Elogio de la amistad



Por Luis Carranza Torres

Especial para el blog.

 Qué sería de nuestra vida sin amigos. La amistad es una de las relaciones interpersonales tipo afectivo, construida a partir de intereses, gustos, o similares que se comparten, más comunes y esenciales que la mayoría de las personas tiene en la vida.

El derecho no es ajeno a ella, y demuestra su vínculo en varios aspectos. Para empezar, y aun cuando es poco conocido, debemos a un evento jurídico que el día en que el Apolo 11 llegó a la Luna (20 de julio de 1969), pueda ser considerado como un hito común a la humanidad. 

Dos años antes, se había firmado entre los principales países del mundo, incluidas todas las superpotencias de entonces, el Tratado del espacio exterior, que establecía los principios para la exploración y uso del espacio exterior, incluyendo a la luna u otros cuerpos celestes. En él, se establecía al espacio y sus cuerpos celestes eran regidos bajo el concepto de res communis humanitatis, siendo por tanto patrimonio común de la humanidad. No podía ser apropiado por nadie, y todo uso del mismo debía ser en dicho carácter, independientemente de la nación que llevara a cabo dichas actividades.

En virtud de tales cláusulas, es que cuando Neil Alden Armstrong pisó el suelo lunar, lo hizo a nombre de la humanidad, y no del país que lo enviara. De no haber estado en vigencia el tratado, en virtud de las normas de derecho internacional consuetudinario que regulan la apropiación, la luna hubiera pasado a ser parte de los Estados Unidos, al plantar allí su bandera.  

Pero más allá de las razones detrás de una fecha, un tipo particular de amistad atraviesa a todas las áreas del derecho, como requisito necesario para el adecuado funcionamiento de las instituciones jurídicas. Se trata del iure amicitiae, amicĭtas iuris o affectio iuris, que hoy como siempre reclama su lugar en la actuación de cualquier asunto jurídico. 

Ya decía Aristóteles que para que las sociedades para prosperar, necesitan leyes e instituciones justas, gobernantes prudentes, ciudadanos comprometidos, así como jueces y demás actuarios del foro honestos, pero a ello debía sumarse un elemento esencial para dicho buen funcionamiento: la amistad civil o cívica. Una de las especies de mayor importancia que asume dicha amistad es en la práctica del derecho. 

Así como la amistad cívica no consiste en que los funcionarios y ciudadanos salgan de juerga, sino que se reconozcan como unidos por un vínculo común, y por ello mismo, con ciertos objetivos, metas o valores en común, más allá de sus diferencias. En razón de ello, dicha “amistad jurídica”, supone la observancia de ciertas pautas de comportamiento conforme al ideal de justicia, sea que se juzgue, se defienda o se reclame en un asunto.

Camaradería de lo justo, podría también denominársele. No debemos menospreciarla ni pasarla por alto. Desde los libros VIII y IX de la Ética aristotélica, a la teoría política de nuestros días, siempre se ha entendido que sin la práctica de ese mínimo común denominador, las sociedades corren el riesgo de padecer un más o menos rápido proceso de desintegración. 

La amistad en el derecho tiene también su vertiente a nivel procesal, con el denominado amicus curiae, que ha venido a ampliar la legitimación para intervenir en cierto tipo de procesos a terceros ajenos al litigio, pero conocedores en profundidad de la materia que en él se debate. 

De su origen en la antigua Roma, pasó a comienzos del siglo IX, a la práctica judicial inglesa, extendiéndose dentro del Common Law, y luego en el moderno derecho internacional de los derechos humanos. 

En nuestro país, tuvo recepción en la Corte Suprema de Justicia de la Nación mediante la Acordada Nº 28/2004 y 14/2006, las cuales fueron reemplazadas por la que actualmente rige a la figura, su similar Nº 7/2013.

Desde las ciencias médicas, se expresa que tener amigos es bueno para la salud: las personas con una amplia red de amistades tienen la tensión más baja, sufren menos estrés, sus defensas son más robustas y viven más tiempo pues los amigos facilitan los buenos hábitos, ahuyentan la depresión, ayudan a superar enfermedades y producen satisfacción, placer y felicidad.

"No disponer de una red social de apoyo es un factor de mortalidad más potente que sufrir obesidad o llevar una vida sedentaria y sin ejercicio físico", de acuerdo a la profesora de Psicología de la  Universidad Brigham Young (Utah, en Estados Unidos), Julianne Holt-Lunstad, quien dirigió una investigación respecto de la relación entre la amistad y la longevidad. que mostró "un aumento del 50% de probabilidades de vivir más si se posee una sólida red de relaciones sociales".

El culto de la amistad que practicamos, a veces se queda en el papel. En mi caso, siempre existe la amistad en mis historias. Por mencionar alguna, la relación de mutuo afecto y protección de Cecilia y Agustina en Secretos en Juicio y Secretos de un ausente, que termina uniéndolas mucho más de lo que ellas mismas pueden tener idea al inicio. 

Otra muestra es el lazo que cimentan, con sus idas y vueltas, Coti y Fiama en la saga de los López de Madariaga en la Segunda Guerra Mundial en Mujeres de invierno, Hijos de la Tormenta y Náufragos en un Mundo Extraño

A veces, esa relación no termina bien, y no siempre por obra de sus protagonistas. Tal es el caso de Kendrya, celta y gladiatrix y de Genissa, la britana de servicio, ambas esclavas en el Ludus Magnus en la antigua Roma que se cuenta en Germanicus. El corazón de la espada

Es que no siempre la amistad es una cuestión fácil. Ese costado de afecto conflictuado lo pude describir en forma particular con Leo, Laura, Cata y Esteban en Misión en el Trópico.  Los encuentros, cercanías y alejamientos de un grupo de amigos que han cursado juntos su carrera militar, antes como cadetes en un instituto del ramo y ahora en una misión humanitaria en un país africano. 

En todos ellos, resumo el afecto, la confianza y el apoyo que deben presidir las relaciones de amistad. He sido bendecido por la vida en tener muy buenos amigos. Más valiosos que cualquier tipo de posesión material. Y a Dios gracias, la balanza en la materia se halla inclinada ampliamente a favor de ellos, con relación a los desengaños puntuales que siempre existen en la vida. 

Espero de corazón que el lector de estas líneas, se halle en idéntica condición. ¡Feliz día del amigo a todos! 


Para seguir leyendo:

Un duelo implacable entre antiguos amigos


Misión en el Trópico: 1 Viejos conocidos





NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba. 

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