De Próceres y lectores

 



por Luis Carranza Torres


Cada 9 de agosto se celebra el Día Mundial de los Amantes de los Libros, conocido como Book Lovers Day en los países anglosajones, siendo originaria de los Estados Unidos. Se trata de una fecha que recuerda y homenajea a quienes encuentran placer, compañía y reflexión en la lectura. 

La historia de los lectores es tan antigua como la escritura misma, pero su protagonismo ha sido muchas veces invisibilizado. En los últimos años, sin embargo, se ha comenzado a estudiar al lector como figura central en la evolución cultural y social de la lectura.

La humanidad ha atravesado un largo periplo de mileños en su relación con la lectura. En la antigüedad, los primeros lectores fueron intérpretes de signos en cavernas, tablillas cuneiformes o jeroglíficos egipcios, desde que la lectura era una práctica ritual, sagrada y reservada a escribas o sacerdotes.

Nunca fue más recogida y hasta sacra en su práctica que en la Edad Media, donde el lector era un mediador entre el texto sagrado y la comunidad. El lectorado era y es parte del proceso formativo hacia el sacerdocio en la religión Católica, que se recibe mediante un rito de institución, presidido por el obispo.

En la Edad Moderna, la invención de la imprenta en el siglo XV, volvió al lector se volvió más autónomo y con mucha mayor oferta de lecturas.

De los lectores burgueses, a nuestros días, los siglos XVIII y XIX convierten a la lectura se convierte en una práctica íntima, emocional y educativa, fuertemente asociada a los procesos de alfabetización.

El lector empieza a ser visto como sujeto crítico y reflexivo. Algo que se agudizará en los siglos XX y XXI, donde ya no es un mero receptor, sino el dador final de significación, aportando su mirada y contexto.

Alejandro Parada en Lectura y contralectura en la Historia de la Lectura, entiende que la antigua e inicial Historia del Libro se encuentra atravesando un proceso de transformación hacia la Historia de la Lectura, que, necesariamente, la contiene. 

No es menor el hecho que la historia está poblada de famosos que deben gran parte de lo que fueron, al hecho de ser primero lectores. Lo que nos trae a colación, la frase del presidente estadounidense al respecto: "no todos los lectores son líderes, pero sí todos los líderes son lectores".

Por caso, Miguel de Cervantes fue un dedicado lector de literatura caballeresca, a la que luego satirizó en su Don Quijote. Jane Austen leía novelas sentimentales y textos filosóficos, que estructuraron luego su peculiar estilo como escritora. 

Ya en el siglo XX, las lecturas de Virginia Woolf de los clásicos, tanto en filosofía como literatura contemporánea, fue determinante en llevarla a desarrollar el monólogo interior. Jorge Luis Borges, por su parte, en su Elogio de la sombra de 1969 expresa: "Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído". 

Muchos de ellos no solo leían por placer, sino como una forma de entender el mundo y transformarlo.

Napoleón Bonaparte tuvo una pasión voraz por la lectura. Desde joven, devoró los libros de la biblioteca familiar en Ajaccio, con especial predilección por Las Vidas de Plutarco y La Ilíada de Homero. En la residencia de Malmaison, junto a Josefina, creó una biblioteca con más de 5.000 volúmenes, principalmente de historia y filosofía, todos encuadernados en cuero con iniciales doradas. Y durante sus campañas militares, llevaba consigo una “biblioteca de viaje” con libros de geografía, ciencia, artes y novelas inglesas.

José de San Martín como lector fue abarcó muchas más temáticas que las castrenses. Se trató de un hombre ilustrado que contenía a un lector ávido y curioso, comprometido con la educación, la cultura y el pensamiento crítico. Su biblioteca personal lo acompañó en sus campañas libertadoras, incluso en el cruce de los Andes, acondicionada al efecto en cajones debidamente forrados para resguardarlos. Sus libros y sus armas fueron un tópico siempre presente en sus diversos testamentos. 

Manuel Belgrano, un intelectual ilustrado, hizo de sus lecturas una herramienta de transformación social. Su biblioteca personal, donada en 1811–1812 a la Biblioteca Pública de Buenos Aires, hoy devenida en Biblioteca Nacional), revela la amplitud y profundidad de sus intereses. Se trata de 87 títulos en 167 volúmenes, muchos adquiridos durante sus estudios en España que abarcan tópicos como la literatura, historia, filosofía, geografía, economía, agricultura, ganadería, ciencias y técnicas.

Domingo Faustino Sarmiento es acaso, y con prescindencia del juicio que se tenga como hombre público, el lector que mayor influencia ha dejado a partir de sus lecturas. Incentivado desde pequeño por su madre a leer, fue tal actividad que despertó en la sed de conocimiento que lo caracterizaría durante toda su vida. 

Mayormente, su formación fue como autodidacta, a través de las lecturas.

Creó el Método de Lectura Gradual en 1842, inspirado en sistemas europeos y norteamericanos, para enseñar a leer de forma sistemática. En su obra Educación Popular de 1849, propone la lectura como herramienta de ciudadanía, estética y recreación. 

Defendió asimismo a las bibliotecas populares como centros de conocimiento, accesibles para todos. Pues para él la lectura no se trataba solo de un acto individual, sino una práctica social que debía ser enseñada y difundida, a fin de formar ciudadanos críticos, capaces de pensar por sí mismos a través de la lectura.

Julio Argentino Roca como lector no es una figura tan asociada a la lectura como Sarmiento o Belgrano, pero su formación y contexto revelan aspectos interesantes sobre su relación con el conocimiento escrito. 

