La historia detrás de "un hombre que cae"
Por Luis Carranza Torres
Especial para el blog
11 de setiembre de
2001. El fotógrafo Richard Drew, de 54 estaba cubriendo el primer día de la
Semana de la Moda de Nueva York, charlando con un camarógrafo de CNN durante un
descanso, cuando este último recibió una alerta sobre un avión que chocaba
contra el World Trade Center. Unos pocos segundos después, su editor lo llamó para
decirle lo mismo y pedirle que fuera al lugar.
La Torre Norte del
Word Trade Center fue impactada a las 8.46 de la mañana de ese día por un avión
de American Airlines entre los pisos 94 y 98. Luego, otro se estrellaría en la Torre
Sur.
Tomó el metro desde Times
Square hasta la estación Chambers Street, la parada anterior al World Trade
Center, a unos 400 metros del World Trade Center Lo primero que vio al salir de
la estación, fueron las columnas de humo en las dos torres.
Se acercó caminando
hasta quedar a un centenar de metros, donde ya pudo ver los dos edificios en llamas.
Al reparar en que había personas que salían por las ventanas en los pisos
incendiados, sacó la cámara instintivamente y empezó a tomar fotos.
Drew comenzó a
trabajar en el piloto automático: “Mi adrenalina estaba bombeando. Todo lo que
estaba pensando era en conseguir las fotos ”, dijo. “Estaba tan atrapado en el
momento que cuando la primera torre comenzó a caer, vino un rescatista y me
sacó, diciendo que teníamos que irnos, o seríamos aplastados. Me resistí
incluso cuando me empujó a la fuerza por la calle. Seguí tomando fotos hasta
que me arrastró a un lugar seguro ".
Una de las muchas fotos que tomó sería conocida como The Falling Man (“El hombre que cae”). Capta la secuencia de aquel hombre que cae tras arrojarse al vacío incapaz de soportar el humo y las llamas del piso en donde se encuentra. Doce disparos en diez segundos.
“Hasta que regresé a la agencia esa mañana, no me di cuenta de las imágenes que habían quedado registradas. Creo que sorprende mucho la simetría del Falling Man con las líneas del edificio, y hasta la aparente calma y resignación con la que está cayendo. Es casi una imagen de armonía. Lo que no se ve es lo que da dramatismo a la foto. Es el registro de apenas un instante en la vida de una persona. Pero el que mira la imagen sabe que, desgraciadamente, fue su instante final”, expresó luego.
El atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de setiembre de 2001 conmovieron dentro y fuera de Estados Unidos. De los múltiples registros de lo sucedido, ninguno ha sido más revelador y perturbador respecto de la tragedia sucedida que la fotografía de Richard Drew.
Terrible, impactante,
la icónica imagen da rostro humano al drama
de los miles de víctimas del suceso. La foto recibió múltiples de premios, incluido el Pulitzer y quedó
como la metáfora visual de la tragedia.
Las autoridades no diferenciaron en las 2600 del atentado, quienes murieron dentro del edificio o los que saltaron, pero por los registros fílmicos y fotográficos se estima la cifra de las mismas entre unas 100 a 200 personas, en su mayoría desde la Torre Norte.
No fue posible
recuperar ni identificar los cadáveres de las personas que murieron al verse
forzadas a lanzarse al vacío.
Nunca se ha declarado
oficialmente la identidad del hombre y existen varias teorías al respecto. Las fotos
de Drew, criticadas por algunos, ayudaron a reconstruir los momentos finales de
otras personas. En los pisos por arriba de donde los aviones se estrellaron,
nadie sobrevivió.
Se trata de una foto
que asombra, perturba, sacude y aflige. Porque al verla, como en el poema de John Donne, se tiene conciencia que “La muerte
de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; y por
consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por
ti.”
Nada es más cierto que eso, cuando se trata de una víctima, condenada a sufrir un destino ajeno e injusto.
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