Las polémicas de un general inglés incompetente

 



por Luis Carranza Torres

Enviada a las apuradas luego del fracaso del 1° de mayo, y con innumerables contratiempos durante su alistamiento en el Reino Unido, la 5° Brigada de infantería del ejército inglés llegó a las islas Malvinas junto al nuevo comandante terrestre, Jeremy Moore, cuando ya se había efectivizado el desembarco en San Carlos y Darwin-Pradera del Ganso había sido tomado por parte de las tropas de Thompson, integradas principalmente por infantes de marina. 

A cargo de la 5° Brigada estaba el brigadier Sir Mathew John Anthony Wilson, 6to baronet de Estón Hall (1874), Oficial de la Orden del Imperio Británico, condecorado con la Cruz Militar, la tercera medalla castrense en importancia inglesa. Sería un comando que daría y aún da que hablar. 

"Tony", como coloquialmente se lo llamaba, por los errores que cometió en su corta participación en el conflicto, sería retirado, en silencio, poco antes de un mes de finalizado los combates y sin recibir ningún tipo de condecoración o similar. Sus equivocaciones llegaron a ser tantas, que sus mismas tropas lo bautizaron con el apodo de Clusterfuck Wilson. Expresión que en el vulgo inglés hace referencia a una serie de desaciertos. Su equivalente aproximado en castellano sería: un conjunto de estupideces.

Los graves errores de Wilson en la guerra son difíciles de entender. Se trataba de un oficial con una foja de servicios impecable y premiado por sus acciones de liderazgo militar en zonas conflictivas como Irlanda del Norte en la década de 1970.

Formado en la Royal Military Academy Sandhurst, proveniente de una familia aristócrata de militares, su primer destino fue el King's Own Yorkshire Light Infantry con 21 años en 1956, siendo la cuarta generación consecutiva de su familia que servía en dicha unidad. Como oficial subalterno de infantería ligera tomó parte en operaciones militares en Aden, Borneo, Malasia, Chipre e Irlanda del Norte.

En 1967 fue ascendido a mayor y cuatro años después distinguido como miembro de la Orden del Imperio Británico en 1971. Poco después, en mayo de 1972, recibió la Cruz Militar por "Gallant Services" en Irlanda del Norte. Ascendió a teniente coronel en 1973 y después de un nuevo paso por Irlanda del Norte y un destino en Hong Kong, en 1979 fue ascendido a la jerarquía de “Oficial” en la Orden del Imperio Británico que ya poseía.

Al promovérselo al rango de coronel pasó al Estado Mayor General del Ministerio de Defensa en Londres, y el 31 de diciembre de 1980 fue ascendido a brigadier, el equivalente a un general de brigada en el ejército argentino.

Pocos generales británicos podían exhibir esa hoja tan distinguida de servicios. Nadie como él metió tanto la pata en la guerra, por ambos bandos. Un extraño caso de incompetencia militar en quien, si se lo juzgada desde los papeles, tenía experiencia demostrada en zonas de conflicto.  

Si el general a cargo traía sus peculiaridades, la conformación de la brigada no lo fue menos. Se había formado principalmente con unidades de la guardia real. Denominada dentro del ejército inglés como Household Division (División Doméstica, en traducción literal) agrupa a una serie de unidades regulares del Ejército Británico que proveen funciones protectivas y ceremoniales al monarca.

Cuando luego del fracaso del ataque del 1ª de mayo la planificación inglesa repensó la campaña, entendiendo que los argentinos no se rendirían sin luchar, se necesitó agregar una división más, lo que en un ejército de dimensiones más bien reducidas como el inglés representaba todo un desafío. 

Las mejores tropas estaban en el BAOR, British Army of Rhin, que englobaba a las unidades desplegadas en la Alemania Occidental para hacer frente a un ataque soviético desde la Alemania del Este. Pero habiendo sacado a la OTAN toda la flota británica, desprotegiendo lugares claves como por caso Gibraltar, no se podía tocar un soldado de allí. Tampoco retirar tropas de la convulsionada Irlanda del Norte, con el IRA activo y los católicos pintando en las paredes que las Malvinas eran argentinas o en favor de la victoria Argentina, era una opción. Lo único que quedaba eran las unidades de la guardia real. 

