspiro en una lucha sin cuartel por ganar el corazón del hombre que interesa a una y otra: Publio Valerio Aquilio.

Las últimas, pero no menos importantes de este recorrido imaginaria son Laura, Cata, Chechu y Mariana de Misión en el Trópico. No solo son decididas, sino que me gustó representarlas en ámbitos como el castrense y de la aviación. Sin dejar de ser femeninas, llevan a cabo actividades de riesgo y carácter en un pie de absoluta igualdad con sus compañeros varones.

Unos de motivos de especial orgullo como escritor es cuando marcan como uno de los signos distintivos de mi escritura la fuerza de los personajes femeninos. Como me dijera una amiga y colega: "No son las típicas damiselas esperando que un hombre las rescate. Tienen fuerza, decisión, valores, toman a cargo su vida".

¿Cómo no retratarlas de ese modo? Son las mujeres con las que he tratado durante toda mi vida. 

Resultan ellas, féminas que aciertan y se equivocan, son justas algunas veces e injustas otras. Aman, odian, atraen y rechazan. Se sienten olvidadas, rechazadas, reconocidas, amadas, especiales. En resumen, persiguen sus sueños pagando sin dudar el precio que ello implica. Buenas o malas, de mejor o peor modo, con mayor o menor suceso, ninguna de ellas se queda esperando a ver qué le depara la vida: toman el desafío y afrontan los riesgos de construir su propio futuro, a la propia medida. 

Lo dicho: mujeres que se atreven. Dentro y fuera de los textos. Espero que en este siglo por desarrollarse, y aun antes si es posible, lo que hoy es ya una realidad en el universo literario, lo sea también en los demás que componen nuestra vida como seres humanos. Libres e iguales en derechos, funciones, posibilidades.

Feliz día de la mujer, a todas quienes leen esto. Mío personal, pero también tomándome la licencia como autor de darlo por todos esos personajes femeninos maravillosos que la presencia de la mujer, en sus diversos modos, en mi vida me permitió crear. 

¡FELIZZZZ DIAAAAA!





 





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