Curiosas historias de nuestra bandera



La insignia patria en sus más de dos siglos de existencia, tiene por detrás una historia de rebeldía y trascendencia incluso más allá de los límites del territorio nacional.


Por Luis Carranza Torres


Nuestra bandera celeste y blanca es el símbolo común y propio de todos los argentinos, sin distinguir origen, religión, edad, género o ideas. Cubre por igual a quienes la sienten desde el alma, como respecto de aquellos que les resulta indiferente y hasta a los que se disgustan de ella. Como expresó Joaquín V. González, en su obra La Tradición Nacional: “Las naciones condensan en un signo visible esa idea de la unidad, del amor y del deber cívico; éste es un sentimiento tan antiguo como la humanidad y ese signo es la bandera”.


Por eso mismo ha podido decir el jurista y educador José León Suárez: “…Tened presente que nuestra Patria se simboliza en la bandera argentina y que, por tanto, esa enseña ampara y encarna, idealmente, nuestro territorio, nuestros habitantes, nuestras aguas y pastos, nuestras brisas y pamperos, nuestros recuerdos y esperanzas, en una palabra, la integridad moral y material de la Nación Argentina”.


Sus comienzos fueron azarosos como los del país que representa. Se elevó en un mástil por primera vez el día 27 de febrero de 1812, por el General Belgrano en las barrancas del río Paraná, a la altura de Rosario, donde se hallaban las baterías "Libertad" e "Independencia". Luego del acto, éste informa al gobierno que: “Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, mandela hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la Escarapela Nacional. Espero que sea de la aprobación de V.E.”. Pero ese primer triunvirato, de política conciliadora, no quería saber de actos que preanunciaran un rompimiento definitivo con la corona española, y lo desaprobó, ya que "la situación presente (…) exige por nuestra parte que nos conduzcamos con la mayor circunspección y medida”, razón por lo que ordenaba que: “Vuestra Señoría haga pasar como un rasgo de entusiasmo el enarbolamiento de la bandera blanca y celeste, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola con la que se le envía”. Que no era otra que el pendón real del fuerte de Buenos Aires, el cual Belgrano se negó a usar.


Pero la enseña había prendido ya en muchos y su izado en el Paraná se difundió. En las narices del propio gobierno. Es así que al celebrarse en Buenos Aires, en la Iglesia de San Nicolás de Bari (lugar donde hoy se levanta el obelisco) el 23 de agosto de 1812, un oficio religioso para festejar el aplastamiento de la conjura de Alzaga con asistencia de algunos triunviros, tanto la torre de la iglesia, como un tablado a sus pies aparecieron adornados con siete banderas celestes y blancas.


Cupo al Ejército del Norte, en la batalla de Tucumán, el 24 de setiembre de 1812, ser la primera fuerza militar patria en llevar la celeste y blanca en un campo de batalla. Ya antes, la había desplegado en el Cabildo jujeño en los festejos del 25 de mayo, previo a ordenar el histórico éxodo, y la había hecho bendecir por vez primera en la Catedral de dicha ciudad. Cuando el Primer Triunvirato le recriminó nuevamente por usarla, Belgrano replicó: “La guardaré silenciosamente para enarbolarla cuando se produzca un gran triunfo de nuestras armas”. Y en Tucumán, cumplió con la promesa.


Acota Beruti en sus “Memorias curiosas”, que: “… que el 5 de octubre (1812), cuando en esta capital se difundió la noticia de la victoria de Tucumán, a la puesta del sol se arrió la bandera rojo y gualda del Fuerte y en la misma asta se izó un gallardete celeste y blanco, que dominaba a la insignia amarilla y encarnada que quedaba debajo”. El conciliador triunvirato que había pretendido desconocerla, ahora gobernaba bajo su presencia, si bien conservaba también a la insignia real.


Tuvo que pasar un tiempo, hasta que fuera adoptada oficialmente como símbolo nacional el 20 de junio de 1816 por el Congreso reunido en Tucumán. Posteriormente en 1818 se le agrega en su centro un sol incaico, figurado con rostro humano, de color oro amarillo con treinta y dos rayos: 16 flamígeros y 16 rectos, colocados alternativamente. Este diseño del sol, que se observaba ya en las monedas patrias, se debe al orfebre Rivera, apodado "El Inca", por ser un descendiente de tal pueblo. Manuel Belgrano aceptó este añadido, llamado también el Sol de Mayo.


