Las andanzas de J.F.K. en Ascochinga
Por Luis Carranza Torres
En mayo de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, pero con los Estados Unidos y Argentina todavía neutrales en ella, un joven John Fitzgerald Kennedy llegaba a la Argentina, donde era recibido por la familia Cárcano en Buenos Aires para luego trasladarse a Córdoba, a la estancia en las sierras que tenían allí.
Los Kennedy y los Cárcano eran viejos conocidos, de cuando las cabezas de cada familia habían coincidido en Londres como embajadores de sus respectivos países. Con hijos de similar edad, los jóvenes empezaron a tratarse luego de conocerse en la asunción del Papa Pio XII en Roma.
Otro motivo no menor para su visita era la atracción que sentía por la mayor de las hijas del dueño de casa, Stella Maris Cárcano. Los sentimientos del joven por ella eran evidentes, lo que ella sentía por él, no tanto. Todavía al día de hoy se discute qué tipo de relación tuvieron. Stella siempre ha dicho que solo fueron grandes amigos y ella estaba con la cabeza en otra parte. Lo cierto es que tenían una relación de confianza y afecto, y siempre siguieron en contacto.
En la novela Hijos de la Tormenta está contado tal hecho, como parte del contexto histórico en que se desarrolla la trama. Las anécdotas respecto de la visita eran tan "jugosas" que todo lo escrito allí ocurrió en la realidad, no fue necesario imaginar nada. Salvo, claro está, la relación de Constanza con Jack. Tan particular y con tantas idas y vueltas como la que este tuvo en la realidad con Stella.
Kennedy se alojó en la estancia San Miguel de los Cárcano, en Ascochinga, Córdoba, entre el 26 de mayo y el 10 de junio de 1941. Allí incluso, el 27 de mayo festejó su cumpleaños número 24.
Fue un viaje de graduación por América del Sur, tras terminar sus estudios de leyes en Hardvard. Una práctica común entre los jóvenes de clase acomodada estadounidense.
Sus actividades fueron variadas y con disímil éxito: además de comer asados, cabalgar muy mal, pretender enlazar peor y salir de juerga por la noche con Michael, hermano de Stella, participó de todas las actividades propias de la vida de campo. Era simpático, curioso, hiperactivo y no sabía una palabra de castellano.
Abonado en los datos de la propia realidad, en la novela se reconstruye con bastante detalle lo que vestía, ciertos gustos del invitado y el entorno en que estuvo por aquellos días, a más de su relación con Stella.
"Salir a cabalgar por las sierras no era el pasatiempo que tenía en mente, pero no tuvo oportunidad de escabullirse con alguna escusa. Stella no le había dejado mucha opción, con ese amablisímo tono mandón suyo. Vestía, por ello, unas bombachas gauchas y un par de alpargatas blancas prestadas, a falta de una mejor alternativa, por no haber traído ropa para dicha actividad. Completaba su atuendo con una casaca tipo militar y sus manos estaban cubiertas con guantes. En realidad, los caballos le daban alergia y no podía tocarlos. Pero su amiga no había cejado hasta hacerle aceptar participar de la cabalgata de ese día. Todavía pensaba si era por afecto o para mortificarlo, que se había mostrado tan insistente sobre el tema.
Jack descubría que no podía negarle casi nada de lo que se le metía a ella en la cabeza. La belleza de la joven y la afinidad entre ambos en Londres, donde sus padres eran embajadores de sus respectivos países ante la Corte de Saint James, lo había impulsado a venir a esa parte del sur de América, hasta entonces desconocida para él.
“Baby”, como todos llamaban a Stella en confianza, era difícil de resistir en sus invitaciones. Le había hablado maravillas del paisaje de las sierras de Córdoba y de la vida de campo en la Argentina.
Debía admitir que tenía razón. El lugar había sido en el siglo XVII un puesto de la Estancia Jesuítica de Santa Catalina. Sus actuales dueños habían respetado cada construcción, cada piedra y cada árbol de ese tiempo. El resultado era estar, en ese entorno agreste y montañoso, semejantes a esos antiguos conventos españoles que había visto en California.
Solo el parque y el interior de la casa, habían sido remozados al uso de los tiempos modernos. Nada tenía que envidiarle a cualquier residencia similar que John hubiera visto en Estados Unidos e incluso Europa. Por algo el lugar tenía la fama de resultar uno de los más hermosos de los establecimientos de campo en toda Sudamérica. Eso también explicaba la razón por la cual, diez años antes, se hubieran hospedado allí el príncipe de Gales, Eduardo de Windsor, luego Eduardo VII de Inglaterra, y su hermano menor Jorge, ahora duque de Kent".
“Era un pícaro. no se abatataba, era muy perseverante”, dijo alguna vez Stella sobre la insistencia del joven norteamericano de tener algo más que una amistad con ella. Desde que llegó hasta su ida, no paró en sus avances en tal sentido, sin éxito alguno.
En una misa dominical, sorprendió a todos dejando en la colecta diez dólares. Nadie allí había visto ese tipo de billetes, Cuanto le preguntaron el por qué de la cifra, respondió que era lo mismo que había gastado en la salida nocturna con Michael la noche anterior.
