Cuando las mujeres fueron a la guerra


La participación de las mujeres en la guerra es tan antigua como el conflicto humano mismo, pero su intervención organizada resulta mucho más reciente. El 21 de octubre de 1854, Florence Nightingale y un equipo de 38 enfermeras voluntarias, partieron para asistir a las fuerzas británicas durante la Guerra de Crimea. 

La Primera Guerra Mundial fue el primer conflicto que involucró a la mujer, pero no en el combate sino en la retaguardia de los países, su frente doméstico. Se trataba de una guerra industrial en donde el reclutamiento masivo de gran parte de la población masculina para acudir al frente, dejó libres y con necesidad de cubrir miles de puestos de trabajo. 

Es así que la mujer, hasta ese momento relegada a tareas domésticas, cuidado de los hijos o acompañar a su marido en los distintos actos sociales asume nuevos roles y responsabilidades, no solo en el sector de la industria de guerra. Por caso, su participación en el sector bancario creció de unas iniciales 9.500 a casi  64.000.

Cubrieron durante los años de lucha, diversos oficios muy distintos, desde deshollinadoras a conductoras de camiones u obreras en las industrias, sobre todo de armas. En Francia y Gran Bretaña más de un millón y medio de mujeres trabajaron en fábricas de armamento; la Krupp alemana, para 1918, tenía un 38% de su personal compuesto de mujeres, cuando cuatro años antes eran contadas. 

Pero será la Segunda Guerra Mundial, la que provocará un cambio aun mayor respecto de la participación de la mujer en las contiendas. No muy tratado a nivel de los textos de historia, una novela rescata esa epopeya.  

Digno retrato de historias femeninas no contadas

La novela del escritor Luis Carranza Torres, Hijos de la Tormenta, aborda desde la ficción, una época bisagra de la humanidad y las grandes protagonistas ocultas de ese tiempo: el papel de la mujer relacionado a la Segunda Guerra Mundial.

Históricamente considerada como otra “guerra de hombres”, la narración clásica ha silenciado, desde siempre, el papel cumplido por cientos de miles de mujeres en todos los teatros de operaciones e integrando a casi todas las naciones en pugna.

Por primera vez en la historia, ella se integraron en servicios auxiliares de las fuerzas armadas de la época, rompiendo milenios de machismo castrense.

Piloto del Air Transport Auxiliary inglés.

Con el detallismo que lo caracteriza, Carranza Torres no se detiene en el trasfondo de época a que estamos acostumbradas y muestra la situación de la mujer en sociedades tan disimiles como la nazi en Alemania, la post-victoriana en Inglaterra o lo que ocurría en nuestro país.

Al estallar el conflicto, el prisma no se anquilosa, ni cae en los lugares comunes de la almibarada narración estilo hollywoodense de la época, a que los libros de ficción sobre el tema nos tienen acostumbrados.

Los personajes de la novela no son solo mujeres que se quedan a esperar al esposo o hijo que convertido en soldado parte a la batalla, que las hubo y mucho. También refleja aquellas pioneras se unen a la contienda, como parte de los servicios femeninos de sus fuerzas armadas.

Entrenamiento para operadoras de radar de la Luftwaffe

Tenemos de esa forma, jóvenes que sin dejar de ser femeninas, para bailar, maquillarse o arreglarse el cabello cuando los rigores de la guerra lo permiten; también pilotean aviones, arreglan submarinos, manejan dispositivos de la defensa antiaérea o asisten a los soldados heridos.

Ya sea como parte del Air Transport Auxiliary inglés, el Women Airforce Service Pilots de Estados Unidos, o la Marine Helferinnen de la Kriesgmarine alemana, entre otras ramas de las fuerzas militares, la mujer ocupa por primera vez lugares esencialmente militares, incluso tomando parte de combates, si bien no de forma habitual.

La Unión Soviética fue quien más lejos llegó en esto: movilizó a 800 000 mujeres, la mayoría de los cuales estaban en unidades de servicio de primera línea. No pocas combatieron. Un pequeño número eran aviadoras de combate de la Fuerza Aérea. Para el final de la guerra, habían entregado 30 000 condecoraciones a mujeres que combatieron en el frente. Sin embargo, no estuvieron en el desfile de la victoria de Moscú y luego de la guerra, se las alentó a las mujeres a retornar a sus deberes en el hogar.

El autor narra con acierto las relaciones entre ellas, con esas notas particulares que la camaradería castrense tiene entre mujeres. Como no podía ser de otra forma, toca también, la relación con sus homólogos varones. Una que fluctúa entre la extrañeza, el rechazo y la aceptación, dependiendo el caso.


