La novela por la que le dispararon a John Lennon



por Luis Carranza Torres

Nueva York, diez y cincuenta de la noche, 8 de diciembre de 1980.  El lugar, la calle 72 a la altura del Central Park en la Isla de Manhattan, el distrito de la ciudad con mayor densidad de población de los cinco que componen la ciudad. Para ser más precisos, la puerta principal de los coquetos Dakota Apartments, una edificación que destaca, no sólo por el poder del dinero y la fama de sus residentes, sino también por su peculiar arquitectura: Altos gabletes y profundos tejados con ventanas, los paneles y enjutas de terracota, los nichos, los balcones y las balaustradas otorgan al edificio una falsa apariencia de estilo renacentista alemán. Su principal influencia, la real, es de la arquitectura francesa, tan en boga en la ciudad  en la década de 1870 cuando se construyera.


No parece, la edificación, encajar en esa ciudad de rascacielos modernos, porque en realidad, es de otra ciudad en otra época. De hecho, su garaje antes ha sido un establo. Su nombre "Dakota" también rememora épocas que se fueron: le fue impuesto porque en la época de su construcción, un siglo y una década antes de ese día que decimos, el Upper West Side de Manhattan estaba tan poco edificado que se consideraba tan remoto como el Territorio Dakota. 

Allí, ese día a esa hora, un ex beatle devenido en solista y referencia de muchas cosas, desde los movimientos de paz al hippismo, regresa a su hogar, justo allí, junto a su esposa Yoko Ono desde los estudios de grabación Record Plant. 

Habían salido por esa misma puerta cinco horas antes, en la tarde, para mezclar juntos la pista «Walking on Thin Ice» en el estudio. Mientras caminaban hacia su limusina, los rodearon varias personas en busca de un autógrafo del músico. Nadie quería que Yoko les firmara nada. Era algo habitual y uno de los buscadores de firma se trataba de Mark David Chapman, un empleado de hospital de 25 años de edad proveniente de Honolulu en las islas de Hawaii. Sin mediar palabra, le entregó a Lennon una copia de Double Fantasy, su último álbum salido a la luz solo un mes antes, que el músico firmó. Tras hacerlo, se lo devolvió sin que éste tampoco dijera nada. Lennon le preguntó entonces: «¿Es todo lo que quieres?». Chapman siguió sin decir palabra y solo asintió, en tanto el fotógrafo Paul Goresh tomaba una foto del encuentro sin saber, ni por asomo, lo que en realidad estada retratando.​


Cinco horas después, Chapman no le entregaría nada cuando regresara, sino que parado en la sombra del arco de la entrada principal, le dispararía a Lennon cinco balas de punta hueca con un revólver 0.38 Special de Charter Arms, luego de dejar pasar a Yoko hacia la recepción. Tampoco la quería como su blanco.

El  músico no había querido comer fuera para poder estar en su departamento a tiempo para dar las buenas noches a Sean, su hijo de cinco años, antes de que se fuese a dormir. Algo que no llegaría a llevar a cabo. Por esas fatalidades del destino, en lugar de detener al coche al patio del edificio, o estacionarlo en el garaje, lo pararon en la Calle 72 junto a la entrada. 

Un disparo falló, pasó por encima de la cabeza de Lennon para impactar en una ventana del edificio. Los restantes dieron en su blanco, dos ingresaron por el lado izquierdo de la espalda y otro par pnetraron por su hombro izquierdo, infligiéndole graves heridas, entre ellas una perforación de la  aorta. Aun así, Lennon subió cinco peldaños hacia el área de seguridad y pudo decir «me dispararon», antes de desplomarse al suelo. Jay Hastings, conserje del Dakota, lo cubrió con su uniforme, le quitó las gafas y llamó a la policía.


En el exterior del Dakota, José Sanjenís Perdomo, antiguo policía cubano y actual portero del edificio, le sacó la pistola de la mano a Chapman, pateándola luego lejos en la acera. El agresor no daba señales de casi nada, tampoco de huir. Solo se quitó el abrigo y sombrero mostrando que que no llevaba ningún tipo de arma oculta, y tomó asiento en la acera. 

Perdomo le echó en cara «¿Te das cuenta de lo que has hecho?». Con mucha calma, el empleado de hospital respondió: «Sí, acabo de disparar a John Lennon». 

Lennon fue llevado en un coche patrulla de la policía al St. Luke's-Roosevelt Hospital Center. Fue recibido allí por el Dr. Stephan Lynn en la sala de emergencias, sin pulso ni respiración. Por los siguientes veinte minutos, un equipo de médicos abrió el pecho de Lennon e intentó un masaje cardíaco manual para restablecer la circulación, sin éxito por el gran daño en los vasos sanguíneos alrededor del corazón. Fue declarado muerto a las 11:15 p. m. firmando el Dr. Lynn el documento. La causa de muerte expuesta: hipovolemia, por la pérdida de más del 80 % del volumen sanguíneo. 

Steve Spiro y Peter Cullen,  dos patrulleros de la policía de Nueva York que acudieron al lugar, encontraron al responsable del hecho sentado sentado en la acera, con absoluta calma. El homicida sostenía sostenía un libro de bolsillo entre las manos: The Catcher in the Rye, de J.D. Salinger. Más conocido entre nosotros por uno de sus títulos en español: el guardián del centeno.

Lo leía por decimosexta vez: "Léanlo, allí están todas las respuestas. Léanlo y lo comprenderán todo", dijo entonces. No se opuso al arresto.

