Los procesos griegos

 


por Luis Carranza Torres

Roma, con su gran legado jurídico, hace pasar a segundo e injusto plano al derecho de la antigua Grecia. Un ordenamiento del que tenemos pocos datos, pero los necesarios para establecer la deuda que, aun hoy en día, tenemos de ellos en nuestro sistema judicial.

Alan Boegehold en su obra “Three Court Days”, “La justicia en el marco del Estado griego” de Iván Andrés Cadavid Guerreo, “El Derecho Penal en Sófocles y Esquilo: Edipo Rey y las Euménides” de Eugenia Maldonado de Lizalde o “El Problema de la Ley en la Antígona de Sófocles” de Leandro Pinkler, entre otros, muestran la importante contribución griega en los procesos judiciales actuales, al estructurarlos como parte de la organización política de las ciudades estado y que, incluso, proceso de helenización mediante, sus aportes fueron luego recogidos por Roma.

María Mercedes Hernández Henríquez en su trabajo de “La justicia en la literatura griega”, traza a través de las obras de Hesíodo, Esquilo y Sófocles una interesante construcción de los elementos de los juicios griegos, que compartimos. 

Concordamos asimismo que el extenso poema “Los Trabajos y los Días” de Hesíodo en el siglo VIII a.C., es quizá la fuente literaria más antigua que alude al tema de la justicia y de los abogados de manera sistemática, postulando una justicia igual para todos los hombres, que tienen derechos individuales, como corolario de un orden religioso y mítico que exige la existencia de una realidad jurídica justa, con base en el deber del buen actuar. pues el autor tiene la esperanza de que los hombres practiquen un buen actuar en el ejercicio de la justicia.

En tal texto puede leerse, a propósito de una herencia disputada con su hermano, de la exhortación sobre la buena práctica en los procesos judiciales, la buena voluntad que debe caracterizar el ejercicio de una justicia ética, de una justicia real, objetiva e idónea. “Terminemos, pues, el proceso con juicios rectos, que son dones excelentes de Zeus”.

Esquilo en la obra “Las Euménides” trata sobre el juicio que se le realizó a Orestes por el hecho de haber matado a su madre Clitemnestra, quien, con anterioridad, había asesinado a su esposo Agamenón, padre de Orestes y rey de Micenas. Perseguido por las Erinas, personificaciones femeninas de la venganza, tras escuchar a una y otra parte la diosa Atenea decidió se hiciera un juicio en el Areópago, con el pueblo por jurado, actuando las Erinas como parte acusatoria, Apolo como la defensa e integrando Atenea como un miembro más del jurado. 

Sobre la dinámica del pleito dice Atenea en la obra: “Vosotros reunid los testimonios y pruebas que habéis de traer a la causa y todos los medios de defensa. Así que haya elegido los mejores de mis ciudadanos, con ellos vendré, y ellos sentenciarán en justicia sin apartarse un punto del juramento que prestaren”.

Como puede verse, se hallan definidos los roles procesales actuales, con la salvedad de la dirección por magistrados del pleito.

Ostracón agujerado para votar por la condena del acusado.

Si en Esquilo la justicia abrevaba en una concepción mitológica–teológica, con Sófocles se encuentra la idea antropocentrista, donde el predominio de la voluntad descansa en la capacidad del actuar autónoma del individuo. Piedra angular al presente de nuestras regulaciones jurídicas, también en el actuar procesal. 

Yendo a los datos de la realidad histórica, en el ámbito tribunalicio de Atenas, las partes proponían penas a un órgano público, siendo los delitos juzgados ante una asamblea y resueltos por voto secreto (un disco agujereado en un recipiente de cobre, culpable; uno liso, inocente), estando ya claramente definido el rol de acusador por fuera del órgano que resolvía, siendo de naturaleza privada pues carecían tanto de policía como de fiscales. 

La persona acusada debía defenderse por sí mismo, aunque con el correr del tiempo se acostumbró a emplear los servicios de un logógrafo. Se trataba de una persona dotada para la oratoria y especializada en realizar discursos jurídicos para redactar los dos discursos en que debía fundamentar su defensa. El antecedente histórico más remoto de lo que hoy somos los abogados.

Mucho debemos en tal sentido a Antifonte o Antifón, el orador ático cuyos discursos son los más antiguos del género que se tenga noticia. Amiano Marcelino, militar e historiador romano del siglo IV pero que se autodefinía como griego, en su obra Rerum gestarum libri XXXI (conocidas también simplemente como Historias), lo sitúa como un gran orador del ágora y en los tribunales, expresando que conforme decía la tradición, “fue el primero que recibió una recompensa por defender una causa”. Si ello es de tal forma, estamos frente a la primera práctica legal profesional de la historia. 

Pueden entenderse como las más antiguas piezas procesales occidentales de parte, sus “Discursos Contra su madrastra, por envenenamiento”, “Sobre el asesinato de Herodes” y “Sobre el coreuta”. Se trata de piezas en ático antiguo, con abundantes poetismos y jonismos pero de indudable fuerza narrativa foral que muestran una sutileza en la argumentación que aun hoy llama la atención, fundada en el empleo de evidencias, testimonios y pruebas, a la par que en los llamados “argumentos de verosimilitud”. 

Es que, al decir de Hernández Henríquez, los valores expuestos sobre la justicia en los griegos, merced a su noción antropocentrista, siguen siendo atemporales. Coincidimos.

Tal como puede observarse, no es poco lo que debemos procesalmente a los griegos, aun cuando no se tenga mucha conciencia al respecto. 


Para leer más en el blog:

Los secretos de las gladiadoras



NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  







 


Lo más leído

Imagen

La foto del 2 de abril

Imagen

La leyenda del Halcón