El Apoderado del Ejército de los Andes

 

Hipólito de Villegas. Cuadro de José Gil de Castro, 1822


por Luis Carranza Torres


Hipólito de Villegas, en ocasiones apellidado en algunos documentos como “Villareal”, fue una figura clave para la emancipación de Sudamérica en dos actuales países: Argentina y Chile.

Nació en Buenos Aires, por entonces capital de la gobernación del Río de la Plata del Virreinato del Perú, el 13 de agosto de 1761. Tuvo 11 hermanos, realizando sus primeros estudios en el Real Colegio de San Carlos, antes que su familia se trasladara a la Capitanía General de Chile en 1784.

Estudió allí en la Real Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile, titulándose como abogado el 13 de diciembre de 1788, siendo en el primer abogado titulado en Chile.

Tras haberse titulado como jurisconsulto comandó los resguardos del Norte y posteriormente fue juez de comisión en causas referentes al contrabando, tomando parte en los autos referentes al apresamiento del buque inglés Scorpion, y el asesinato de su capitán Bunker.

La revolución chilena lo tuvo por activo participante, asistiendo al Cabildo Abierto del 18 de septiembre de 1810. Miembro honorario del Supremo Tribunal de Justicia, fue diputado por Coquimbo en el Primer Congreso Nacional chileno el 25 de septiembre de 1811, llegando a desempeñar su vicepresidencia.

Se lo contó asimismo como integrante de la comisión que proyectó la Constitución provisoria de 1812. Participó del periódico La Aurora de chile, formando parte de la Sociedad de Amigos del País. Integró asimismo la Logia Lautaro, organización secreta que perseguía la independencia del país.

A partir de 1813, inicia en el desempeño de cargos de naturaleza económica. Nombrado en tal año comisario general del Ejército, encargado de los abastecimientos militares, en marzo del siguiente año se lo designó ministro Tesorero del Estado.

Su enfrentamiento con los hermanos Carrera, determinó al tomar estos el poder, no solo su cese en tales funciones, sino también su destierro a la ciudad de Mendoza.

Allí trabó amistado con el gobernador de Cuyo, coronel mayor José de San Martín, que lo tuvo como su apoderado personal. Luego de declarada la Independencia de las Provincias Unidas por el Congreso de Tucumán, el 9 de julio de 1816, y creado el Ejército de los Andes el 1 de agosto de ese año, el flamante General en jefe de esa nueva fuerza, mucho más en los papeles que en la realidad, lo nombró Apoderado Militar del Ejército de los Andes, confiándole la delicada y clave tarea de recaudar y administrar fondos para la campaña libertadora.

Un verdadero patriota silencioso, Villegas combinó su formación jurídica con una profunda vocación política y administrativa.

Su rol se asemejó más al de un ministro en misión especial, que al de un apoderado convencional como lo entendemos hoy en día, resultando en el siglo XIX, una figura clave en la gestión administrativa, financiera y política de campañas militares, donde sus funciones no se limitaban a lo jurídico, sino que abarcaba funciones mucho más amplias y estratégicas. Entre otras, las de administrar fondos, negociaba suministros, asegurar el financiamiento de tropas, armamento y logística, a la par de actuar como emisario ante gobiernos, cabildos o juntas, defendiendo los intereses del ejército o de su comandante; servía asimismo con nexo entre el ejército y las autoridades civiles, facilitando acuerdos, autorizaciones y respaldo legal; asimismo, redactaba informes, contratos y solicitudes, y en algunos casos, intervenía en la redacción de proclamas o declaraciones.

Villegas se encargó de recaudar fondos, gestionar donaciones y administrar bienes necesarios para la expedición, que iban desde alimentos, a uniformes, equipos militares, armamento, mulas, caballos y medicinas, entre otros.

Su labor implicó la coordinación con las autoridades locales, comerciantes y hacendados para asegurar el abastecimiento continuo de un ejército en preparación y constante aumento, canalizando tanto recursos fiscales como esfuerzos privados.

Supervisó asimismo el almacenamiento, transporte y distribución de estos recursos, a fin que durante la preparación del cruce o durante el cruce mismo las tropas tuvieran raciones, mulas y pertrechos, muchas veces en condiciones extremas.

Implementó asimismo diversos mecanismos de financiamiento patriótico, como contribuciones voluntarias, préstamos forzosos y recaudación de estancos (monopolios estatales). Su gestión en el campo de lo que hoy podríamos denominar como administración financiera, movilizó a la economía cuyana en función de las necesidades y requerimientos del Ejército de los Andes, transformando la producción local en el soporte logístico de dichas fuerzas.

Esta organización de una economía de guerra no solo sostenía al ejército, sino que también traía por añadidura el involucramiento de la sociedad civil en el proceso independentista, con la consiguiente legitimación a nivel social.

Como puede verse, Villegas no fue un simple gestor administrativo, eligiéndolo San Martín tanto por su formación jurídica, como por su dedicación y su capacidad para navegar los complejos escenarios políticos entre Mendoza y Buenos Aires, donde debió actuar como diplomático y financiero, negociando recursos vitales para la campaña libertadora.

Fue, en definitiva, el engranaje que permitió transformar recursos civiles en capacidad operativa militar. Una figura que se reveló tan valiosa como esencial a la hora de articular contra reloj un modelo logístico que combinaba planificación estratégica, administración de recursos y movilización social, que se reveló eficaz, pese a las condiciones de precariedad y urgencia bajo las cuales, de ordinario, tuvo que ser establecido.

Esto lleva a que se considere que Villegas no solo fue un excelente administrador financiero, sino un el verdadero “estratega económico” detrás del plan de cruce de los Andes.

Su calidad de figura clave en la logística financiera, aqueda en evidencia cuando el 25 de enero de 1817, acompaña a San Martín en el cruce por el Paso de los Patos, integrando el Estado Mayor del ejército.

Tras la victoria en la Batalla de Chacabuco, nombrado Bernardo O’Higgins como director supremo del país, lo restituyó como ministro Tesorero. Fue uno de los firmantes, en 1818, del Acta de Independencia de Chile.

El 12 de abril de 1838, falleció en Santiago de Chile y fue enterrado en el campo santo del templo de Santa Ana. Como muchos otros que dieron tanto, ha sido poco recordado.



Para seguir leyendo sobre San Martín en el blog:


La novela de un país


La verdad sobre el cruce de los Andes









SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión, la docencia universitaria y el periodismo. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023), Senderos de Odio (2024) y Vientos de Libertad (2025). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.



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