Qué unidades debían escogerse dentro de la Household Division fue motivo discusiones dentro de la Casa Real, y no por cuestiones de la planificación militar. Celoso de su hermano menor, el duque de York, que participaba como piloto de helicóptero en el teatro de operaciones, e impedido de ir por ser el siguiente en la sucesión real, el principie de Gales se mostró muy insistente para que se enviara a un batallón de los Guardias Galeses, quienes por tradición eran la tropa real bajo su comando honorífico. Máxime cuando supo que se había incluido a una unidad de Gurkas del regimiento del duque de Edimburgo, apadrinado por su padre y consorte de la reina.

Embarcados mayormente en el Queen Elizabeth II, los soldados de la Brigada 5 pronto cobraron fama, particularmente por su falta de orden y por ser acusados de los robos ocurridos a las pertenencias de los marinos que los transportaban, al decir de Hugh McManners.


Ello no hizo sino agudizar la ya tradicional mala relación entre los elementos de tierra y de mar británicos. 

Para peor, en el apuro por reforzar con más tropas a la Fuerza de Tareas británica, y por las injerencias político-reales en el tema, la Brigada fue enviada, a operar y combatir en un invierno sub-antártico, sin dos de sus tres más importantes unidades, sin soporte logístico propio y con un nulo entrenamiento en operaciones anfibias conjuntas con la Armada.

Muchos, en la marina real, entendían que el envío de una unidad terrestre, en lugar de agregar infantes de marina, era una imposición del Ejército para tener su parte de gloria en el conflicto. Otros, incluso dentro del mismo Ejército, cuestionaron que las unidades elegidas habían sido incluidas por especial encargo de la familia real para acaparar algo de la simpatía popular y que el gobierno de Margaret Thatcher aceptaba, pese a la escalada de los combates y las pérdidas ya sufridas. 

Las malas relaciones inter fuerzas empeoraron el 5 de junio cuando el HMS Cardiff derribó, por error, con misiles Sea Dart a un helicóptero Gazelle de la Brigada 5. Ello fue producto a un inexistente sistema de enlace de comunicaciones entre la flota y la brigada. Nadie sabía que es lo que estaba haciendo el otro. El Cardiff, asignado a una misión de emboscada a los Hércules C 130 de la Fuerza Aérea Argentina que realizaban, de noche, el puente aéreo a las islas, confundió al helicóptero con un C-130 a causa de su poca velocidad. El helicóptero no había encendido su aparato de identificación amigo-enemigo (IFF).

El carácter de Wilson, impulsivo y receloso de sus colegas de los Royal Marines, fue otro de los factores que contribuyeron al desastre. Tres batallones de la Brigada 3, pertenecientes a la Infantería de Marina, se encontraban, desde el día anterior, en el Monte Kent, a solo 15 kilómetros de la capital, cuando su brigada fue desembarcada en San Carlos, prácticamente echados por los capitanes de los transportes por la mala conducta de sus hombres.

Wilson presionaba a Moore para que sus tropas, las menos preparadas de todas las disponibles, fueran empleadas en combate, y no de cualquier forma. En una de sus seguidillas de clusterfuck, Tony Wilson rechazaba seguir el camino ya recorrido por los Royal Marines. Le parecía algo, cuanto menos, indigno. Buscaba su propio desembarco y la apertura de un nuevo frente, y porsupuesto a su cargo. Apostó todo su poder de convencimiento a que se le dejara desembarcar al sur de Puerto Argentino, con el fin de avanzar desde el Sur, y aplicar un movimiento de pinzas sobre las defensas argentinas, en conjunto con los infantes de marina que avanzaban por tierra desde el Oeste.

