El día cero del Mayo Francés



Por Luis Carranza Torres


Paris, 1968. Inicios del mes de mayo. En la sede principal de la universidad de la Sorbone, los estudiantes se congregan en apoyo a unos rebeldes colegas de la nueva sede en Nanterre. El rector cierra la universidad y ellos se niegan a irse. Llega la policía, más estudiantes, y más policía. 

Allí entonces se produce lo que entiendo el choque de dos mundos, al desalojar la universidad la policía. Quien no se ha ido, es detenido. De quienes se niegan a marcharse, solo arrestan a los varones y dejan ir a las chicas. Al salir, son ellas las que desencadenan la reacción, al pretender impedir que los camiones celulares se marchen con los detenidos. Dos mundos, dos culturas, que chocan con efectos que nadie imaginaría luego. A veces, la realidad nos regala metáforas literarias perfectas. 

Casi nadie los sabía por entonces, pero el Mayo Francés acababa de iniciar. Escalaría en los días y meses sucesivos, poniendo a Francia de cabeza y al mundo por reflejo. Fue un sisma que pronto tuvo réplicas en diversas partes, más o menos fieles al original, más o menos aprovechadas por algunos. 

Pierre Nora se ha referido a tal hecho como una historia imposible de contar —«l'impossible histoire de Mai» en «Le retour de l'événement», en Faire l'histoire. I. Nouveaux problémes, Gallimard, París, 1974, pág. 22)—. No es para menos, cuando lo imposible ocurre y la utopía parece realizable. Un mundo salido de eje, una civilización puesta de cabeza. Más que una crisis política, un fenómeno sociológico de masas que pone todo en entredicho. Lo imprevisible convertido en normalidad, y ésta saltando por los aires. 

Para Eric Hobsbawm, se trató por lejos del más sorprendente, y, probablemente el más apasionante (en “Mayo de 1968”, en Gente poco corriente. Resistencia, rebelión y jazz, Critica, Barcelona, 1999, pág. 18).


El Mayo Francés tiene su historia previa, o su etapa iniciática, a fines de marzo de marzo de 1968 cuando un grupo de estudiantes se encierra en la Universidad de Nanterre en protesta por las normativas internas del centro, desocupando las instalaciones tras algunas negociaciones y la aparición de la policía.

Muchos adultos no entendían el por qué de esos planteos rebeldes. 

Como expresamos en Los Extraños de Mayo : “Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, París era otra vez una fiesta y Francia sido restablecida en su sitial de privilegio como referente de la cultura universal. Ni la Guerra de Indochina, con su vergonzosa derrota en Dien Bien Phu, ni la pérdida de Argelia, considerada prácticamente parte del país habían afectado eso. Pensadores como Sartre, Camus o Beauvoir tenían una audiencia internacional gigantesca. La nouvelle vague imponía el cine de autor, la cámara en mano y la luz natural. François Truffaut, Jean-Luc Godard, Alain Resnais, destacaban en el género. En las aulas se hablaba de Barthes, de Lacan. En la música, las chicas Yé-yé se hallaban en alza. A Juliette Gréco le siguió Dalida; y a Dalida, France Gall, todas con una insólita popularidad no conocida antes. Sylvie Vartan, Chantal Goya, y Françoise Hardy pronto se unieron al grupo. Esta última destacó pronto como el ícono de la época”.  

La música ye-yé era una novedad en muchos sentidos. Se trataba del primer movimiento musical encabezado mayoritariamente por chicas, jóvenes que cantaban a otras jóvenes, con letras de canciones con los temas que les eran propios, principalmente el amor. Canciones de letra inocente pero no exentas por ello de ciertas dosis de lívido.  Por primera vez las jóvenes de la época se vieron reflejadas en sus ídolos.

Desde la pantalla grande, Bridget Bardot, Catherine Deneuve o Anna Karina, cada cual, con su peculiar estilo, imponían una sensualidad nunca antes grabada en celuloide.

Pese a todo eso, en el ambiente se respiraba un descontento general por situaciones como el apego a la sociedad de consumo, normas sociales y jurídicas no acorde a los tiempos, las diferencias entre la Francia urbana y la rural y un escepticismo respecto del futuro, en medio de un mundo en guerra fría, siempre bajo la amenaza de un holocausto nuclear.

No se vivía mal, pero los jóvenes así se sentían. No encajaban en ese mundo que se les antojaba viejo y extraño. Buscaban su lugar. 

Las chicas Yeyé, los Rollings Stone, entre muchos otros músicos nuevos, la minifalda en las mujeres, el cabello largo en los hombres y hasta los dibujos de Axterix y Obelix son manifestaciones que el fenómeno iba mucho más allá de lo político y de cualquier ideología. Fueron signos de transformaciones subterráneas en la cultura que pronto decantaría en Francia uno de los hechos políticos y sociales de mayor envergadura de su historia, y por lejos el mayor del siglo XX.

Los jóvenes surgían por primera vez en la historia como colectivo con identidad propia. Ya no se pasaba de niño a adulto como hasta entonces. Traían, en ese surgimiento, sus propias inquietudes, preguntas y reclamos para hacer al resto de la sociedad. 

En París en mayo de 1968 lo hicieron sentir primero en la universidad y luego en las calles, esas decepciones sobre el mundo y las frustraciones que llevaban rumiando por algún tiempo. Pero es ya otra parte de la historia. 


Para leer más en el blog:

Un amor rebelde en una época convulsa


Los Lobos del Atlántico


Constanza y la botadura del Bismarck



NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba. 




Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.

En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.

Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.

También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.

Autor: Luis Carranza Torres

Editorial: Vestales

Páginas: 384



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