Kendrya y los secretos de las gladiadoras

 



        Por Luis Carranza Torres


        Kendrya Mong Ruadh, Kendrya del Pelo Rojo, hija de Aed Ruadh, hombre libre y herrero de una aldea en Hibernia, quiere llevar a ser una guerrera y conocer el mundo que existe más allá del mar. 

        El destino le cumplirá sus deseos, de la peor forma posible. 

        Capturada por los romanos tras arrasar con su aldea, es llevada a Roma para ser entrenada en el Ludus Magnus, a fin que combate en la arena del Coliseo. 

        Las vicisitudes de esta joven celta, que pronto asciende rauda en la consideración del sanguinario público de las luchas de gladiadores, uno de los personajes principales de la novela Germanicus. El corazón de la espada, refleja asimismo la historia de las gladiadoras en la Antigua Roma. 

        Fue algo inseparable de escribir la novela, ser capturado por el tópico. Existe mucho de leyenda y relativamente pocas fuentes para saber respecto de las mujeres que combatían en la arena romana.

        La primera noticia que tenemos escrita sobre ellas se trata del denominado "Decreto de Larinum", un decreto senatorial dado alrededor del año 19, durante el gobierno de Tiberio, cuyo texto grabado en una tablilla de bronce nos ha llegado incompleto y que establecía: "...que les agradaba que nadie trajera al escenario a un hijo, una hija de un senador. , nieto, nieta, bisnieto o bisnieta, o cualquier varón cuyo padre o abuelo, ya sea paterno o materno, o hermano, o cualquier mujer cuyo esposo o padre o abuelo, ya sea paterno o materno o hermano alguna vez haya poseyó el derecho de sentarse en los asientos reservados para los caballeros, o pedirles que luchen por una tarifa en la arena o que tomen las plumas de gladiadores o sirvan como entrenadores, o sirvan en cualquier otra función similar".

    La inclusión de las mujeres en la prohibición es lo que nos da la pauta que existían tales situaciones, de mujeres que peleaban en la arena, apareciendo como gladiadoras en espectáculos.

    Sin embargo, la primera aparición de una gladiatrix atestiguada directamente en las fuentes históricas tiene lugar bajo el gobierno de Nerón, durante los juegos celebrados con ocasión de la visita del rey de Armenia. 

    Tácito, en sus Annales (15.32.3), menciona que durante los juegos celebrados con ocasión de la visita de Tiridates I de Armenia a Roma y que fueran dado por Nerón, aparecieron "mujeres distinguidas". Se trata de la primera referencia directa a las gladiadoras, a la vez que implica un incumplimiento del Decreto de Larinum. Podemos pensar que, como en tantas otras cosas en Roma, pese a la ley, la costumbre tiraba más fuerte, aun para un Emperador. 

    También sobre Nerón, el historiador Dion Casio (62.3.1) menciona que en un evento en el año 66 patrocinado por él,  lucharon no sólo mujeres, sino también niños. Su innovación en materia de luchas corrió pareja a su perversidad: puso a luchar a mujeres con enanos; hombres, mujeres y niños etíopes a la vez; en otra ocasión, a su propia concubina vestida de amazona; también obligó a participar de tales fuegos a mujeres de senadores, aunque no se sabe si en luchas. En los juegos que ofreció por la memoria de su difunta madre, a la que había hecho asesinar dicho sea de paso, como nos cuenta Suetonio (Nero, 12. 1.), hizo participar a hombres y mujeres de la clase de los équites y los patricios.

    También existe un registro de las gladiadoras en el Satiricón de Petronio (Satyricon, XLV), sobre un essedarius femenino, un gladiador que luchaba sobre un carro de estilo celta, durante un espectáculo. Muchos han entendido esto como una inspiración de lo que ocurría en Britania, donde la reina Boudica se rebeló contra los romanos, pues tales hechos tuvieron en la época en la que se escribió tal obra.

  La escritora Amy Zoll postula que el hecho de que los historiadores antiguos mencionaran estos hechos de manera tan casual pudiera suponer que se tratase de eventos mucho más extendidos de lo que la evidencia directa pudiera indicar (Amy Zoll, Gladiatrix: The True Story of History’s Unknown Woman Warrior. New York: Berkley, 2002).


    Las gladiadoras no sólo luchaban entre sí, sino también con enanos. De hecho, Kendrya debuta en la arena en un "espectáculo" de ese tipo, que termina de un modo muy particular. 

    No todos los combates eran a muerte, tampoco. Si un gladiador tenía un alto costo para entrenarlo y mantenerlo en forma para la lucha, con las mujeres era aun mayor la cifra. No era cosa de andar desperdiciando tal inversión en una sola lucha. Las luchas a muerte eran la excepción y podríamos decir que un espectáculo de lujo que atraían una atención por encima de los juegos comunes. Por eso el interés social que despierta cuando a Kendrya la hacen luchar a muerte y todo lo que se teje por detrás. 

    Es común denominarlas como "gladiatrix". De hecho, así se les dice en la novela, pero no está claro que esa fuera la denominación. No hay fuente que lo corrobore, pero es como correspondería conforme al latín. 