En opinión de Hastings y Jenkins Wilson estaba «obsesionado con el temor de que Julián Thompson ganara la guerra antes de que sus hombres pudieran hacer algo». Wilson le presentó a Moore la propuesta, como un hecho consumado. More, recién llegado al teatro de operaciones, incomunicado por diez días durante su tránsito entre Ascensión y las islas, inseguro de que una negativa afectara sus relaciones con el impredecible Wilson, y temeroso que ella fuera interpretada como favoritismo hacia los marines, de los que formaba parte y había sido su comandante general, accedió finalmente al plan.


Un desembarco problemático

Desde el principio la operación se presentó difícil, existieron muchos problemas de comunicación entre la Brigada 5 de la Armada Real, el Grupo de transporte y el comandante de la operación anfibia. Estas fallas, llevaron a que fatales incidentes estuvieran muy próximos a ocurrir. Los buques de guerra HMS Cardiff y HMS Yarmouth estuvieron a punto de disparar contra los transportes por no haber sido informados de su tránsito. 

Dicha desconexión también se dio entre los propios elementos del ejército. Una unidad de paracaidistas, que había sido adelantada al sector mediante el uso de un helicóptero Chinook que Wilson secuestró, lo que impidió la realización de una misión de apoyo logístico a los hombres de Thompson, se encontró con efectivos de la Guardia escocesa desembarcando. La sorpresa hizo que supusieran que eran «argentinos intentando una operación anfibia», y abrieran fuego contra ellos.

Los contratiempos no fueron solo producto de sus propios errores; los ingleses no sabían que los argentinos habían interceptado sus comunicaciones y conocían la existencia de un desembarco aunque no habían podido precisar el lugar exacto. Finalmente se logró establecer la posición de Blue Beach, nombre clave del lugar seleccionado, y a las 10:26 horas del 8 de junio de 1982, la Fuerza Aérea Sur, recibió información del CIC Malvinas respecto de movimientos de buques en la zona de punta Fitz Roy o Bahía Agradable. Se trataba de varios buques que, por la información disponible, indicaba que se produciría un desembarco en la zona.

Fuente: infobae.

Los británicos habían confiado que el cielo cubierto y el clima tormentoso los protegerían de los aviones argentinos. Para sumar una desventura más, el jefe de la formación anfibia, comodoro Clapp nunca recibió la información meteorológica que establecía que precisamente, en la zona de Fitz Roy, dichas condiciones mejorarían lo suficiente como para hacer posible un ataque aéreo.

Para peor, las tropas que eran desembarcadas en las costas de un corto istmo se dieron con la noticia que el puente por donde pensaban pasar hacia la zona de Fitz Roy, había sido destruido parcialmente días antes por ingenieros de combate del Ejército Argentino. 

Se trataba de un puente con una calzada de 3,5 metros de ancho, 100 metros de largo y superestructura de madera con pilotes de hormigón que resultaba un terreno llave, por acortar de forma significativa, la distancia entre las localidades de Darwin y Puerto Argentino, pasando por bahía Agradable (Bluff Cove) y la localidad de Fitz Roy. 

La voladura produjo suficientes daños como para volverlo inoperable, obligando a las tropas inglesas a tener que rodearlo y con ello triplicar la distancia a recorrer. Eso provocó un cuello de botella en el movimiento de las tropas que quedaron indefensas ante un ataque aéreo, sumado a esos inconvenientes, los equipos de misiles Rapier que transportaban las tropas, no se pudieron instalar por presentar fallas.

Técnicamente, se buscaba abrir un segundo frente que encerrara a los defensores en un movimiento de pinzas, frente al avance hacia el este que estaba concretando la 3º Brigada de infantería de marina de Thompson. Menos técnicamente, el amor propio de Wilson, buscaba que sus fuerzas tuviesen un papel por sí mismas, en lugar de seguir el camino que ya habían abierto los infantes de marina.

