Marilyn lectora de Joyce

 




Por Luis Carranza Torres

Su carácter de símbolo sexual, su permanencia como ícono cultural ha originado alguna tendencia a parcializar su consideración biográfica.

Cosificada por muchos, hasta por ella misma en ocasiones, había detrás del ícono una persona muy distinta. La Marilyn real, se llamaba en realidad Norma Jean, no era rubia sino cobriza, no sonreía demasiado, y no era ninguna tonta, aunque en la pantalla la obligaran a jugar ese rol.

Ese ser humano de carne y hueso tenían muchas más preocupaciones, heridas sentimentales y vacío existencial que el ícono. Era asimismo, una persona mucho más profunda, inquieta y con claras preocupaciones intelectuales.  

En 1955, Eve Arnold, una fotógrafa estadounidense perteneciente a la agencia Magnum desde 1951, capturó una de sus imágenes icónicas, mientras leía la obra maestra de James Joyce, que revelan ese lado poco conocido de la rubia platinada de la década de 1950.

Peinada de entrecasa, abstraía de lo que ocurriera a su alrededor, vestida de entrecasa y descalza, con un brazo sobre las rodillas, toda la atención de Marilyn Monroe se halla dedicada a la lectura del libro que aferra en su mano derecha: Ulises de James Joyce. 


Como toda foto famosa, tiene una historia por detrás. En 1955, mientras trabajaban en una playa de Long Island, estando Monroe con el poeta Norman Rosten, Arnold se cruzó con ella. Contaría la escena en su libro "Great images of the 20th Century".

Tratando de hacerse una idea de a lo que se dedicaba en su tiempo libre, "le pregunté qué estaba leyendo", a lo que la actriz le dijo que llevaba el Ulises en su auto y que había estado leyéndolo.

Eve Arnold contaría luego que por ese tiempo Marilyn no se separaba del Ulises ni a sol ni a sombra, avanzando en su lectora sin prisa, pero sin pausa. Le gustaba leer en voz alta para darle sentido a las palabras. 

"Cuando nos detuvimos en un parque local para las fotos, ella tomó el libro y comenzó a leer mientras yo cargaba la película". Al tener lista la cámara, descubrió que la blonda se había olvidado de la foto, concentrada en la lectura. "Por supuesto, la fotografié"

La imagen que Eve se apresuró a retratar, fiel a su estilo de disparar el obturador de modo directo, sin aviso previo, en situaciones de la vida diaria, se convertiría en una de las más populares de la actriz.

Por su adición a ser tenida en cuenta, los temores sobre la soledad que nacían de su desdichada infancia, Marilyn se convirtió en no pocas ocasiones en una apologista de su propio e irreal estereotipo. Era la forma más fácil de ser aceptada.

Había otra, que gustaba de la poesía de Walt Whitman. La mujer más deseada del mundo de la época, casi sin diferencia de lugares, era también “la mujer más triste del mundo” cuando las cámaras se apagaban o los flashes dejaban de refulgir, según palabras del escritor Arthur Miller, con quien estuvo casada por cinco años.

Además de leer, escribía poesía. Luego de su muerte, un deceso que todavía da pasto a las dudas en el presente, Arthur Miller, expresó de ella respeto de sus versos que: “fue una poeta callejera que habría querido recitar sus versos a una multitud ávida de arrancarle la ropa.”

Al morir en 1962 a los 36 años, su biblioteca personal superaba los 400 ejemplares, de autores y títulos tan notables como diversos que muestran a una lectora sagaz e inquieta, que además de Whitman y Joyce, se interesaba por textos de Fitzgerald, Hemingway, Stendhal, Chéjov, Poe, Dostoievski, Kerouac, García Lorca, entre otros. En 1999 la casa de subastas Christies’s la remató, suscitando más interés por la relación con el ícono que por descubrir la persona real que los atesoró en su momento. 

Se puede consultar el listado aquí: 

Catálogo de libros de Marilyn Monroe


En el año 2010 se publicó el libro Fragmentos, donde se compendiaron esos poemas, además de pequeñas notas personales y partes de sus diarios íntimos. Allí se revela el gusto de Marilyn por la lectura, así como autores, a más de James Joyce y Walt Whitman, de otros como Samuel Beckett y su esposo Arthur Miller, a quien amó y dejó de amar como hombre, pero nunca de admirar como dramaturgo. 


Como puede verse allí, la joven detrás de la imagen de rubia superficial destrozadora de corazones, distaba en mucho de su estereotípico mítico. Una distancia tan extensa, como todo un mundo de lecturas.  


Para seguir leyendo:


Misión en el Trópico: 1 Viejos conocidos


Una época de romance, tecnología y espías


La novela jurídica: ficciones que no lo son tanto


NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  



Lo más leído

Imagen

La foto del 2 de abril

Imagen

La leyenda del Halcón