Habiéndose declarado la Independencia el 9 de julio de 1816 y adoptado la bandera, San Martín confeccionó una, y la hizo jurar a sus fuerzas antes de cruzar los Andes con ella. Ondearía en todos los campos de batallas de la independencia sudamericana en donde hubiera fuerzas argentinas, hasta la última de ellas, batalla de Ayacucho en 1824.


El 2 de abril de 1982, pese al secretismo conque se había llevado a cabo la Operación Rosario para recuperar las islas Malvinas, en el avance hacia Puerto Argentino, aun antes de efectivizarse la rendición del gobernador inglés, los soldados de la fuerza de desembarco comenzaron a colocar banderas argentinas en cuanto lugar fuera posible hacerlo. Por esos días, para estupor de los encargados del área, se descubrió que las existencias de la enseña patria en los depósitos de la Subintendencia de Puerto Belgrano, desde donde partiera la flota, habían sido retiradas por diversas manos.


La ceremonia oficial de izado del pabellón en la casa de gobierno luego de la rendición del gobernador inglés no estuvo exenta de novedades. Antes de la capitulación, miembros del staff del gobernador habían inutilizado el mástil para que no se llevara a cabo. Un subteniente del ejército, Oscar Roberto Reyes, trepó al mástil para destrabar la driza y poder finalmente izarla.





También nuestra bandera ha ondeado en diversas partes del mundo, desde el Congo y Mozambique hasta Haití, pasando por Chipre, las aguas del golfo Pérsico y Kosovo, como parte de los contingentes militares argentinos allí desplegados en misión humanitaria integrando las Fuerzas de Paz de la Organización de las Naciones Unidas.


Como dato poco conocido, en 1817 el contingente chileno al mando de O'Higgins en el Ejército de los Andes, por carecer Chile en ese momento de insignia propia, peleó en Chacabuco llevando la bandera argentina en sus formaciones.


En el primer aniversario de la independencia, el Capitán Hipólito Bouchard, enarbola la celeste y blanca en el asta a popa de la fragata “La Argentina”, de 464 toneladas de desplazamiento, 34 cañones, y 100 metros de quilla, con la que circunnavegará el globo en los dos años siguientes.


En tal viaje, el 24 de noviembre de 1818 toma la ciudad de Monterrey, en California, por entonces una posesión española. Escribirá sobre ello en su bitácora: "A las 8 horas desembarcamos, a las 10 era en mi poder la batería y la bandera de mi Patria tremolaba en el asta de la fortaleza". Y por seis días, tal población estuvo bajo ocupación de las fuerzas de la marina argentina, ondeando nuestra bandera en la sede gubernativa.


Las acciones de ayuda de Bouchard a los movimientos independentistas en Centroamérica, dieron como una de sus consecuencias, que al organizarse los nuevos estados emancipados, los colores de sus enseñas imitaran a los de la bandera argentina: por caso, los de las efímeras Provincias Unidas de América Central, así como Nicaragua y la bandera de Costa Rica durante los años 1840 a 1842.


En igual forma, la primera bandera paraguaya de 1812, es una variación de la creada por Belgrano, a la que se le agrega una estrella blanca en la izquierda de la franja celeste superior. Posteriormente se modificó su diseño, agregándole una franja roja, como símbolo federal, al igual que otras banderas del litoral.


Cuando el cinematógrafo llegó a la Argentina, apenas después de su lanzamiento por los hermanos Lumiére en París, al poco tiempo empezaron a rodarse las primeras películas nacionales. Es así que en 1897, un francés residente en Argentina, Eugene Py, con cámaras traídas del país galo, se convirtió en el primer realizador y camarógrafo local, con su corto sobre, casualmente, “La bandera argentina”.


En 1904, un empleado postal de tan sólo 18 años, Hugo Alberto Acuña fue enviado junto a otros por el Correo Argentino a las islas Orcadas, para habilitar la primera estafeta en dichas regiones, tomando parte del primer izamiento de la bandera argentina en la Antártida el 22 de febrero de ese año. Al respecto, escribió en su libreta personal de tapas negras, con caligrafía prolija: ¨A pesar del frío, vestimos traje de paseo, como en Buenos Aires. Hay 5 grados bajo cero. La bandera asciende en el modesto mástil y comienza a flamear. Ya tenemos listo el pabellón celeste y blanco. Ya estamos en nuestra propia casa...¨


En 1965, el Comodoro Olezza realiza el primer vuelo argentino sobre el Polo sur, mientras que el 10 de diciembre de ese año, la expedición comandada por el entonces Coronel Leal, izó nuestra bandera en el vértice sur de la Patria, luego de 45 días y 1100 kms de travesía.