Tales resquemores entre las distintas armas, conducirían al llamado «Desastre de Bluff Cove», cuando se realizó dicho desembarco. Una vez más, el desprecio por lo que pudiera venir desde los cielos, fue la causa de las pérdidas inglesas.

El ataque de la Fuerza Aérea Sur

Los argentinos no desperdiciaron la ocasión, y rápidamente montaron una enorme y coordinada operación aérea, que incluía aviones de vigilancia, reaprovisionamiento en vuelo, cazabombarderos e interceptores.

La Fuerza Aérea Sur, el componente aéreo de las fuerzas argentinas, había aprendido de los ataques a una fuerza de desembarco en el estrecho de San Carlos, bautizado como "El Callejón de las Bombas" por los británicos. 

Asimismo, se buscó asegurar la llegada de los aviones de ataque, lanzando misiones de engaño por otros sitios, con el objetivo de atraer a las patrullas aéreas de combate (PAC) de los británicos.

Ese día, 8 de junio de 1982, despegaron de las bases continentales argentinas, dos escuadrillas de A-4B Skyhawk armadas con tres bombas con cola retardada, con el apoyo de un reabastecedor Hércules KC-130 y dos escuadrillas de M-5 Dagger armados con dos bombas con cola retardada para atacar objetivos navales.

Otras dos escuadrillas de M-5 Dagger armadas solo con cañones se dirigieron hacia Malvinas en ruta directa, simulando una operación de ataque. En su ruta de aproximación a las islas hallaron intermitentemente nubes bajas y lluvia, llegando hasta las islas Salvajes sin encontrar oposición aérea ni de otro tipo. Después de permanecer en el lugar varios minutos tentando a los Harrier, regresaron sin novedad a Río Gallegos. 

Se trataba de un peligroso juego de provocación. Los cañones de 30 milímetros, su único armamento, no eran ningún rival para los misiles Sidewinder modelo L estadounidenses de última generación, que poseían los británicos. Si permanecían poco tiempo en la zona, o no se aproximaban lo suficiente, las patrullas aéreas inglesas no reaccionaban o si lo hacían, podían, cuando advirtieran el engaño, volver sobre sus pasos para atacar a los cazabombarderos. Por el contrario, si permanecían demasiado, y se aproximaban mucho, no podrían escapar a los misiles de sus perseguidores. Si entraban en combate, las posibilidades de sobrevivir eran de una en diez.

Como puede verse, no era una misión fácil, pero pudieron cumplirla con éxito. Las escuadrillas de ataque pudieron llegar hasta sus objetivos sin enfrentar ninguna oposición en el aire.

Los primeros A-4B se lanzaron sobre el transporte de tropas Sir Galahad, impactando las bombas, del capitán Pablo Carballo, en el centro de la estructura del buque. El teniente Carlos Rinke, no pudo lanzar las suyas por problemas en el sistema. Las del primer teniente Carlos Cachón, resultaron largas, por lo que no impactaron en el buque, sino que rebotaron en el agua y explotaron en la costa, precisamente en el lugar donde se estaba desembarcando personal y material, sufriendo dichas tropas los efectos de bombas. 

En tanto sucedía esto, la segunda escuadrilla, maniobrando en medio de una densa columna de humo que había provocado en el Sir Galahad el ataque previo, atacaba al Sir Tristran. Las bombas del alférez Gómez, confirmadas por el primer teniente Alberto Filippini, dieron en la línea de flotación. El teniente Gálvez, atacó apuntando al mismo lugar que Gómez.

Los dos buques quedaron destruidos. El RFA Sir Galahad sería hundido poco después del conflicto, quedando como tumba de guerra. El RFA Sir Tristán, irrecuperable para cualquier tipo de servicio, fue trasladado y hoy se luce en un museo de guerra de Gran Bretaña.

Mientras, un tanto más al sur, las escuadrillas de M-5 Dagger, atacaron a la Fragata Plymouth, que bombardeaba posiciones argentinas en el monte Rosalía. Habían llegado desde el sur del estrecho de San Carlos, y la atacaron desde proa, impactándola con cinco bombas. En medio de una densa columna de humo, la fragata se alejó hasta San Carlos, mar adentro.

