“Ninguna civilización ha podido prescindir de la palabra para organizar su vida cotidiana”

 




Por Andrea Viveca Sanz

(Reportaje hecho para Contarte Cultura el  13/01/2018)  

Amante de su profesión, de la historia y de las letras, Luis Carranza Torres es capaz de crear suspenso con gran maestría en novelas que atrapan a sus lectores.

Personajes muy bien logrados, que se reflejan en la realidad, se mueven por las páginas de sus libros enigmáticos, hilando intrigas que van tejiendo cada historia, en las que además el amor también es un protagonista fundamental.

Como un mago va mostrando y ocultando, elige las palabras justas que son los verdaderos ladrillos de sus narraciones y entonces llena de sensaciones y sentimientos cada una de sus creaciones.

En diálogo con ContArte Cultura, el escritor cordobés cuenta como integra todas sus pasiones y deja abierta la puerta de sus libros para invitarnos a entrar.

—¿Podés contarnos algunas cualidades que te definan?
—Es difícil hablar sobre uno mismo. No se tiene nunca la suficiente objetividad, por la falta de distancia. Dicen que soy metódico, perfeccionista, muy de investigar los trasfondos históricos, culturales de cada obra. Y yo me lo creo (risas).

—¿Cuándo nace tu pasión por la escritura?
—De muy chico, escribo desde los catorce años. Escribir fue para mí siempre una necesidad. Desde la adolescencia. No siempre ficción. He pasado por la investigación histórica, el artículo periodístico y las cuestiones técnicas del Derecho. Aún hoy las frecuento, en paralelo a las novelas y cuentos.

—¿Qué es escribir, para vos?
—Un desafío. Poder plasmar sensaciones, sentimientos, una historia, el perfil de personaje que resulte no sólo creíble, sino familiar para el lector. Se trata de construir, de un modo similar al de un edificio, pero con palabras. No cualquier cosa, sino algo que haga nacer sensaciones, sentimientos, ideas en quien lo lea. No es fácil, pero sí apasionante.

—¿Cómo combinás tu profesión de abogado y las letras?
—Supongo que es algo que viene con mi idiosincrasia. No lo sé, a ciencia cierta. Es un proceso natural, se da. Una profesión influencia a la otra. Supongo que es porque, en el fondo, ambas son formas de comunicar algo, aunque con fines totalmente distintos. Dar lo mejor de vos en un campo te ayuda a mejorar en el otro. Es algo que he advertido, aun cuando no tenga una explicación de por qué pasa.

—¿Cómo definirías a tus novelas, brevemente?
—Cada cual tiene su idiosincrasia. A ver, Secretos en Juicio cuenta la vida en los grandes estudios de abogados de Buenos Aires. Lugares que conocí bastante. Palabras Silenciadas habla de esas sociedades y familias de antes, donde lo que no se decía pero todos sabían era una norma, con una carga de tabúes, formulismos, rigideces e hipocresías que terminaban jugándoles bastante en contra. El juego de la dudas muestra, en el contexto de la guerra fría y la lucha por el predominio en la informática, un amor muy pasional que cae por ahí en lo patológico. Mujeres de Invierno cuenta, con ojos argentinos, desde la perspectiva del mundo de la familia de un diplomático, cómo el nazismo se adueña de Alemania y Europa se encamina a una guerra.

   —¿Qué personajes te gustó más escribir?
—Muchos, en general todos. Cada cual tiene lo suyo. Por el lado de los personajes femeninos, Cecilia Ozzolli de Secretos en Juicio es de las más queribles, con esa mezcla de amiga incondicional, con onda, glamour y mujer liberada. También Julia, una de las protagonistas de Palabras Silenciadas, una mujer adelantada a su tiempo que busca la igualdad en un mundo de hombres sin perder un ápice de su femineidad. La soñadora y aventurera Constanza o su enigmática amiga Fiamma en Mujeres de Invierno, también fue un gusto ponerlas en el papel. O Eloisa de El Juego de las Dudas, un ser tan bello como implacable, que finalmente debe rendirse frente a ciertas cuestiones que ha pretendido negar desde siempre.
Por el lado de los personajes masculinos, Armando Ozzolli de Secretos en Juicio se lleva las palmas, porque en él quise condensar a quienes fueron referentes míos en mi carrera como abogado. Ignacio López de Madariaga en Mujeres de Invierno, con ese carácter de quijote en un mundo de malos, me gustó también escribirlo. Y el bueno de Simón, en El Juego de las Dudas fue muy atrayente. “El hombre que toda mujer querría tener”, me dijeron sobre él y puede perfectamente ser así.