Chapman había salido esa mañana de ese 8 de diciembre, de la habitación del hotel Waldorf Astoria en la que estaba alojado, para ir a una librería a comprar el libro de Salinger y autografiarlo: "Para: Holden Caulfield. De: Holden Caulfield. Esta es mi declaración". Subrayó "esta" y se fue al Central Park a buscar al músico. Ese es el mismo lugar con el que estaba obsesionado el personaje de la novela, quien quería saber a dónde iban los patos de aquel lago durante el invierno.

En el proceso judicial subsiguiente, declararía que su vida reflejaba la de Holden Caulfield, el protagonista del libro. Su fin de semana en Nueva York pretendía ser una evocación del que se narra en en tal obra, con la muerte del músico como tétrica cereza de esa torta de delirio. En su declaración a la policía tres horas después, Chapman dijo, «Estoy seguro que la mayor parte de mí es Holden Caufield, el personaje principal del libro. El resto de mí debe ser el Diablo».


Se trataba, la obra tan terriblemente aludida, de una novela del escritor estadounidense J. D. Salinger, presentada en forma de serie en el periodo 1945-1946 y publicada en formato de libro en julio de 1951 por Little, Brown and Company. 

La primera traducción que tuvo al castellano fue realizada en Argentina diez años después en 1961​ por Compañía General Fabril Editora para la colección Anaquel que se editaba de Buenos Aires. Se la tituló El cazador oculto, un mejor título que la traducción española de 1978 que lo cambió a El guardián entre el centeno, que resultaría más popular pero no exento de críticas. Rodolfo Rabanal explicó en un artículo en el diario La Nación de 2001, El traductor traicionado que:

"El guardián en el centeno" es estrictamente literal porque responde a las cinco palabras del título en inglés, pero esa literalidad no beneficia el sentido, más bien lo oscurece. Veamos por qué. El guardián es el arquero -como lo llamamos nosotros en el fútbol- o, para ser más claro, el jugador que en el béisbol corre para atrapar la pelota; si ese jugador se encuentra, de manera figurada, en un campo casi idéntico a un trigal, estará evidentemente oculto y fuera del alcance del bateador. En suma, "cazaría" la pelota desde una guarida y se comportaría como un cazador oculto.

Esa es la idea que inspiró el título de Salinger, sólo que en inglés, y en los Estados Unidos, bastaba con la literalidad para establecer la metáfora. Pero en la versión en español era preciso imaginar el propósito de Salinger y dar exactamente la idea que el autor buscaba. En efecto, eso se hizo, y de manera brillante en la traducción argentina. Luego se impuso esta nueva versión y el guardián en el centeno ya no suena a nada".

No fue la única polémica del libro. Se trataba de una obra tan pródiga en ventas cuanto en polémicas por tratar sobre cuestiones como la sexualidad, el acoso, el fracaso, el alcoholismo o la prostitución de una forma descarnada, hasta provocativa y merced al uso de un vocabulario directo y cínico. 

Tales conflictos, junto a los propios de la adolescencia, eran narrados en primera persona por su protagonista, Holden Caulfield, un joven neoyorquino de 16 años que acaba de ser expulsado de la escuela preparatoria de Pencey Prep, le cuenta al lector todas las desventuras de un fin de semana que va de mal en peor. Se trata de un joven que no se da con el mundo, acumula ya expulsiones varias de otros establecimientos educativos y cree que la mayoría de la gente es «falsa», salvo honrosas excepciones, como su exnovia Jane o sus hermanos, uno de los cuales ha fallecido. 

J.D. Salinger

Tal personaje se halla inscripto en los cánones de la más rancia tradición literaria estadounidense del perdedor nato, no tardando en convertirse en un icono de la rebeldía adolescente de la época, quienes encontraron en el personaje de Holden, un modelo para su confusión y rebelión.

Como diría Manuela Parajuá en su artículo "Qué hay detrás del libro que inspiró a Mark Chapman, el asesino" Holden era 

"... solitario e incomprendido. Bueno, solitario, sí; pero más que incomprendido, era un joven que no entendía el mundo y no podía disociar su idealización de la realidad, vista desde una perspectiva casi infantil, con el universo adulto.

Cuestionaba la superficialidad, la hipocresía, el cine y a los talentosos… Cuestionaba todo, menos a sí mismo. Porque la culpa siempre era de los demás. En definitiva, este joven habitaba una dualidad: odiaba a la sociedad y, al mismo tiempo, buscaba desesperadamente conectar con ella".

Tal vez allí esté la clave de la atracción de tantos por dicho texto, entre ellos, locos capaces de hacer cosas nefastas. 

Tentado en varias oportunidades para llevarla al cine, Salinger se negó repetidamente a ello. Tal vez pensara igual que su personaje, quien en varias partes menosprecia a Hollywood. Tal vez la frase: "Si hay algo que odio, son las películas", no fuera una construcción literaria sino también una opinión de autor. 

De hecho, Jerome David Salinger era una persona tan particular como su personaje, que luego de alcanzar fama y la notoriedad con la novela, se convirtió en un eremita, apartándose del mundo exterior y protegiendo al máximo su privacidad, para lo cual se mudó de Nueva York a Cornish, una población pequeña de New Hampshire, donde si bien continuó escribiendo nunca publicó tales historias.


Luego de la muerte de Lennon, la novela se disparó en ventas. Fue demonizada por algunos y defendida por otros. No sería el último hecho de sangre en que estuviera envuelta e iba a terminar para muchos, convirtiéndose en un libro maldito. 

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NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  



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