Antes de finalizar el primer ataque se hallaba en curso, el comando de la Fuerza Aérea Sur ordenó un segundo ataque contra los objetivos navales y como alternativa objetivos terrestres en la cabeza de playa establecida en Fitz Roy. Aun cuando no se contaba con los resultados del primer ataque, la batalla aeronaval de San Carlos había dejado como enseñanza que sobre objetivos de ese tipo, debía mantenerse una presión constante.

Tres escuadrillas de A-4B Skyhawk, con aviones armados con bombas con colas retardadas, partieron de sus bases continentales. Su misión era más difícil, ya que el factor sorpresa se había perdido con la primera oleada, y era de esperarse que los Harrier estuvieran a la espera de ellos.

Sumaban diez aviones en total. Luego del reabastecimiento en vuelo con el KC-130, dos aviones debieron volverse por problemas mecánicos, y se decidió integrar a ambas escuadrillas en una sola, que quedó a cargo del primer teniente Rubén Bolzán. Llegaron a la zona de sus objetivos volando rasante sobre el mar, por la costa sur de isla Soledad, cruzando chubascos.

Luego de pasar al norte de Puerto Fitz Roy, recibieron fuego de la artillería antiaérea inglesa. Siguieron, observando a su derecha, en Bahía Agradable, aún humeantes los buques previamente atacados. Al este de Bahía Agradable, observaron un lanchón de desembarco que navegaba rápidamente hacia la costa, y se dispusieron a atacarlo. Una PAC de Harrier se precipitó sobre ellos derribando, con misiles Sidewinder, a tres de ellos, no antes que el lanchón de desembarco tipo Foxtrot 4 fuera hundido, y se llevara al fondo del mar toda su preciosa carga, consistente en los vehículos del Comando de la 5ª Brigada de Infantería. Solo uno de ellos, el primer teniente Sánchez, podría escapar de ese letal encuentro.

Por su parte, otra escuadrilla compuesta por cuatro aviones A-4B había volado hasta 100 millas náuticas de las islas, sobre un tope de nubes medias, enfrentando chaparrones aislados, para luego descender hasta quedar rasantes sobre nivel del mar. La bruma y hora crepuscular reducían mucho la visibilidad. Su objetivo: las tropas en tierra en Fitz Roy. Unas cinco millas antes, y con el terreno desdibujándose por la falta de luz, el guía avistó al Sir Galahad, que ardía en su parte media.

Cuadro de uno de los ataques argentinos

Se dirigieron a tierra, y pudieron ubicar el blanco gracias a los fogonazos de la artillería antiaérea. El equipo Omega señaló el blanco unos 1000 metros dentro del terreno, y lanzaron su armamento en línea y en salva. A diferencia de sus oponentes, al no tener el sol de frente, veían con nitidez los misiles, lo que les facilitó la evasión.

Según la versión oficial inglesa, los muertos en Fitz Roy, sumaron cincuenta y uno, más cincuenta y siete heridos. Otras fuentes triplican esas cifras. Pocos días después de terminada la guerra, la agencia de noticias italiana ANSA, citando a una fuente ministerial inglesa anónima, proporcionó un número de ciento cincuenta y siete muertos. 

Sumado a la trágica pérdida de vidas, se perdieron elementos de guerra vitales como municiones y equipos de comunicaciones. Fue tal la debacle, que retrasó el ataque a Puerto Argentino por dos días, y debieron reasignarse dos compañías de los Royal Marines del Comando 40 para reforzar a la disminuida Guardia Galesa. De 48 soldados muertos a bordo del transporte Sir Galahad, 32 eran guardias galeses. Otros ocho murieron en el ataque al Sir Tristram.



