Sarmiento y Córdoba
por Luis Carranza Torres
La primera conexión de Sarmiento con Córdoba fue de niño y sumamente emocional, y no para bien. En 1821, con apenas diez años, Domingo Faustino viajó a la ciudad junto a su padre, José Clemente Sarmiento, con el propósito de ingresar al prestigioso Seminario de Loreto. Un destino codiciado para obtener una formación de calidad. Pero como él relata este suceso en sus memorias, Recuerdos de provincia: "hube de volverme sin entrar".
Es que su ingreso dependía de una beca destinada a estudiantes pobres, que no se le otorgó. Y aun cuando no se conocen detalles precisos del rechazo, pero se presume que influyeron tanto la falta de recursos como la ausencia de conexiones políticas o eclesiásticas que pudieran respaldar su admisión.
Sarmiento se volcó entonces al estudio autodidacta, y más tarde encontró en su tío, el presbítero José de Oro, un mentor clave que lo ayudó a formarse fuera de los circuitos oficiales. Pero dicho rechazo fue uno de los primeros golpes que lo marcaron profundamente y lo llevaron a desarrollar una visión crítica del sistema educativo imperante
En su obra cumbre, Facundo, Sarmiento construyó un universo simbólico donde las fuerzas de la "civilización" y la "barbarie" se enfrentaban en un combate por el alma de la nación. En este marco, Córdoba resultaba a su entender un arquetipo clave de la barbarie intelectual y social.
Bastión de la tradición federalista, que defendía la autonomía provincial y se oponía a los proyectos de un gobierno centralizado en Buenos Aires, con un profundo arraigo clerical y conservador que se conjugaba con la presencia de la universidad más antigua del país.
Por eso, la crítica de la mirada sarmientina se presenta al espíritu de la sociedad cordobesa que entendía de "rasgos medievales" que la transformaban en "un claustro encerrado en sí mismo". Imposibilitado de endilgarle atraso en el conocimiento o falta de cultura, en su ideario, Córdoba representaba lo hispánico y americano que debía ceder ante el influjo anglosajón y francés.
A pesar de tal mirada, o precisamente conocedor de resultar el punto débil de su formulación de civilización-barbarie, una vez llegado a la presidencia, Sarmiento eligió a Córdoba como el epicentro de sus proyectos más ambiciosos.
Utilizó la ciencia, la educación y la infraestructura en la sociedad cordobesa no solo como herramientas de progreso en los términos que lo entendía, sino también como instrumentos estratégicos para proyectar el poder del Estado nacional en el corazón del interior. Perseguía asimismo en tal proceso, integrar el tradicionalismo federalista a su proyecto de nación. Esta interacción fue un acto de audacia política que convirtió a Córdoba en un laboratorio de la modernidad argentina.
La elección de Córdoba como el epicentro de sus proyectos no fue aleatoria. La provincia se convirtió en el escenario donde se materializó la visión sarmientina de un país modernizado, interconectado y con una sólida base científica. Que Sarmiento, crítico acérrimo de sus formas y modo de vida tradicional la haya elegido a tales efectos, muestra a las claras que no dejaba de reconocer y admirar a un lugar que consideraba muy opuesto a su forma de pensar las cosas.
En 1871, el Observatorio Nacional Argentino (hoy Observatorio Astronómico de Córdoba) fue fundado por Sarmiento en la ciudad mediterránea y de los doctores. Se trató del primero en el país y uno de los pioneros en Sudamérica. Gould, su primer director, se dedicó a trazar un mapa del cielo austral, un trabajo señero en la época que culminó en su célebre obra Uranometría Argentina en 1879.
Tal creación se complementó con la fundación de la Academia Nacional de Ciencias en 1878, aunque su autorización por ley se remonta a 1872. Con el foco de actuación puesto en la investigación en ciencias naturales fuera de la capital del país, se contrató a un grupo de expertos, principalmente de Alemania.
La Exposición Nacional de 1871 en Córdoba, por su parte, fue la "prueba visual de concepto" del proyecto sarmientino. Inspirado en una muestra industrial que había visitado en París, Sarmiento decidió replicar la idea en Argentina y, de manera audaz, eligió a Córdoba a pesar de los reclamos de Buenos Aires para que se hiciera allí.
Ubicada en donde hoy se levanta el palacio de Tribunales, dicha exposición, que duró tres meses, fue un rotundo éxito a pesar de las adversidades, como la epidemia de cólera en Córdoba y la de fiebre amarilla en Buenos Aires. En ella se exhibieron productos agropecuarios y fabriles, así como maquinaria agrícola traída de Alemania, Estados Unidos e Inglaterra con gran suceso de público y aceptación de los nuevos adelantos por parte de sus destinatarios.
Tanto la creación de instituciones de ciencias como la exposición fueron asimismo de la mano de proyectos de infraestructura general como la finalización del Ferrocarril Central Argentino de Rosario a Córdoba y la inauguración de la línea telegráfica que unía ambas ciudades en 1871.
En retrospectiva, puede apreciarse que la huella de Sarmiento en Córdoba no es solo un conjunto de instituciones, sino el cimiento de una identidad moderna que se define por su rol central en la ciencia, la educación y la agroindustria de Argentina. En dicho sentido, no es antojadizo pensar que el sanjuanino quiso dejar su huella en la tierra que una vez lo rechazara. Un lugar al que, pese a todas sus críticas, no dejaba de reconocerle, en el silencio y de modo siempre tácito, las potencialidades educativas y científicas de la que era capaz.
Es que con todas sus diferencias, la cultura y la educación vinculaban a Domingo Faustino con la ciudad docta mucho más de lo que podían alejarlo sus distintos enfoques ideológicos.
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