Esos cordobeses que cruzaron los Andes

 


Por Luis Carranza Torres

Pocos conocen, acerca del  cuerpo militar integrado por las milicias de infantería de la todavía intendencia de Córdoba del Tucumán, que todavía incluida a Cuyo, y enviado en 1813 por nuestro gobierno  en apoyo de la revolución patriota chilena. 

Desde el 18 de septiembre de 1810 gobernaba la Capitanía General de Chile, una junta  análoga a la establecida en el Virreinato del Río de la Plata. Pero muchos chilenos guardaban obediencia a las autoridades española, a lo que se le sumó en 1813 una importante fuerza militar enviada por el virrey del Perú, José Fernando de Abascal y Sousa, para recuperar el control de Chile. Entonces, el gobierno revolucionario chileno solicitó ayuda al nuestro, y la respuesta fue la formación de los Auxiliares.

En los documentos de la época se los refiere con distintas denominaciones diversas, tales como División Auxiliar o Auxiliares de Chile, entre otras. Mitre, por su parte, en su obra “Historia de San Martín y de la emancipación sud-americana”, los menciona como “Auxiliares Argentinos”.

Las tropas auxiliares (del latín auxilia) eran originariamente unidades del ejército romano compuestas por soldados que no eran ciudadanos romanos. Su propósito principal era apoyar a las legiones romanas en combate, compuestas en exclusiva por ciudadanos romanos. Por extensión, en el siglo XIX se utilizó para denominar a las fuerzas que no eran del país en donde luchaban o que se estacionaban en provincias distintas de la de procedencia.

La base de dichos “auxiliares” fue el batallón de Patricios de Córdoba. Por un informe del Gobernador Intendente Juan Martín de Pueyrredón del 1 de septiembre de 1810, sabemos que dicha unidad se componía de un comandante, un sargento mayor, un ayudante, dos capitanes, dos tenientes y dos subtenientes; mientras que la suboficialidad se integraba por seis sargentos, ocho cabos y dos tambores. Los soldados llegaban al número de 120. Se hallaba  dividido en dos compañías, cada una con un capitán, un teniente, un subteniente, tres sargentos, cuatro cabos, un tambor y sesenta soldados.

Fue ella, la primera unidad militar argentina que operó militarmente fuera de los límites del ex Virreinato del Río de la Plata, así como la que cruzó los andes por primera vez al efecto de pelear en el país trasandino. 

Allí, participó en la campaña militar contra los realistas durante el período que en la historia de Chile se conoce como "Patria Vieja", y regresó a suelo argentino en 1814 luego de la Batalla de Rancagua.

Su jefe fue en principio el teniente coronel Santiago Carreras, gobernador intendente, quien renunció a la gobernación el 4 de junio de 1813 ante la designación, partiendo el 15 del mismo mes de la ciudad de Córdoba junto con una compañía de infantería de línea y cinco carretas menores de municiones. 

Eran sus oficiales el sargento mayor Juan Gregorio de Las Heras, capitanes José Antonio Álvarez Condarco y José Argüello, teniente Román Deheza, subtenientes José M. Enríquez Peña y Ramón Aldoy, Ildefonso Marín como capellán,  y Antonio Martel en calidad de cirujano del contingente.

En Mendoza se incorporó otra compañía, al mando del capitán José Vargas y se procedió a formar una tercera compañía con voluntarios y destinados, sumando así 244 soldados de tropa y 13 oficiales.

Juan Gregorio Las Heras


Una portación de apellido

Habiendo cruzado los Andes, y recién llegados a Chile, empezaron los problemas de la política antes que los de las armas. Que su jefe se llamase Carreras, generó temores en algunos chilenos patriotas pero “anti carreristas” por la coincidencia del apellido con los Carrera de Chile, ya que temían que fueran parientes.  La Junta porteña decidió entonces reemplazarlo con el teniente coronel Marcos Balcarce, quien el 4 de noviembre de 1813 tomó el mando en Talca. 

Bajo su mando, los Auxiliares Argentinos tomaron parte de la batalla de Cucha Cucha el 23 de febrero de 1814. Allí, una columna patriota de 400 fusileros, 40 dragones y 2 cañones, regresaba a su campamento con un arreo de ganado cuando su retaguardia, un poco distanciada del grueso, fue atacada por 500 ó 600 soldados realistas. Las Heras, al mando de 100 soldados de los Auxiliares Argentinos, protegieron la retirada de la columna patriota y en defensa de ella cargó a la bayoneta contra los realistas desalojándolos por varias horas de sus posiciones y obligándolo a replegarse a una altura. Esta acción permitió que la columna regresara al campamento con su arreo, tras lo cual los auxiliares se retiraron en orden.

En su parte reservado al Gobierno argentino, de fecha 24 de febrero, Balcarce expresó: “En la acción de ayer en que debió perderse Chile por la vergonzosa fuga de sus tropas, hemos tenido oportunidad de salvarlo merced al arrojo y bravura de las nuestras”. En reconocimiento al valor demostrado en este combate el gobierno argentino autorizó a Balcarce a diseñar un escudo de honor. Ese escudo era ovalado, orlado de palmas y de laurel y en el centro el lema: La Patria a los valerosos de Cuchacucha. Auxiliares en Chile. Año de 1814.