Para empezar, estudió en el Colegio de Concepción del Uruguay, una institución de alto nivel académico en el siglo XIX, donde recibió formación en letras, historia y filosofía. Y aun cuando su carrera fue primero militar y luego política, se rodeó de intelectuales como Carlos Pellegrini, Miguel Cané y Joaquín V. González, lo que sugiere que valoraba el pensamiento escrito como parte del aparato estatal. 

Si bien no hay registros detallados de una biblioteca personal ni de diarios íntimos que revelen sus lecturas favoritas, su rol en la expansión del sistema educativo y su impulso a la institucionalización del Estado moderno indican que comprendía el valor de la lectura como herramienta de civilización, aunque no se lo considere un lector humanista. En comparación con figuras como Sarmiento o Mansilla, Roca aparece más como un lector estratégico que como un lector reflexivo.

Bien puede decir que Winston Churchill tuvo una mente forjada en palabras. Lector apasionado y un escritor prolífico, por su relación intensa con la literatura recibió en 1953 el Premio Nobel de Literatura, no por una obra de ficción, sino por su dominio del lenguaje y su capacidad para retratar la historia con profundidad y estilo.

Algo que desarrolló desde joven, leyendo con avidez historia, filosofía y literatura clásica. En particular, admiraba a autores como Edward Gibbon (Historia de la decadencia y caída del Imperio romano) y Macaulay. Su formación autodidacta lo llevó a leer sobre estrategia militar, política internacional y biografías de grandes líderes, lo que moldeó su visión del mundo.

John F. Kennedy, más allá de su carisma y visión, era también un lector dedicado y uno de los mejores exponentes de la lectura rápida, instrumento adquirido en 1954 cuando a su hermano Robert asistieron a clases nocturnas de lectura rápida en la Universidad Johns Hopkins, impartidas por el profesor Elton Y. Mears.

Desarrolló una capacidad impresionante para leer grandes volúmenes de información en poco tiempo, lo que le permitió absorber informes, discursos y documentos estratégicos con agilidad. Durante su presidencia, alentó a su gabinete a adoptar técnicas de lectura ágil, convencido de que mejorar la velocidad y comprensión lectora fortalecería la toma de decisiones.

Aunque más conocido por haber desempeñado el cargo de como presidente del Gobierno de España entre 1996 a 2004, José María Aznar también ha cultivado una faceta intelectual marcada por la lectura, la escritura y el análisis político, fuertemente ligado a su producción como autor, donde la historia, la política y la identidad nacional son tópicos centrales.

La historia de España, el pensamiento liberal y las biografías de líderes políticos han sido sus lecturas predilectas. Su formación en Derecho y su paso por instituciones como la Universidad de Georgetown y Johns Hopkins lo vinculan asimismo con una tradición de pensamiento anglosajón, especialmente en temas de gobernanza y estrategia internacional.

Como puede verse, la historia ha dado y dará, muchos y célebres lectores.

Con relación a las prácticas de lectura de nuestro tiempo, caracterizadas en gran medida por la virtualidad, Parada las reconoce como naturales herederas de las antiguas formas de lectura provenientes del mundo tipográfico, sin dejar de considerar la diferencia en lo que a materialidad se refiere. Y que por su propia naturaleza llevan aparejadas nuevas dimensiones o facetas lectoras. De allí que la historia de la lectura se encuentra hoy en una posición privilegiada por la observación de todas esas mutaciones, en ese ida y vuelta entre la lectura impresa y la virtual.



Para seguir leyendo en el blog:


La novela de un país


La gesta sanmartiniana hecha novela


La verdad sobre el cruce de los Andes







SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión, la docencia universitaria y el periodismo. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023), Senderos de Odio (2024) y Vientos de Libertad (2025). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.




Una mujer humillada y desposeída.

La tentación de recuperarlo todo.

Un secreto vital que obtener tras la cordillera.

Un general con un desafío por cumplir: cruzar los Andes.

 

Provincias Unidas de Sudamérica, 1816. Las tierras del antiguo Virreinato del Río de la Plata han declarado su independencia de la corona española, en el peor de los momentos posibles. El nuevo país, libre pero cargado de dificultades y retos, apuesta a remontar sus derrotas en el Alto Perú, con el audaz plan de formar un nuevo ejército y cruzar la cordillera para batir a los realistas por el oeste.

En Chile, Sebastiana Núñez Gálvez ha visto desbarrancar su mundo de lujos, pero también de oscuridades, tras la reconquista realista del país. Ajusticiado su esposo por liderar el bando patriota y confiscados todos sus bienes, malvive en la extrema necesitad. Una falta de todo que la ha hecho abjurar de cualquier creencia y hasta de su reputación, para conseguir subsistir.

El Mariscal español Marco del Pont lo sabe perfectamente, y le ofrece devolverle todas sus posesiones y alcurnia, a cambio de pasar a Mendoza y obtener el secreto mejor guardado del Gobernador de Cuyo y General en jefe de ese nuevo ejército, José de San Martín: por dónde pasarán sus tropas a Chile.

Sebastiana es una mujer decidida a todo para averiguarlo; apuesta para lograrlo a su antiguo y fuerte vínculo de amistad con la esposa del gobernador y General en jefe, Remedios de Escalada. No le importa tener que mentir, engañar o traicionar viejas lealtades.

Pero la imprevista relación con un oficial de granaderos trastocará sus planes. Alguien que, precisamente, debe mantener a los secretos de su jefe a salvo de los espías realistas. 




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