La increíble historia de valor detrás de un cuadro

 



 

Por Luis R. Carranza Torres

 

Al principio, no a muchos les llama demasiado la atención. ¿Simplemente otro cuadro que retrata una batalla? En una planicie salpicada de palmeras, hombres de uniforme azul luchan con fragor contra otros de uniforme rojo. Una lid de infantería, de fusiles, pero también de sables y hasta cuchillos.

Casi en el medio de la obra, un oficial, brazo en alto, alienta a su unidad a seguir avanzando pese a la dureza del enemigo. Se pelea en cada palmo, y se ha borrado toda línea de frente. Es una lucha que se presenta como un conjunto de luchas menores, entre formaciones adversarias, a lo largo de toda la imagen.

Sobre su borde izquierdo, tropas de refuerzo, apenas se vislumbran en su ingreso, llevando en alto y a su frente, una bandera argentina.

No, no es una obra más. Ni por su autor, ni por su técnica. Pero especialmente, por la historia que se ha querido reflejar en ella.

Lo pintó Francisco Fortuny, con pluma aguada sobre papel, en las postrimerías del siglo XIX. Apareció como ilustración en el Álbum de la Guerra del Paraguay, una publicación que editó Jacobo Peuser, con una periodicidad quincenal, entre 1893 y 1896, con un total de entregas de 44 números con los que pretendía documentarse todos los recuerdos, grandes y pequeños, de aquel terrible conflicto.

Carga de la infantería argentina en Lomas Valentinas, es su título. O algo parecido. En todo caso, no es la parte importante de la historia. Si la vista del observador deja las márgenes de la obra, para situarse casi a su centro, puede verlos. Por detrás del oficial que, sable en alto, alienta a los suyos a seguir avanzando. Allí están. A la distancia, un pequeño grupo de soldados de azul, formando un cuadro que tiene ya bastantes claros por las bajas sufridas, acuclillados para esquivar mejor las balas, se halla empeñado en resistir, espalda contra espalda, la roja multitud armada que se le echa encima desde varios sitios.

Toda pintura tiene una historia por detrás, varias a veces, pero en esta en particular, me quedo con la de esos pobres luchadores. Aquellos hombres que se plantan, contra todo pronóstico, a no aceptar que están siendo diezmados, que el ave negra de la muerte y la derrota les vuelva por encima en círculos cada vez más cercanos. Se trata de los comprovincianos del ayer, pertenecientes al regimiento Córdoba, cuyo mando tenía el coronel Agustín Olmedo, reflejados en una de las mayores hazañas de valor de un conflicto, en que ninguna de las partes involucradas, ahorró valor ni bravura.

Se trataba de una unidad de la Guardia Nacional. Movilizada por la contienda en medio de la impopularidad de la guerra en Córdoba, fue remontada con quienes no les quedaba otra que ir a la guerra: los feos, los huérfanos y los pobres, como se dice por la época. Su jefe, Agustín Olmedo, al marchar con ellos tiene solo 23 años y el grado de teniente coronel. Luego, en la campaña, será promovido por méritos al grado superior. Un hombre que se halla a cargo de esa unidad porque otros 7 oficiales de mayor antigüedad han presentado dispensas o pretextos.   

Lámina de Giuseppe Rava con los diferentes uniformes utilizados
por el Ejército Argentino en la Guerra del Paraguay. De Izquierda a derecha:
1) Infante con uniforme tropical color caqui; 2) Oficial de la 1º "Legión de Voluntarios"
con su uniforme rojo por su mayoría italiana; 3) Soldado del Batallón de la Guardia Nacional "San Nicolás"; 4) Soldado de Infantería de Línea; 5) Soldado del "Batallón de Ingenieros".


La batalla de Itá Abaté o Lomas Valentinas se desarrolló entre el 21 de diciembre y la navidad de 1868. Fue el último intento orgánico del ejército paraguayo de cerrar el paso a Asunción a las fuerzas de la triple alianza. A la vanguardia de las fuerzas argentinas, marchó como punta de lanza el Regimiento Córdoba y el 1º Batallón del regimiento Santa Fe. Debían abrir una cuña en la formación contraria, que permitiera el avance de las restantes unidades.