Por los hechos de Cucha Cucha, el Gobierno de Chile decretó el ascenso de Balcarce al grado de brigadier general, mientras que el Gobierno de Buenos Aires lo elevó el 9 de septiembre de 1814 al recientemente creado rango de coronel mayor, siendo el primero que lo obtuvo en nuestros ejércitos.

Los Auxiliares participaron asimismo en el combate del Membrilar, tras el cual Balcarce fue autorizado por el Gobierno argentino a utilizar un escudo circular de paño azul, orlado de palmas y laurel, bordado con hilos de plata con la leyenda: La Patria al mérito y al valor en el Membrillar. Otras acciones en que tomaron parte fueron las de Paso del Maule (2 y 3 de abril), Tres Montes y Paso del Río Clarillos (7 de abril).  

Pese a destacarse en todas por su bravura, y luchado codo a codo con las fuerzas chilenas, las relaciones con el gobierno trasandino no eran las mejores, por lo que Balcarce decidió abandonar al ejército chileno, cansado de vejaciones, sin que se abonaran los sueldos a sus soldados, que marchaban casi desnudos y sin racionamiento.

Tomó entonces el mando Las Heras, y ante el escándalo, los pertrechos y pagos comenzaron a aparecer.

Acantonados en Santiago de Chile en defensa de la capital, se negaron a tomar parte en las disputas internas de los patriotas, entre los partidarios de los Carrera y Bernardo de O´Higgins, por lo que la Junta presidida por uno de los hermanos Carrera, los expulsó de la ciudad, mandando que desalojaran el cuartel de San Pablo y se dirigieran a Los Andes.

Los españoles aprovecharon tales desavenencias internas para desembarcar un ejército en Talcahuano de 5.000 hombres, y aunque frente a tal hecho, los bandos patriotas dejaron de lado sus diferencias para enfrentar el enemigo común, fueron derrotados en la batalla de Rancagua (1 y 2 de octubre de 1814). 

Los Auxiliares se encontraban en la Villa de Santa Rosa de los Andes prontos a repasar la cordillera cuando la estación lo permitiera, cuando fueron solicitados por el gobierno chileno de Carrera que los echara, para prevenir un desembarco realista en la Costa de San Antonio, y reforzar así la línea defensiva que debía intentar evitar la caída de Santiago. 

Para Las Heras, la real intención de esas órdenes de Carrera era enviarlos a la primera línea como carne de cañón para ganar tiempo en su retirada, en “pago” por haberse abstenido de tomar parte en disputas internas a su favor.


Le escribió a Balcarce: “Es visto que los chilenos no nos quieren. No fue así en otros tiempos; y aunque ahora, en mi concepto, se hallan doblemente apurados, su orgullo es tal, que más estiman ser esclavos que debernos la libertad. Estoy con algún cuidado porque estos son unos demonios, pero si algo se les pone en la cabeza les pesará”.

Pese a todas, sus prevenciones, decidió acudir a prestar el auxilio solicitado, pero al llegar a la cuesta de Chacabuco, Las Heras se encontró con los emigrantes provenientes de Santiago, y suspendió el avance atento las noticias, ya que el desembarco se había producido y ninguna línea de defensa de Santiago se hallaba dispuesta. 

Se unió entonces a O'Higgins, y protegió su retirada en la retaguardia de la columna. Carrera, quien les había ordenado volverse, estaba por entonces junto con 400 ó 500 hombres cruzando a Mendoza la cordillera desde el pueblo de Santa Rosa.

Base del Ejército de los Andes

Traspasados nuevamente los Andes, los Auxiliares Argentinos se establecieron en octubre de 1814 en Mendoza, luego de permanecer algunas semanas en Uspallata. 

Eran unos 180 hombres, de los casi trescientos que habían partido. Bajo el mando de Las Heras, se integraron a las fuerzas que comandaba José de San Martín, quien desde el 12 de septiembre de ese año había sido nombrado gobernador intendente de Cuyo.

Cuando San Martín inicia los trabajos para organizar el Ejército de los Andes, contaba sólo con una única unidad militar fogueada en combate: los Auxiliares. Con ellos, sumados a las milicias cívicas de la provincia, es que comienza a dar forma al instrumento militar que debía repasar con éxito una de las cadenas montañosas más altas del mundo, y para peor en mano de los españoles.

Es por ello que el 8 de noviembre de 1814,  dispone crear con los auxiliares, el Batallón N° 11 de Infantería, con seis compañías de 120 hombres cada una, y manteniéndolos al mando del Teniente Coronel Juan Gregorio de Las Heras. En enero de 1816, un año antes del cruce,  lo elevará a la categoría de regimiento.

Sería la punta de lanza del pase de los Andes, por su conocimiento del terreno. Es que esas montañas que le causaban insomnio al Libertador, tenían ya pocos secretos para esos soldados, tan cordobeses, como de los Andes mismos que por dos veces habían sorteado.


Para seguir leyendo sobre historia en el blog:

Los secretos de un auditor de guerra


El encuentro francés de José de San Martín y Napoleón Bonaparte








NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  




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