En cuanto a llevar la bandera a las cumbres más altas, el 8 de marzo de 1934, al Teniente Nicolás Plantamura, perteneciente al Regimiento 16 de Infantería de Montaña, le cupo el honor de ser el primero en plantar, en el vértice superior del cerro Aconcagua, la enseña nacional.


Por su parte, nuestro compatriota Tommy Heinrich, el 15 de mayo de 1995, a las 7:45 horas, después de sesenta y cinco días de ascenso, clavó una pequeña bandera celeste y blanca en la punta del Everest. Siendo el primer argentino en hacer cima en la montaña más alta del mundo, y convirtiendo a la Argentina en el cuadragésimo tercer país del mundo en conseguir este logro.


No pocos argentinos han llevado su bandera como parte del festejo de algún logro personal y público. Uno de los últimos casos, se dio el 11 de mayo de 2008, cuando el Manchester United logró su 17ª título en la historia del fútbol inglés, al derrotar como visitante al Wigan por 2 a 0, y Carlos Teves, la estrella de equipo, dio la vuelta del triunfo en el estadio portando una bandera argentina.


El 18 de mayo de 2013, la montañista Ursula Diaz hizo cumbre en el Everest portando una bandera argentina firmada por cientos de catamarqueños. Fue la segunda mujer de nacionalidad argentina en obtener esta proeza, luego de que Mercedes Noel "Tety" Sahores Rosauer, una montañera y esquiadora neuquina lo hiciera el 19 de mayo de 2009.





El 22 de abril de 2016, la primera expedición argentina al polo norte alcanzó su destino, cerca de las 17 horas, luego de 10 días de una travesía de unos 120 kilómetros con esquíes por los hielos árticos, con temperaturas promedio de 30 grados bajo cero. Los ocho expedicionarios argentinos confirmaron su llegada al polo norte a través de una fotografía del equipo en Facebook en la que se ve flameando la bandera nacional.

En 2020, con el mundo inmerso en la pandemia del COVID-19, como mensaje de unión en medio de la pandemia, la ciudad suiza de Zermatt decidió proyectar las banderas de distintos países sobre el pico Matterhorn, también conocido como el monte Cervino. Cada noche, la montaña más icónica de Los Alpes se iluminaba con colores que simbolizan a una nación diferente. Entre ellas, la bandera argentina."Muchos suizos emigraron a la Argentina en el siglo XIX y aún conservan fuertes lazos con su antigua patria. Pensamos en la población argentina en estos tiempos sin precedentes", detalló la embajada de Suiza en Buenos Aires respecto del suceso.

A fines de mayo del año 2022, en un inusual hecho, miles fanáticos argentinos se agolparon en la tradicional plaza de Trafalgar Square con camisetas y banderas "albicelestes" para apoyar al equipo de Scaloni en la previa de la Finalissima, un duelo futbolístico que se disputaría entre los campeones de Europa con sus homólogos sudamericanos, un partido acordado entre la UEFA y la CONMEBOL por un Memorándum de Entendimiento renovado y ampliado el 15 de diciembre de 2021,  que se jugaría en Wembley con la selección italiana. La plaza quedó cubierta de banderas y gente que saltaba al grito de “el que no salta es un inglés”. 


Como puede apreciarse, ya sean realizados por civiles o militares, funcionarios o particulares, por causa de actos estatales o de simples ciudadanos, la bandera argentina ha sido por más de dos siglos, un común y hondamente sentido símbolo de la pertenencia a ese colectivo nacional nuestro, complejo, pero al mismo tiempo, entrañable.


Artículo originalmente publicado en el Suplemento Temas del diario La Voz del Interior del domingo 15 de junio de 2008. Revisado y actualizado en 2020 y 2022.


Para seguir leyendo sobre historia en el blog:

El encuentro francés de José de San Martín y Napoleón Bonaparte


Los libros de San Martín











NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  






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