El ostracismo tras la guerra

Tres meses luego de concluido el conflicto, en setiembre de 1982, una junta de investigación oficial británica llevada a cabo a puertas cerradas, determinó de forma oficial que las pérdidas del 8 de junio en Bluff Cove y Fitzroy, no había sido fruto de un error, sino que resultaba una "ocurrencia ordinaria" entre las “posibilidades de guerra”. Algunos en el ejército y en otros ámbitos también culparon a los guardias galeses que estaban en los barcos por no desembarcar lo suficientemente rápido.

Era un tiro por elevación a su comandante quien, mas allá de la versión oficial, apenas cesado los combates, fue despedido del Ejército, en silencio y sin gratificación honorífica alguna. 

Años después, el almirante Woodward y Clapp, confrontarían por escrito sobre el particular, lanzándose acusaciones cruzadas desde sus respectivos libros de memorias: One Hundred Days y Amphibious Assault Falkland. Woodward criticó a Clapp por usar buques de desembarco sin protección antiaérea, mientras que Clapp culpó a Woodward por la falta de apoyo aéreo sobre la zona.

En un estilo peculiarmente británico, luego de de la guerra, un oficial de alto rango inglés expresó que «las cosas resultaron nada felices y el trabajo del personal dejó mucho que desear». Tal fue su lacónica descripción, del peor desastre militar de la guerra de Malvinas.

Como se diría en la biografía de sus días en la guerra escrita por el alemán Martin Mahle, “Después de la Guerra de las Malvinas de 1982, se han otorgado numerosos premios a personas del lado británico. En particular, los oficiales superiores de las fuerzas armadas británicas fueron honrados con medallas y títulos de alto rango. Solo un hombre permaneció completamente ignorado: el brigadier Sir Mathew John Anthony Wilson, OBE, MC”

Regreso a Inglaterra de los Guardias Galeses

De hecho, poco después de la guerra y de ser separado del ejército británico, Wilson emigró a los Estados Unidos con su esposa permaneciendo allí retirado de toda aparición pública. 

En marzo de 2022 Channel 4 de televisión inglesa emitió un documental sobre la “Historia no contada” del conflicto. Tenía la siguiente "strapline", la bajada o aclaración del título: "En el 40º aniversario del conflicto, comandantes superiores y tropas terrestres revelan como una serie de errores estuvieron cerca de costarle a Inglaterra la dura victoria conseguida sobre Argentina en el Atlántico Sur".

En el programa mostró fuertes críticas a Wilson, a que un entrevistado lo describió como un "maldito idiota" (“bloody idiot”) que presidía un "maldito caos" (“bloody shambles”). Otro entrevistado contó que cuando Wilson propuso que su brigada caminara hasta Fitzroy, a lo que uno de sus oficiales le replicó preguntándole con sorna si estaba enojado por algo ("Brigadier, are you pissed?").

 The Times no publicó un obituario de él cuando murió después de una larga enfermedad el 5 de diciembre de 2019, a la edad de 84 años. No era nada usual, dicha omisión, respecto de un oficial general del ejército condecorado con la Cruz Militar que además era Oficial de la Orden del Imperio Británico.

Sí publicó dicho obituario, al conmemorar el 40 aniversario de la destrucción del Sir Galahad en 2022. "Comandante de infantería del conflicto de las Malvinas cuya reputación quedó empañada por la destrucción del Sir Galahad, hace 40 años hoy", se leía al pie del título.

Para sumar extrañezas a la nota, no estaba firmada, como también habitualmente ocurre. Podría conjeturarse que por ser escrita por un periodista que no tiene firma pública, o por la razón que fuera.   

En 2023, ex soldados británicos pidieron investigar el ataque al Sir Tristram y al Sir Galahad, tras la publicación del relato de un testigo que califica de "locura" dicho desembarco que revele todos los archivos relacionados con el suceso que están con carácter confidencial hasta el 2065. Dos archivos de la investigación militar de 1983 están en tal situación: el anexo E9 'primer batallón de guardias galeses' y el anexo E10 'descarga de Sir Galahad'.