En las conversaciones, de manera frecuente salían sus ansias de dedicarse a la política y su ambición de ser presidente de los Estados Unidos. Pocos, del grupo de jóvenes que estaban allí, lo tomaban en serio. Distinto pasaba con el dueño de casa, Miguel Ángel Cárcano, que le recomendó leer mucho de historia y con el que cambió algunos consejos. Venía de manejar en forma brillante las difíciles relaciones con Inglaterra como embajador en Londres.
Veinte años después, Kennedy era presidente de su país y en la gira del presidente argentino Arturo Frondizi, Cárcano integraba la comitiva por desempeñarse como ministro de Relaciones Exteriores. Algo deben haber recordado al respecto.
John siempre consideró aquellos días de Ascochinga entre los mejores recuerdos de su vida. Tan es así que luego de su muerte, su viuda, Jackie Kennedy, vino a la estancia San Miguel junto a sus dos hijos, John-John y Caroline, para que conocieran el lugar «donde su padre había sido tan feliz».
De esa visita una placa recuerda su paso en la iglesia Sagrado Corazón de Jesús de Ascochinga.
En la novela Hijos de la Tormenta, las ambiciones sentimentales de Jack (como le decían los íntimos) respecto de Coti, se resuelven en igual modo que aquello que pasó en la vida real, charla mediante en el día del cumpleaños del joven graduado.
"Jack volvía a ser el chico travieso, empedernido en conquistar a quien tuviera enfrente. Coti prefería, toda la vida, la imagen del joven curioso o sensible a buscar respuestas sobre el mundo, que esa de lanzado conquistador.
—¿Por qué siempre estás a la defensiva conmigo?
Había cierta molestia en el tono de su voz. Desde su entrada a la adolescencia, a John Kennedy pocas mujeres le habían hablado de esa forma. O rechazado tanto.
—Sólo haces esto conmigo porque no te llevo el apunte—respondió Coti—. Y porque te pierden las rubias".
Para leer más en el blog:
Una argentina en los cielos de la Segunda Guerra Mundial
Cuando las mujeres fueron a la guerra
Constanza y la botadura del Bismarck
La guerra fría nazi-soviética de los monumentos
NOTICIA DEL AUTOR DE LA NOTA:
Perdidos en una tormenta, sin poder ver más allá, en medio de la guerra se camina a tientas, en penumbras, bajo un cielo inclemente que no permite avanzar sin retroceder, por un sendero que no conduce a ninguna parte. Así, perdidos y huérfanos se sienten los hijos de esa tormenta que es toda guerra.
"Hijos de la tormenta" vuelve sobre los personajes de "Mujeres de invierno" en medio de la Segunda Guerra Mundial. La familia López de Madariaga, diplomáticos argentinos en la Berlín de los años treinta se ha disgregado. Separado el matrimonio, diseminados los hijos, el estallido bélico los encuentra perdidos y difusos, cada uno intentando recomponer su vida, forjarse un nuevo futuro ya lejos de esa Alemania opresiva y en ciernes que, ahora, se ha extendido por casi toda Europa en un afán imperial.
En la peor de las guerras, entre los encuentros y desencuentros de Constanza y Dieter, en torno a las desventuras de esa singular pareja, orbitan los otros personajes. Fiamma pelea en los cielos una guerra y otras aun peores en tierra.
Ninguno puede escapar a aquello que lo conmina: un amor apenas correspondido; una madre que es obligada a desprenderse de su hijo; un médico de la Cruz Roja en una relación con una joven treinta años menor; una muchacha que derriba aviones nazis.
La novela se vuelve, entonces, coral, llena de voces y de situaciones en distintos escenarios -Londres, Berlín, París, Buenos Aires, Córdoba- en los que se narra lo cruento de la guerra, en los que la impresión es que no hay sosiego ni dónde resguardarse.
Todos envueltos en una tormenta que los prohíja y que no los deja ver más allá del presente. Luis Carranza Torres continúa en esta novela con la historia de una singular familia argentina que atraviesa uno de los momentos que definieron la historia del siglo XX, y la narra con la maestría de quien puede transportar al lector a otro mundo y otro tiempo.
Cuatro preguntas clave sobre la Saga de la Segunda Guerra Mundial
📌 ¿Cuántas novelas son?
Está compuesta por tres libros: "Mujeres de invierno", "Hijos de la tormenta" y "Náufragos en un mundo extraño".
📌 ¿Quiénes son los personajes principales?
Tiene como protagonista a la familia López de Madariaga y comienza con su viaje a Berlín 🇩🇪, ciudad donde Ignacio ocupará el puesto de embajador argentino.
📌 ¿Cuándo ocurre?
Comienza en los años 30, por lo que los personajes serán testigos de cada momento desde el ascenso del Tercer Reich y se extiende hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.
📌 ¿Qué temáticas se ponen en juego?
La Alemania más oscura es escenario de un abanico de historias tan intensas como atrapantes: redes de espionaje, amor, poder, pasión y una reconstrucción histórica exhaustiva de aquellos tiempos difíciles y desafiantes.