La escultura más linda del mundo

 







Sobre gustos no hay nada escrito y en materia de opinión, todo es opinable. No tengo dudas, de mi parte: se trata de la escultura más hermosa del mundo. Otros tendrán las suyas, esta es la mía.

La descubrí con 21 años topándome de frente con ella, en el Louvre. Ninguna, a partir de allí, pudo bajarla de ese podio personal.

Ha tenido, a lo largo del tiempo se le habían dado varios nombres: la Diana de Versalles, la Diana cazadora, Artemisa de la caza o Diana con la cierva. 

Se trata de una estatua esculpida en mármol de la diosa griega Artemisa, a la que los hijos de Rómulo le cambiaron el nombre designándola en la mitología romana como Diana. 

Tenerla delante era algo abrumador. No pasó mucho antes que me conociera su particular historia.  Tenía un tamaño ligeramente mayor al natural de una persona, era una copia romana perteneciente al siglo I o II de un original griego en bronce que se perdió, atribuido durante mucho tiempo al escultor del segundo clasismo Leocares, aunque también existían quienes se la endosaban a Praxíteles.

La verdad, no me interesaba para nada la versión original en bronce, hoy perdida. No creía que pudiera superar a esa copia nívea de mármol. A veces, las copias superan a sus originales. 

Tan perfecta era, que daba la impresión de estar moviéndose. Se trataba de una cazadora esbelta, acompañada por un ciervo macho. Seria en la expresión, sus ojos sin pupilas miran hacia la derecha, mientras que con el brazo derecho toma una flecha de su carcaj que carga en bandolera sobre su hombro derecho. El brazo izquierdo fue totalmente restaurado y reposa sobre la cornamenta del ciervo, un añadido moderno ya que el original empuñaba el arco. Mantiene los hombros proyectados hacia la derecha, con las caderas giradas hacia la izquierda, dando una impresión de movimiento.

Diana además está a la moda de la época: viste un quitón corto dorio por encima de las rodillas, el himatión o manto le pasa en bandolera por su hombro izquierdo, sujeto más abajo por el peplo que posee alrededor de la cintura. Calza trabajadas sandalias, se halla coronada con una diadema y su cabello ondulado se ha recogido en la parte trasera de la nuca.

Todo en ella refleja eso sublime que es el arte, cuando alcance esos grados cercanísimos a la perfección. 



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El beso más sentido de la historia del arte




NOTICIA DEL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germanicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires.





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