Como podemos ver, es una historia que tiene partes sin contar todavía. Tal como la conducta del propio brigadier Wilson. 


Fuentes

Agenda Malvinas, "A 41 años de la guerra de Malvinas, soldados británicos piden investigar el ataque al Sir Tristram y al Sir Galahad", disponible en internet desde: https://agendamalvinas.com.ar/noticia/a-41-anos-de-la-guerra-de-malvinas-soldados-britanicos-piden-investigar-el-ataque-al-sir-tristram-y-al-sir-galahad

Andrada, Benigno Héctor. Guerra aérea en las Malvinas. Emecé Editores, Buenos Aires, 1983.

Moro, Rubén. «Historia del Conflicto del Atlántico Sur (La guerra inaudita)», Publicación de la Revista de la Escuela Superior de Guerra Aérea de la Fuerza Aérea Argentina, Nº 135/6 de agosto/octubre, 1985.

Bicheno, Hugh, Al filo de la navaja, Debate, Buenos Aires, 2009.

Bolia, Robert, «The Falklands war: the Bluff Cove disaster», publicado en la Military Review / Nov-Dec, 2004.

Corum, James S. «Argentine Air Power in the Malvinas War: An Operational View», Air & Space Power Journal. Otoño, 2002, pág. 76.

Infobae, "Malvinas: la historia de la voladura del Puente Fitz Roy y sus dramáticas consecuencias para los ingleses", publicado digitalmente el 18 de junio de 2022. Disponible desde internet  en: https://www.infobae.com/sociedad/2022/06/18/malvinas-la-historia-de-la-voladura-del-puente-fitz-roy-y-sus-dramaticas-consecuencias-para-los-ingleses/

McManners, Hugh, Falklands Commando, HarperCollins, Londres, 2002.

Hastings, Max y Jenkins, Simon. Battle for the Falklands, Pan Books, Londres. 1997.

Clapp, Michael y Southby-Tailyour, Ewen, Amphibious Assault Falklands: The Battle of San Carlos Water, Orion, Londres, 1996.

Woodward, Sandy con Robinson, Patrick, One Hundred Days: The Memoirs of the Falklands Battle Group Commander, Naval Institute Press, Annapolis, 1997.

Singh, Anita. "A 'bloody shambles': The Falklands War seen through the eyes of its soldiers and leaders". Nota en The Telegraph del 27 de marzo de 2022.

Mahle, Martin, The lonesome Commander, M+V-Verlag Münster, Germany, 2012

The Times, Brigadier Sir Tony Wilson obituary, 8 de junio de 2022.


Para leer más en el blog sobre Malvinas:  

La derrota inglesa de aquel 1º de mayo

Volando al ras del agua

¿Un espía argentino en Londres?

Un mentiroso desfile de la victoria

El Zorro de las piedras y el frío



Una ciudad: Londres.
Una mujer cruzada por dos naciones.
Una guerra inesperada.
Un hombre misterioso.
Una historia de espías.
Un amor que no distingue banderas. 

En abril de 1982 nada parece ir bien en la vida de Gabrielle Sterling. La relación con su jefe ha terminado en una desilusión amorosa y su carrera en el servicio civil británico no avanza. Sin embargo, la vida la sorprende cuando un hombre misterioso le hace una propuesta peligrosa. De aceptar, deberá traicionar los principios en que ha sido educada, aunque también rescatará es parte olvidada que su madre le inculcó. 
Tironeada por dos banderas, deberá elegir un bando en un conflicto que día a día se muestra más próximo. En ese proceso, pondrá su propia vida en juego mientras se siente cada vez más atraída por ese hombre misterioso.
En tanto la guerra escala, intrigas, pasiones y acontecimientos imprevistos la llevarán donde nunca antes había pensado estar, mientras quienes la persiguen se hallan más cerca de descubrirla. 
En medio de esa incertidumbre, Gabrielle se sentirá más viva que nunca. Tal vez no esté traicionando a nadie, sino encontrándose, por primera vez, consigo misma.  



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