Los Lobos del Atlántico


 
Por Luis Carranza Torres

El heroísmo, las proezas y el sacrificio del arma submarina de la kriegsmarine, la armada alemana durante la Segunda Guerra Mundial, resultan una página no menor de dicha contienda. Pocas ramas de las fuerzas armadas de todas las naciones involucradas consiguieron y perdieron tanto como ellos. Por lo mismo, tiene también un lugar destacado en la trama tanto de la novela  Hijos de la Tormenta , para luego alcanzar su cenit en  la posterior Náufragos en un mundo extraño

U-Boot (en inglés y en otros idiomas U-boat), abreviatura del alemán Unterseeboot, «nave submarina», en plural U-Boote, es la denominación dada a los sumergibles y submarinos alemanes desde la Primera Guerra Mundial. El principal escenario donde actuaron fue el océano Atlántico y el mar del Norte y rara vez el océano Índico u océano Pacífico.

Luego de 1940, tras la ocupación de Francia, Alemania tenía al fin puertos en el Atlántico, sin tener zarpar desde sus bases y cruzar las aguas del mar del norte, fuertemente dominadas por la marina real británica. 

Era un viejo, y quizás, el más anhelado de los objetivos estratégicos de la marina alemana. Escapar de la encerrona que su posición central y netamente continental en el centro de Europa traída aparejada. Los puertos dinamarqueses no mejoraban mucho eso. Los situados en Noruega tenían todavía el inconveniente de Inglaterra al oeste como tapón para llegar al océano. Con la posesión de Francia tales inconvenientes desaparecían. Se trataba de un amplio litoral marítimo, con acceso directo al Atlántico y al sur de las islas británicas.

La fuerza de submarinos fue la directa beneficiaria de ello. Luego de las pérdidas de unidades de superficie durante la campaña en Noruega, clave para asegurar que los envíos de hierro sueco siguieran fluyendo hacia Alemania, se varió el eje de los planes navales y se decidió concentrarse en la guerra submarina.

Apenas desatada la guerra, el arma de submarinos había sido promovida, dentro de la marina, al nivel de un comando independiente y Dönitz ascendido a contraalmirante. Una muestra más de la especial relación que el marino mantenía con Hitler.

No le importaba que, comparativamente, los submarinos alemanes fueran más pequeños que los estadounidenses o ingleses contemporáneos y su confort para los tripulantes era nulo; se trataba de buques austeros y espartanos, solo preparados para el combate.


Fueron varios los tipos de ellos que se operaron durante el conflicto. Acaso el más representativo sea el el denominado Tipo VII, de sesenta y seis metros de eslora y poco más de seis de manga, con casi novecientas toneladas de peso en inmersión. Conocía sus detalles a la perfección. Había integrado el equipo que diseñara a esa clase y ahora estaba a cargo de uno, algo que soñaba desde siempre con los ojos abiertos

Su armamento era impresionante: catorce torpedos que podían dispararse desde cinco tubos distintos, un cañón de cubierta de 88 mm, un cañón antiaéreo de 37 mm y dos cañones antiaéreos de 20 mm dispuestos en un montaje doble.

Sus motores diésel podían impulsarlo a dieciocho nudos en superficie y los motores eléctricos a baterías a siete y medio sumergido, con una autonomía de ocho mil quinientas millas a diez nudos en superficie y de ciento treinta sumergido. La estructura de su casco le permitía descender, de ser de necesidad, hasta doscientos ochenta metros en el océano. 

Para ellos, un nuevo tipo de combate se había ideado, en reemplazo de la acción en solitario vista durante la anterior guerra mundial. Una mucho más efectiva, que narramos en clave literaria en Hijos de la Tormenta del siguiente modo: 

"El sol despuntaba sobre la línea del poniente. Todavía el mar no se decidía a terminar allí y empezar a mostrar la costa francesa. Dieter permanecía en el puente de mando, exhausto del combate nocturno que habían librado. Estaba vestido, en ese atuendo de trabajo típico de los Ubootwaffe, un mono de cuero tratado color gris pálido, que era la razón de ser apodados como “lobos grises”

Uno de sus oficiales, el Oberleutnant zur See Arendt le alcanzó una taza de café desde abajo. Era joven como todos los demás en esa tripulación cuya media apenas sobrepasaba los veinte años. Más bien bajo, de compleción fornida con el cabello castaño algo crespo y rojizo, se había desempeñado bien en la lucha de la noche anterior. Todos habían funcionado como un equipo de rápidos reflejos y ello daba confianza a las posibilidades de salir bien librados de esa guerra. 
Dieter tragó el brebaje con deleite. Era lo primero que podía considerarse un alimento que había podido tener en once horas, luego de la batalla en que habían tomado parte. 
Fue una orgía de sangre. Recibía el nombre de Rudeltaktik, manada de lobos en alemán. Suponía que cualquier submarino que avistara a un convoy enemigo, en lugar de atacarlo, daba aviso a su comando, que enviaba a las unidades disponibles en el área para lanzarse en conjunto sobre la presa".


Karl Dönitz empleó la palabra alemana Rudel para describir esta táctica, dado que hace referencia a una manada de animales. El término en inglés, y el más extendido es Wolf pack, o manada de lobos.

El concepto alemán del Rudeltaktik tuvo tanto impacto en las tácticas de submarinos que posteriormente y en el mismo conflicto también sería empleada por los estadounidenses contra los japoneses en el Océano Pacífico.



El Führer der Unterseeboote o jefe del arma de submarinos, Tío Karl en la denominación afectuosa de sus hombres había desarrollado tal técnica hasta un punto cercano a la perfección. Pero no tenía, y nunca pudo tener, todos los submarinos que necesitaba para asegurar su éxito.