    Las gladiadoras luchaban sin casco y desnudas de la cintura hacia arriba. Esta particularidad, de claro sentido erótico, establecida para que el espectador estuviera seguro que se trataba de mujeres quienes combatían, ha llevado a algunos a poner en duda que se tratara de luchas reales y solo fueran exhibiciones. Pero la inmensa mayoría y las pocas fuentes disponibles, hablan de combates en un pie de igualmente en cuanto al esfuerzo, el riesgo y la técnica que en sus homólogos varones. Solo se trataba de una "atracción" más sexualmente cargada, tan como cuando se ejecutaba en esa misma arena a convictas de delitos por entero desnudas, formando parte dicha desnudez pública de la pena. 

   Mañas Bastidas en su tesis doctoral sobre el asunto, nos comenta que en los combates colectivos (gregatim) podía participar alguna mujer gladiadora en alguno de los bandos, aunque normalmente subida en un carro con arco y flechas, por resultar armas que requieren de menor fuerza y resultan más fáciles de manejar "con destreza para la mujer". Era además, un arma asociada a lo femenino, parte tradicional del arsenal de las amazonas y de la diosa Diana (Mañas Bastidas, A., 2011, Munera Gladiatoria: Origen del Deporte. Espectáculo de Masa, Tesis Doctoral, Universidad de Granada, Granada, p. 332).

  Marcial por su parte menciona una recreación de la lucha entre Hércules y el León de Nemea en la que participaba una "Marte femenina". (De spectaculis 6).

    Al parecer, por su rareza, la lucha de gladiadoras eran de los principales eventos de los Juegos. La mayoría de los historiadores modernos considera que estos espectáculos eran verdaderas novedades.

    Estacio menciona como un "nuevo lujo" al "sexo femenino, desentrenado y sin práctica en el uso de la espada, luchando contra eunucos" (Silvae, 1.6.51-56).

    Tal como se narra en la novela Germánicus. El corazón de la espada al parecer durante el periodo de gobierno de Domiciano fue el apogeo de estos combates. Tal como vemos en el libro, Suetonio nos cuenta en la parte referida a dicho emperador de su obra Vidas de los doce césares (Vida de Domiciano, 4.1) que dicho gobernante: “Ofreció cazas de animales salvajes, espectáculos de gladiadores nocturnos a la luz de las antorchas, y no sólo combates entre hombres, sino también entre mujeres”.

    Será en uno de esos combates a la luz de las antorchas donde Kendrya llame la atención de Publio Valerio Aquilio, a par de empezar a cimentar su fama en la arena. Aunque ni lo uno ni lo otro dejen de tener consecuencias para ella luego. 

Este relieve en mármol hallado en Halicarnaso, la actual Turquía, representa a dos gladiadoras. Tenemos incluso sus nombres: Achilia y Amazona. Es hasta donde sé, la única representación de ellas que ha llegado a nuestros días.


        Kendrya debe vencer para ser libre, para sacudirse el yugo de Roma, para orquestar una venganza contra quienes le quitaron todo y la hicieron matar por diversión. Pero esa es ya otra parte de la historia.  

    Eso, en la novela. En la historia real, la participación sobre todo de mujeres libres que luchaban como gladiadoras, incluso patricias, fue vista como lo que era en realidad por la misoginia de la sociedad romana: una lucha por visibilizarse y conquistar nuevos espacios sociales que se hallaban vedados a ellas. Ello llevó a que ciertos sectores empezaran a ver con malos ojos, sobre todo la participación de mujeres de clases altas y nobles. El punto final de esto fue la prohibición por el emperador Septimio Severo prohibió que cualquier mujer, libre o esclava, luchara como gladiadora, dada en el año 200 d.C., pese a que la medida fue bastante impopular al tiempo de dictarse, incluso recibida con abucheos de la población. 

Todo ello nos habla de un mundo fascinante y poco conocido que hemos buscado retratar en sus aspectos más representativos a través de la historia de Kendrya en la saga de Germanicus. 



Sinopsis
Un guerrero en una encrucijada en la infinidad de caminos que conducen a Roma. Un hombre que no puede evitar desafiar al emperador, un militar que sabe que la espada está desprovista de intención, que el corazón de la espada es, en definitiva, el del que la maneja, quien resuelve, quien enfrenta su destino.

En el siglo I d.C., durante el reinado de Domiciano, el imperio romano parece haber alcanzado dimensiones inconmensurables. Desde Asia Menor hasta Britania. En ese último confín, los romanos combaten a los bárbaros. En una de esas incursiones, comienza la encrucijada de Publio Valerio Aquilio, llamado Germanicus, un nombre que rechaza porque le parece una meta inalcanzable. A la sombre de un padre famoso, con responsabilidades que lo esperan en Roma, con una ambiciosa prometida que quiere hacer de él un césar, Publio encuentra el sosiego en el honor de la batalla, en la muerte honorable del enemigo. También en una aguerrida celta, esclavizada, que va a ser una gladiadora famosa, una mujer que va a tener a toda Roma a sus pies.

En medio de una civilización refinada y cruel al mismo tiempo, capaz de las obras de arte e ingeniería más elevadas, pero también de hacer luchar a muerte a gladiadores, de arrojar a los incipientes cristianos a las fieras, Kendrya, la celta, y Publio se descubren en una encrucijada entre lo público y lo privado, lejos de las intrigas políticas y los deberes, un espacio oculto que los aleja de aquello que los oprime.

Luis Carranza Torres ha escrito una novela ambiciosa, con una reconstrucción histórica precisa, que transporta al lector al lado de los personajes, casi como uno más en la historia.


Para leer más al respecto:

Kendrya: una celta en roma

Los casos judiciales de Julio César

Kendrya, Valeria y Publio atacan de nuevo

Germánicus. Entre Marte y Venus



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