Punta Quebracho, la batalla olvidada por la soberanía

 


 


Por Luis R. Carranza Torres

 

La soberanía nacional, con todas las pasiones y discusiones que despierta en algunos el concepto, tiene su día en el calendario oficial: 20 de noviembre. La fecha fue instituida en conmemoración de la batalla de la vuelta de Obligado.

Ello a pesar de ser una derrota, o quizás precisamente por ello, ya que al decir de Ernest Renan, “si de recuerdos nacionales se trata, más valen los lutos que los triunfos puesto que imponen deberes; y demandan un esfuerzo en común’’.

Asimismo, el realce del combate, presentado principalmente por la corriente conocida como  "revisionismo histórico", entendía que la tenaz y heroica resistencia de las fuerzas armadas argentinas en esa lucha tan desigual, era la mejor muestra del vigor, el valor y el honor con que debía hacerse frente a las cuestiones en donde la soberanía e independencia de la Nación se hallan comprometidas. Estando fuertemente conectada, asimismo, con la reivindicación de la personalidad pública de Juan Manuel de Rosas,  como defensor de la soberanía nacional frente a las potencias coloniales europeas de la época.

La intervención de las escuadras de guerra de Francia e Inglaterra en el litoral argentino, pretendiendo la apertura de puertos por la fuerza de las armas, para que pudiesen ingresar libremente sus mercaderías, hacia la cuarta década del siglo XIX, puso a la Confederación argentina y a su mayor líder, Juan Manuel de Rosas, en el conocimiento del público europeo.

La  Presse, el diario galo más popular y masivo de tal época, se inclinaba decididamente a favor de Rosas, en tanto los periódicos afines a Thiers y a Guizot no cesaban de atemorizar a sus lectores con la reproducción de largas listas de crímenes rosistas, de persecución, tortura, muerte y exilio de sus opositores. Tarea para la cual contaron con la ayuda de argentinos opositores a Rosas, tales como Manuel de Sarratea y del cordobés Rivera Indarte con sus Tablas de sangre.

La flota combinada anglo francesa, se hallaba integrada por 22 barcos de guerra y 92 buques mercantes abarrotados de mercaderías,  y al decidirse a abrirse paso por los ríos interiores argentinos a la fuerza, se encuentra en la Vuelta de Obligado con las fuerzas argentinas al mando del general Lucio Norberto Mansilla. En tal lugar, cercano a San Nicolás, el río Paraná tiene 700 metros de ancho y un recodo pronunciado dificultaba la navegación, habiéndoselo cerrado a la navegación con tres gruesas cadenas tendidas de costa a costa, sobre 24 lanchones.


Los europeos disponían de 418 cañones, y 880 soldados, contra un bergantín artillado, el republicano y 60 cañones de escaso calibre de la fuerza nacional.

Pero la superioridad no era simplemente numérica, sino también tecnológica. 11 de los 22 buques de combate de la escuadra anglo-francesa, navíos a vapor, lo más avanzado en maquinaria militar de la época, dotados de blindaje en sus partes principales y grandes piezas de artillería forjadas en hierro y de rápida recarga, torres giratorias de artillería, y cohetes Congreve. Los cañones de los invadientes eran de calibre ochenta cuando los argentinos eran de bronce, “modelos dignos de museos históricos”, en las palabras de José María Rosa, con una colección de calibres que iban desde el 8 al 12.


Tras diez horas de lucha, la escuadra logra forzar el paso. Para ello, ha tenido que acallar todas las baterías argentinas, y desembarcar infantes a tierra para cortar las cadenas, luego de diezmar con metralla a la infantería argentina que les cargaba a la bayoneta. Por la parte argentina, 250 muertos y 400 heridos, un tercio del total. No se sabe a ciencia cierta las pérdidas de los atacantes, pero como dato a considerar, la escuadra hubo de quedarse 40 días en el lugar, ha efectuar reparaciones.

Es un aspecto interesante para destacar, que tanto detractores como favorecedores de Rosas, no han tratado su error más trascendente en la cuestión. Ya que si se hallaba determinado a no ceder a las presiones galo-británicas, hasta el punto del conflicto armado, nunca se preocupó por equipar adecuadamente a sus fuerzas militares. Y esto es más inexplicable cuando un político como el que era Rosas, más allá del juicio que sobre él tengamos, no podía desconocer que en todos los casos, un país que quiera ser independiente en sus acciones frente a los demás, imprescindiblemente debe contar con fuerzas militares, en cantidad y calidad tecnológica adecuadas, para hacer frente con posibilidades de éxito a su propia defensa.

Con escasos medios, y como en tantas otras ocasiones, los militares argentinos debieron apelar una vez más, al “ingenio de combate” para poder emparejar un tanto las cosas. Y es así como llegamos al punto de la historia en que, pegando la vuelta de su expedición, con nulos éxitos económicos, la escuadra invasora, se encuentra en Punta Quebracho, donde el río Paraná se angostaba, el 4 de junio de 1846, unos ocho meses después de la batalla de la Vuelta de Obligado, en las cercanías de la actual localidad de Puerto General San Martín, en la invencible provincia de Santa Fe.

Allí, el general Mansilla había ocultado en lo alto de una barranca, totalmente fuera del alcance del fuego enemigo por una cuestión de elevación, los 17 cañones que les quedaban a las fuerzas nacionales. Y por tres horas, al grito de "¡Viva la soberana independencia argentina!", atacó a la escuadra combinada, que debió huir aguas abajo, sin poder contestar debidamente el fuego, con un saldo de dos mercantes hundidos, otros cuatro en llamas, y por el lado castrense, los vapores de guerra Harpy y Gorgon, último grito de la tecnología naval, seriamente dañados a pesar de sus blindajes.

En su expedición militar-comercial, los anglos y franceses habían llegado hasta Asunción, tocando casi todos los puertos intermedios, en medio de una hostilidad general que malogró todo dividendo. Fue un pésimo negocio, y como los comerciantes que eran, desistieron de repetir la empresa.

Es de tal forma que la Batalla del Quebracho, también conocida como de Punta Quebracho o de la Angostura del Quebracho, fue la revancha de la Batalla de la Vuelta de Obligado. 


Como nos dice Francisco Uzal: “El encuentro del Quebracho, aparte de su enorme importancia militar y política, fue el sello definitivo del desastre económico-comercial de una empresa de injusta prepotencia, llevada a cabo por quienes, seguros de su enorme superioridad material, y atropellando sin consideraciones humanas ni jurídicas todos los derechos de la Confederación Argentina, se proponían un cuantioso dividendo”.

Razón de más, para preguntarnos el por qué de su olvido o relativización, en nuestra historia. Sumamos a ello otro dato: recién en 1999 se declaró al sitio del combate como Lugar Histórico Nacional.

 

Para seguir leyendo en el blog:















NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  




 

Lo más leído

Imagen

La foto del 2 de abril

Imagen

La leyenda del Halcón