El último gran éxito del Rey

 



Por Luis Carranza Torres


Año 1968, con la raza humana a un pelín de llegar a la en tanto en el planeta tierra se sigue librando con intensidad una guerra tan fría como cruel entre superpotencias atónicas. Estados Unidos sigue empantanado, cada vez más, en las selvas de Vietnam, sin ningún indicio de victoria a la vista y con el fantasma de la derrota cada vez más tangible. 

No es una buena época para ellos, se mira a las estrellas para dejar de ver el barro de los arrozales del sudeste asiático que se lleva lo mejor de una juventud que, por primera vez en la historia, poco y nada quiere saber de pelear bajo la bandera de las barras y estrellas. 

Para el otrora niño mimado del Rock, las perspectivas no son mejores. Elvis, el Rey, uno de los fundadores de ese género musical, es a esas alturas, un monarca en entredicho. Se había pasado buena parte de esa década de 1960 actuando en películas mediocres de la Paramount Pictures y produciendo música exclusivamente para las bandas sonoras de esos films sin argumento, calcados unos de otros, con la lineal historia del chico que conoce a una chica en medio de un desfile de canciones de letra fácil y música aun más básica. Solo cambiaba la locación y el rostro de la coprotagonista. 

Pergeñadas por su manager, el Coronel Parker, solo para producir beneficios, lo había logrado (cada una de esas películas le reportó más de un millón de dólares de la época) pero a costa de perder casi toda la credibilidad musical. Hacia fines de la década, eso era algo tan evidente que hasta Elvis lo percibió.

Junto a Ann Margaret en la película "Viva las Vegas"


Ya no brillaba en solitario ni era referencia en la materia. De hecho, bandas más jóvenes como The Beatles y The Rolling Stones, brillaban más que él y por el lado solista, Tom Jones le estaba esquilmando el público, otrora devoto de su persona. 

El astro se decidió a hacer algo al respecto. Cambió los estudios de la RCA de Nashville, donde grababa habitualmente, por el American Sound Studio de Memphis, y buscó la ayuda de Chips Moman, un productor tanto de calidad como con éxito, que entre 1967 y 1971 había logrado la friolera de tener 120 canciones de distintos artistas en los charts de Billboard. A la partida se sumó, quizás, la mejor banda con la que el Rey haya trabajado, The Memphis Boys, un conjunto de soul con Reggie Young, veterano guitarrista, Tommy Cogbill y Mike Leech en los bajos; Bobby Emmons y Bobby Wood en los teclados;  Gene Chrisman en batería con el añadido de una sección de vientos en que Wayne Jakson destacaba en la trompeta. 

Grabó con ellos Como músicos apasionados de serlo, grabar con un Elvis vendido al oro del comercio no les apasionaba. Tampoco, a diferencia de todos los obsecuentes de la industria de Hollywood, le dejaban pasar sus errores. Por ahí, el Rey no daba con el tono o desafinaba. Tampoco se privaron de expresarlo Wayne Jackson declaró: “Es una buena oportunidad, pero no es como grabar con Neil Diamond”. 

Fueron elementos que contribuyeron a que el clima en el estudio no era el mejor durante la grabación del álbum "From Elvis in Memphis", que fuera lanzado en 1969 y que no pocos entienden como el mejor de su carrera, el último esplendor antes del ocaso que se venía insinuando. 

Sin aplaudidores seriales y con músicos de calidad, aun herido en el ego, Elvis demostró sultura en los diversos territorios musicales del soul, el gospel, el country y el blues, que conformaban el mapa de ruta del álbum. 

De todas las canciones allí grabadas, “Suspicious Minds” fue la joya de la corona. Paradójicamente, no fue incluida en el primer lanzamiento del álbum, sino como sencillo. Debería esperar para ser incorporada a la reedición del disco de 1998.

La canción interpretada por Elvis un par de años después de su lanzamiento.

La canción había sido lanzaba ese mismo año de 1968 por el sello Scepter interpretada por su autor, Mark James, uno de los artistas de mayor excelencia que Moman producía. Pero la versión de Elvis sería la que pasaría a la historia de la música, superando con creces a la original. 

Cuatro tomas bastaron para que Chips Moman y los demás músicos allí vieran que tenían oro musical con el tema logrado. Y no se equivocaron.

El Rey la cantó como en sus mejores tiempos, a esa historia de amor, angustia e infidelidad contenida en una balada de ribetes soul. Potenciado el astro por muy justos arreglos orquestales lo llevó pronto al puesto número uno como en sus mejores tiempos. Es que ese oscilar entre la angustia por lo que iba a perderse y una resignación que tenía el más amargo de los sabores, bien podía ser el reflejo de una época de ilusiones que se encaminaba a concluir defraudando a todas ellas. 

El sencillo le devolvió el éxito profesional, siendo el mascarón de proa de su retorno a los escenarios "Elvis 68 come back special". Otra vez, por 18º y última vez, un sencillo de Elvis llegó el número uno en los Estados Unidos. 

Se hicieron incontables versiones a los largo de los años, más de cuarenta que incluyen a cantantes y grupos tan diversos como James Brown y U2 (ambos en 1997), Fine Young Cannibals (1986) o No Doubt en 2002.

Se la interpretó en distintos idiomas, desde Gianni Morandi, en el año 1970, en italiano ("Che Cosa Dirò"), el mítico Johnny Hallyday, tres años después en francés ("Soupçons") hasta versiones en finés ("Epäilet Vain"), alemán ("Eifersucht tut weh"), neerlandés ("Door achterdocht verdoofd"), en checo ("Podezírání") y hasta en sueco ("Så misstänksam").

Existen tres interpretaciones en español, la primera de ellas por Sandro en el año 1992 ("Mentes sospechosas"), un lustro después por la Orquesta Mondragón y Francisco en  2001 con el título de "Un mar de dudas".

La interpretación de Sandro de la canción en el programa "Ritmo de la Noche", uno de los más vistos de la televisión de entonces en Argentina. 

Integró asimismo, entre 1983 y 2017, la banda de sonido de siete películas.

La revista Rolling Stone la clasificó 91ª en su lista de las 500 mejores canciones de todos los tiempos. Q Magazine la incluyó entre las primeras posiciones de una lista de 112 canciones publicada en Abril de 2020 que recorría la música desde los 60s a ese año. ​

Un éxito casi en el ocaso, fue la última llamarada, una postrera luz brillante del astro del rock, antes de extinguirse. 


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 NOTICIA DEL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019) y Germánicus. El corazón de la espada (2020). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.









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