Al igual que las manadas de lobos de las que tomaba su nombre, la agrupación de U-boots era un grupo organizados de acuerdo a una estricta asignación de tareas.

Esa estructura de cooperación grupal permitía, a los lobos, un predador comunitario, obtener presas mayores a su tamaño. A los submarinistas de la Kriegsmarine, por su parte, les había llevado a retomar la iniciativa bélica luego de las pérdidas de unidades de superficie padecidas en Noruega, sembrando la destrucción de mercantes ingleses por todo el Atlántico y poniendo a la isla contra las cuerdas en cuanto a su posibilidad de obtener vitales suministros desde ultramar. 

A pesar de todas las ventajas del sistema, y el arrojo de quienes lo materializaron en batallas sobre y bajo las aguas del Atlántico, los  U-boots  nunca estuvieron exentos de enemigos. Para empezar, todos los convoyes eran fuertemente custodiados por un tipo de buque especializado en cazar submarinos: el destructor. 


También tenían un enemigo sigiloso: Eran los llamados Buques Q, también conocidos como Q-boats o Navíos Señuelo, barcos con apariencia exterior de inofensivos mercantes pero pesadamente armados con  armas ocultas, que navegaban ex profeso con la intención de atraer a los submarinos para que estos realizaran ataques en superficie al creerlos indefensos y darles la posibilidad de eliminarlos con su artillería oculta. Ya habían sido usados por la Royal Navy durante la Primera Guerra Mundial contra los submarinos alemanes y en esta nueva guerra mundial repetían la estratagema.

No era el único peligro respecto de los cargueros. También, en otras ocasiones, cambiaban el curso y directamente los embestían. Y ese buque lo superaba varias veces en tamaño y tonelaje al sumergible. 
Le alcanzó rápidamente un papel, desde debajo de la escalerilla. Era la transcripción del mensaje radiado: "S.S.S...S.S.S.... Peregrino atacado. Solicito asistencia... Peregrino atacado... S.S.S. Peregrino". Seguían los datos de la posición en donde se hallaban. La sustitución de la "O" por la "S", en la llamada de auxilio era una práctica común en los buques aliados para indicar que había submarinos enemigos en la zona.

Si la novela  Hijos de la Tormenta tiene como marco el ascenso y punto crucial de la guerra submarina en el Atlántico, luego en  Náufragos en un mundo extraño se mostrará el declive y derrota final de ese conjunto de guerreros del mar.  Pero es ya otra parte de la historia. 



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Las andanzas de JFK en Ascochinga


Constanza y la botadura del Bismarck


La primera atleta olímpica


La guerra fría nazi-soviética de los monumentos


NOTICIA DEL AUTOR DE LA NOTA:

Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.



Perdidos en una tormenta, sin poder ver más allá, en medio de la guerra se camina a tientas, en penumbras, bajo un cielo inclemente que no permite avanzar sin retroceder, por un sendero que no conduce a ninguna parte. Así, perdidos y huérfanos se sienten los hijos de esa tormenta que es toda guerra. 

"Hijos de la tormenta" vuelve sobre los personajes de "Mujeres de invierno" en medio de la Segunda Guerra Mundial. La familia López de Madariaga, diplomáticos argentinos en la Berlín de los años treinta se ha disgregado. Separado el matrimonio, diseminados los hijos, el estallido bélico los encuentra perdidos y difusos, cada uno intentando recomponer su vida, forjarse un nuevo futuro ya lejos de esa Alemania opresiva y en ciernes que, ahora, se ha extendido por casi toda Europa en un afán imperial. 

En la peor de las guerras, entre los encuentros y desencuentros de Constanza y Dieter, en torno a las desventuras de esa singular pareja, orbitan los otros personajes. Fiamma pelea en los cielos una guerra y otras aun peores en tierra.  

Ninguno puede escapar a aquello que lo conmina: un amor apenas correspondido; una madre que es obligada a desprenderse de su hijo; un médico de la Cruz Roja en una relación con una joven treinta años menor; una muchacha que derriba aviones nazis. 

La novela se vuelve, entonces, coral, llena de voces y de situaciones en distintos escenarios -Londres, Berlín, París, Buenos Aires, Córdoba- en los que se narra lo cruento de la guerra, en los que la impresión es que no hay sosiego ni dónde resguardarse. 

Todos envueltos en una tormenta que los prohíja y que no los deja ver más allá del presente. Luis Carranza Torres continúa en esta novela con la historia de una singular familia argentina que atraviesa uno de los momentos que definieron la historia del siglo XX, y la narra con la maestría de quien puede transportar al lector a otro mundo y otro tiempo.


Cuatro preguntas clave sobre la Saga de la Segunda Guerra Mundial 


📌 ¿Cuántas novelas son?
Está compuesta por tres libros: "Mujeres de invierno", "Hijos de la tormenta" y "Náufragos en un mundo extraño".

📌 ¿Quiénes son los personajes principales?
Tiene como protagonista a la familia López de Madariaga y comienza con su viaje a Berlín 🇩🇪, ciudad donde Ignacio ocupará el puesto de embajador argentino.

📌 ¿Cuándo ocurre?
Comienza en los años 30,  por lo que los personajes serán testigos de cada momento desde el ascenso del Tercer Reich y se extiende hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

📌 ¿Qué temáticas se ponen en juego?
La Alemania más oscura es escenario de un abanico de historias tan intensas como atrapantes: redes de espionaje, amor, poder, pasión y una reconstrucción histórica exhaustiva de aquellos tiempos difíciles y desafiantes.



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