Pronto el ímpetu del avance los llevó al centro mismo del dispositivo de batalla de las fuerzas paraguayas. La ferocidad de la lucha demoró a las restantes unidades que debían aprovechar la brecha abierta por ellos. La brecha se cerró, el avance se estancó, y pronto se vieron aislados de las fuerzas propias, y rodeados por un adversario que daba todo en su lucha. Sabedor que era su última oportunidad de volcar el curso de una guerra que no le era favorable.

Había que resistir, y eso hicieron. Resistieron con todo el significado profundo que puede darse al término en situaciones de vida o muerte. Oleada de asalto, tras oleada de asalto, siendo cada vez menos, desoyendo los reiterados llamados a rendirse allí se plantaron. Con las fuerzas al límite y las municiones escasísimas, se dispusieron en círculo, alrededor de la bandera del regimiento, a fin que ésta no fuera tomada por el enemigo. Calaron bayonetas porque si la munición escaseaba o el enemigo reducía la distancia, y siguieron, exhaustos, resistiendo.   

La 1º División de Buenos Aires, a paso de trote y con las bayonetas caladas, bajo el mando del coronel Ignacio Garmendia, consiguió finalmente abrirse camino, rescatando a los sobrevivientes de un destino que parecía sellado. Contestaba en tal forma el pedido que le hiciera el jefe cordobés don Agustín Olmedo, que le había pasado el siguiente mensaje: “¡Compañero, protéjame en batalla, que nos concluyen!”. Pocos creían que hubieran podido resistir, en la profundidad de la formación enemiga, sin romper filas, sin ceder palmo de terreno, durante todo ese tiempo.

«Hasta que viéndome sin municiones—relatará después el coronel Olmedo—resolví marchar sobre ellos a la bayoneta, haciéndolo sin que nuestros soldados trepidasen un momento, desengañados de que sólo a arma blanca les hacían perder terreno a los bravos paraguayos; nos posesionamos del parque, nos municionamos y seguimos respondiendo al fuego del enemigo que a corta distancia había hecho alto y nos hacía un vivo fuego».

A causa de la metralla deben aferrarse al terreno de momento, para volver luego a cargar  a la bayoneta «hasta deshacer al enemigo».


Imagen de la vestimenta utilizada por el ejército paraguayo: a la izquierda un soldado de infantería y a la derecha, un oficial.

Pero más allá se topan con otra gruesa columna paraguaya aferrada a su posición y que les presenta una férrea resistencia «que tal vez nos causa un trastorno» . «Felizmente había una pequeña picada en donde tuve tiempo de colocar dos piecitas de cañón, las que, tomando al enemigo a boca de jarro, lograron causarle algún mal, razón por que la columna se trastornó al extremo de no atinar a nada. Nuestra tropa, que se apercibió de la confusión del enemigo, siguió su carga hasta deshacerlo del todo, siendo el último encuentro que tuvimos en esta jornada, porque el enemigo se dispersó y huyó despavorido en todas direcciones».

El General Gelly y Obes, Jefe del Ejército Argentino, en su comunicado oficial relativo a Lomas Valentinas dice: «El batallón de Guardias Nacionales denominado Regimiento Córdoba, al mando de su digno jefe el coronel graduado D. Agustín Olmedo se ha portado tan bizarramente que deja atrás todo encomio».

Al término de la guerra, y apenas entrados a la ciudad de Córdoba, el primer acto de los sobrevivientes fue depositar la bandera alrededor de la cual habían resistido en aquella jornada, a un lado del altar, en la Catedral. Una sencilla pero honda muestra de agradecimiento, por haber podido sobrellevar lo que, a casi todos, menos a ellos, se les antojó imposible.

El resto es un cuadro, la mención en pocos libros de historia, alguna memoria y una novela que lo narró desde la ficción literaria.

   




NOTICIA DEL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germanicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022) y La Traidora (2023). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz. E en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.


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