Heer Helferin de los servicios auxiliares del ejército alemán en algún lugar de Francia.

Son mujeres, ellas que también luchan una guerra dentro de esa otra en la que participan: la por ser aceptadas en un pie de igualdad con los hombres, de cara a una sociedad que ya no volvería a ser la misma.

“Quizás esta maldita guerra deje algo bueno para nosotras”, dice en una parte de la saga, una piloto antes de dar potencia al avión de transporte que comanda.

“Cuanto ganemos esta guerra, dejaremos de preocuparnos por ellas y deberán volver a sus cocinas de donde salieron”, expresa un alto oficial inglés, tras rechazar el pedido de una de ellas de integrar un escuadrón de cazas.

Operadoras de una lámpara de iluminación en la artillería antiaérea inglesa.

Son las dos visiones que campean en esa otra contienda: la de las mujeres por liberarse de los roles que les han sido impuestos desde siempre y de los ultramontanos por querer volver al pasado que, no entienden, ya no existe.

No escaparán, en esas nuevas vidas con ocupaciones marcadas por la batalla, al machismo imperante: tendrán restricciones varias, se les prohibirá entrar en combate, tendrán menos paga que sus homólogos varones y mayores requisitos para acceder a los mismos puestos. Pero nada de eso va a detenerlas, pues son precisamente eso: guerreras, en todos los sentidos y en la mejor definición de la palabra.


Sargento del Women's Army Corps de EEUU

Muchas de nosotras, rebeldes de un tiempo en que es posible serlo sin mayores molestias, en que la desigualdad de género puede ser denunciada, mucho les debemos a todas ellas que abrieron camino en uno de los peores tiempos de la humanidad.


Kriegsmarine Helferinnen, servicio auxiliar femenino de la marina alemana


En Hijos de la Tormenta se cuenta acerca de ellas, de sus vidas, de sus sentimientos, de cómo vivían y lo que anhelaban, pero también cómo morían y cuales eran sus temores profundos. Luis Carranza Torres esta vez va mucho más lejos, con igual o superior calidad, a sus retratos de Mujeres de Invierno.

A la par de una novela magníficamente escrita y que se transforma en adictiva al leerla, Hijos de la Tormenta es también una justa y adecuada visibilización del papel de la mujer en la sociedad de entonces, con sus retos y sus ilusiones, así como la forma en que tomaron parte del conflicto apoyando el esfuerzo de sus respectivos países.

Claudia Mángera


Hijos de la tormenta vuelve sobre los personajes de Mujeres de invierno en medio de la Segunda Guerra Mundial. La familia López de Madariaga, diplomáticos argentinos en la Berlín de los años 30 se ha disgregado. Separado el matrimonio, diseminados los hijos, el estallido bélico los encuentra perdidos y difusos, cada uno intentando recomponer su vida, forjarse un nuevo futuro ya lejos de esa Alemania opresiva y en ciernes que, ahora, se ha extendido por casi toda Europa en un afán imperial.

En torno a los encuentros y desencuentros de Constanza y Dieter orbitan los otros personajes. La novela se vuelve, entonces, coral, llena de voces y de situaciones en distintos escenarios –Londres, Berlín, París, Buenos Aires, Córdoba– en los que se narra lo cruento de la guerra, en los que la impresión es que no hay sosiego ni dónde resguardarse.

Ninguno puede escapar de aquello que lo conmina: un amor apenas correspondido; una madre que es obligada a desprenderse de su hijo; un médico de la Cruz Roja en una relación con una joven treinta años menor; una muchacha que derriba aviones nazis. Todos envueltos en una tormenta que los prohíja y que no los deja ver más allá del presente.


Cuatro preguntas clave sobre la Saga de la Segunda Guerra Mundial 

📌 ¿Cuántas novelas son?
Está compuesta por tres libros: "Mujeres de invierno", "Hijos de la tormenta" y "Náufragos en un mundo extraño".

📌 ¿Quiénes son los personajes principales?
Tiene como protagonista a la familia López de Madariaga y comienza con su viaje a Berlín 🇩🇪, ciudad donde Ignacio ocupará el puesto de embajador argentino.

📌 ¿Cuándo ocurre?
Comienza en los años 30,  por lo que los personajes serán testigos de cada momento desde el ascenso del Tercer Reich y se extiende hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

📌 ¿Qué temáticas se ponen en juego?
La Alemania más oscura es escenario de un abanico de historias tan intensas como atrapantes: redes de espionaje, amor, poder, pasión y una reconstrucción histórica exhaustiva de aquellos tiempos difíciles y desafiantes.


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