“Germanicus”, un retorno al Imperio romano para que las historias encuentren su final


 



Publicado en Contarte Cultura el 22/04/2021
Por Andrea Viveca Sanz (@andreaviveca) /
Edición: Walter Omar Buffarini //

Los caminos se bifurcan, cada pie en el sendero que le corresponde. La vida late. Hay un regreso al punto de partida, una distancia que quiebra las palabras. Una búsqueda. Todo está allí, en el origen de cada cosa. Entonces se escucha el latido. Y los caminos se tocan “Entre Marte y Venus” del otro lado de la guerra.

El abogado y escritor cordobés Luis Carranza Torres regresa con su pluma a Roma y vuelve a poner en movimiento a los protagonistas de “Germanicus”. Y ellos, empapados de tinta, aceptan el desafío de viajar entre las páginas. Sólo para descubrir cómo termina su historia.

—Regresaste a Roma, a un tiempo en el que tus personajes Publio Aquilio y Kendrya esperaban la continuación de su historia, ¿qué te llevó a regresar? ¿Sentías que sus vidas merecían nuevos capítulos?
—Es un mérito más de los lectores. Iba a ser un libro único, pero cuando empezaron a leerlo todos entendieron que había un después. Empecé a ver, frente a tanta opinión coincidente, y vi que tenían cierta razón. La historia tenía un posible camino para seguir. Una revancha de los protagonistas, una suerte de segundo tiempo, para decirlo en términos futbolísticos. Surgieron entonces diferentes escenas, imágenes de ese después que pronto se articularon en un hilo narrativo. En la novela estamos un poco después del año 90 de nuestra era, ya no en Roma, sino que además de esa ciudad de poco más de un millón de habitantes (el mundo no conocerá otra así hasta Londres en el siglo XIX), nos extendemos por el Imperio. Desde los bosques y aldeas de la Germania Magna, la parte bárbara y los puestos de frontera romanos, hasta las inmensas aguas del Nostrum Mare, como le decían por entonces al Mediterráneo.

—Dos caminos, una distancia que separa, pero a la vez puede llegar a unir, ¿se cruzarán en algún punto las rutas de tus protagonistas?
—Cuando dos personas tienen cuentas pendientes, el destino tiende a reunirlos alguna vez para saldarlas. No siempre de la mejor manera. Esto es lo que les pasa a los protagonistas. Siempre me gustó el concepto de sincronicidad que postuló Carl Jung en sus estudios psicoanalíticos y traté de aplicarlo en la construcción de la novela. Publio, Kendrya, Valeria Aquilia, todos tienen algo por perder, algo que quieren ganar. Y van a ufanarse por conseguirlo.

—¿Qué sucede entre Venus y Marte? Hay una fusión o una escisión entre los “dioses/guerreros”?
—Me gustó oponer la guerra al amor en esta trama y para ello qué mejor que los dioses que lo representaban en la Antigua Roma. En la mitología romana Marte era el dios de la guerra, la virilidad masculina, la violencia, la pasión, la sexualidad, la valentía, del horror y victoria en las guerras. Venus era, por su parte, la diosa del amor, la belleza y la fertilidad. Viven, los personajes, entre el placer y el deber, entre perdonar o castigar, y, en el caso de Publio en particular, entre lo que deben ser y aquello que quieren ser.  

—¿Qué rutas de investigación te ayudaron a recrear los escenarios de esta novela?
—Intenté mantener la tensión de la trama sin alejarme de la verdad histórica en materia de hechos o costumbres, lo que implicó no pocos esfuerzos. Mucho de los que tenemos aceptado como parte de esa civilización, en realidad se trata de suposiciones basadas a partir de diversos hechos que sí han sido verificados. En esos casos, uno elige de las posibilidades, la que mejor se ajusta a donde se apuntaba con la historia. Además, la romana fue una sociedad en permanente evolución donde las costumbres variaban de época en época, pero no de forma brusca, sino que iban evolucionando, surgiendo y pereciendo de a poco, por lo que no fue muy sencillo respecto de determinadas prácticas, por caso el matrimonio, establecer que tanto regían en un momento determinado. Aun así, todo lo que sucede podría perfectamente haber pasado en la Roma de aquel tiempo. Traté de seleccionar los escenarios y costumbres sociales más representativas para articular los hechos que mueven la trama. Quise que el lector viviera todo eso con sus cinco sentidos. No sólo que viera la cotidianeidad de los romanos, sino que también la escuchara, la palpara, la sintiera en la piel de todas las formas posibles.  

—Si pudieras elegir un elemento simbólico que represente la esencia de esta historia, ¿cuál sería y por qué?
—El puggio, el puñal usado por los legionarios romanos un siglo antes y después de Cristo, que adoptaron de los pueblos hispanos. Bien puede resumir toda la historia, pero van a tener que leer la novela para entender el por qué.

—¿Cómo fue el proceso de escritura durante este tiempo tan particular que estamos viviendo?
—La escritura fue mi gran refugio en la pandemia. Un ámbito donde estaba a gusto. Tener un mundo interior en el cual soñar, imaginar, fue algo espectacular para mantener la cabeza y el ánimo en orden.

—¿Creés que los sucesos históricos se repiten una y otra vez en el tiempo, aunque muten las formas?
—Sí, definitivamente. Hay ciertos universales que son comunes a todas las culturas y los tiempos. Los que nos conectan como seres humanos sin importar lo distintos que podamos ser.

—¿Habrá un nuevo capítulo de estas vidas entrelazadas o ya pusiste el punto final a la historia de tus personajes?
—De mi parte, creo que estamos en el final de la historia. Pero si algo me ha enseñado este último tiempo es que no existen demasiadas verdades definitivas.

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