—¿Tenés un tiempo y un espacio particular para escribir tus novelas?
—No. Lo conservo como una pasión, y las pasiones se desatan en los tiempos y lugares menos previstos (risas). Aunque de ordinario, escribo temprano, en donde sea que la profesión de abogado o mi actividad académica me haya llevado. Si es en casa, mejor que mejor.

—¿Cómo describirías un proceso creativo de una historia de suspenso?
—Lograr ser el primer sorprendido por donde va la trama. Y en segundo término, que lo que se narra sea creíble aunque no esperado. Tiene mucho en común con cómo los magos hacen sus trucos: muestran algo y luego salen con otra cosa completamente distinta.

—¿Que elementos entendés fundamentales a la hora de crear un personaje?
—La profundidad psicológica. Tiene que tener una personalidad definida, no solo en rasgos generales sino también en cuestiones puntuales como qué le gusta, qué no, a qué le teme. Debe distinguirse de otros, claramente.

—¿Cómo lográs ensamblar la intriga con el romance?
—El romance, de por sí, tiene una nota de intriga propia. Y la intriga, por su lado, comparte con el romance esa cualidad movilizante, esa suerte de resultar un efecto de la pulsión vital que tenemos como seres humanos. Líbido o como le quieras llamar. La vida es principalmente intriga. Uno, el principio del día, se despierta sin ninguna seguridad. Tampoco las tiene cuando lo finaliza. Cuando uno puede reflejar ese tipo de cosas en una trama, la historia sale disparada hacia adelante.

—En un mundo dominado por las imágenes ¿cuál es el truco para imponer la palabra?
—Lograr que tenga esa conexión con los aspectos esenciales que nos conforman como seres humanos. Cuando lo dicho, lo narrado, lo escrito, llega al alma de una persona, se impone por sí sola.
Por otra parte, no estoy seguro que nuestro mundo esté “dominado” por las imágenes, en el sentido absolutizante que a veces se pretende. Ninguna civilización, en ningún tiempo, ha podido prescindir de la palabra para organizar su vida cotidiana. Desde Egipto en adelante, las imágenes han tenido relevancia. En el siglo XXI con las redes sociales, en el XX con el cine, en el XIX con la fotografía o antes con los cuadros. Pero nunca eso ha ido en detrimento de la palabra. Aun, en su versión escrita. Simplemente, la influyen, la transforman, pero no más allá de eso.

—¿Cómo invitarías a leerte a quienes aún no te conocen?
—Borges dijo alguna vez que un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre otros, hasta que da con su lector, con aquel a quien está destinado. Si alguien gusta de la novela histórica, del suspenso o de echarle una mirada a ciertas cuestiones como la identidad o el alma de las personas, puede ser que algunas de mis novelas le esté destinada.
Lo importante es que se lea, que se tenga un hábito al respecto. Con mis libros o los de otros. Leer es de las pocas cosas que nos definen como seres humanos pensantes.

—Contanos cuál es tu sueño para este 2018.
—El mismo del 2017: escribir buenas historias, disfrutar de mi familia y mis amigos, aprender, leer mucho, ser mejor persona. No necesariamente en ese orden. En cualquier orden que la vida te vaya dando la posibilidad de hacerlo.


Luis R. Carranza Torres

Nació en Córdoba (Argentina). Se recibió de abogado en la Universidad Nacional de Córdoba, y de Doctor en Ciencias Jurídicas en la Pontificia Universidad Católica Argentina de Buenos Aires. Es miembro del Instituto de Derecho Administrativo de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba, miembro del Instituto de Historia del Derecho de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y Secretario Académico de la Sala de Bioética del Instituto de Estudios Jurídicos del Colegio de Abogados de Córdoba. Vivió y ejerció profesionalmente el derecho tanto en Córdoba como en Buenos Aires. Publicó dieciséis libros jurídicos y siete novelas: Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016) y Mujeres de Invierno (2017). Recibió en el año 2001 la mención especial del premio Joven Jurista, otorgada por la Academia de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y en 2004 el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba. En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz. En 2015 obtuvo la II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires.

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