Los casuales descubrimientos de una escultura perdida

 


Se la conocía por estar citada en diversas descripciones antiguas, pero no se sabía respecto de su destino. El propio Plinio el Viejo (Naturalis Historia, XXXVII, 37-38.) le dedicó laudatorios conceptos, al verla en el palacio del emperador Tito en el año 70 de nuestra era: "Debe ser situada por delante de todas, no solo del arte de la estatuaria sino también del de la pintura. Fue esculpida en un solo bloque de mármol por los excelentes artistas de Rodas Agesandro, Polidoro y Atenodoro y representa a Laocoonte, sus hijos y las serpientes admirablemente enroscadas." 

Se entendía que ese fenomenal grupo escultórico estaba irremediablemente perdido, hasta que el  el 14 de enero de 1506 en una viña cercana a Santa María la Mayor, en un fundo propiedad de Felice de Fredis,  al remover el suelo por trabajos en un viñedo apareció de esa tierra la parte superior de una estatua enterrada. 

La comprobación de su identidad abarcó a no pocas personalidades, desde el propio Papa, que encargó la pesquisa sobre lo hallado al arquitecto Giuliano de Sangallo, que involucró en la empresa a su amigo Miguel Ángel. 

Por entonces un niño,  Francesco da Sangallo, que luego descollaría como escultor, presenció la escena del descubirmiento. La refirió, más de 60 años después en una carta: "La primera vez que estaba en Roma cuando era muy joven, el papa recibió la noticia del descubrimiento de algunas muy bellas estatuas en un viñedo cerca de Santa María La Mayor. El papa ordenó a uno de sus ayudantes que se apresurara y dijera a Giuliano da Sangallo que fuera y las viera. Así que salió inmediatamente. Ya que Michelangelo Buonarroti se encontraba siempre en nuestra casa, mi padre, habiéndole citado y habiéndole asignado el encargo del mausoleo del papa, quería que él también le acompañara. Me uní a mi padre y nos fuimos. Descendí hasta donde estaban las estatuas cuando inmediatamente mi padre dijo: “Eso es el Laoconte que dice Plinio”. Entonces cavaron el hoyo más grande para que pudieran sacar la estatua. Tan pronto como fue visible todos empezaron a dibujar, conversando todo el tiempo sobre cosas antiguas, charlando también sobre las que estaban en Florencia".

 Las tierras de donde se la sacó se encontraban en la zona del antiguo Esquilino romano, donde antes se había levantado la Domus Aurea de Nerón, primero y luego del palacio del emperador Tito.

Aconsejado tanto por Miguel Ángel como Sangallo que adquiriera la obra al dueño del terreno, el papa Julio II, breve negociación mediante, cerró trato en la cantidad de poco más de 600 ducados. Una cifra nada despreciable para la época.  

No era para menos, la obra por dimensiones, su composición de figura piramidal y la representación de las emociones humanas en su máxima expresión patética resulta, junto al gran altar de Zeus y Atenea de Pérgamo uno de los mayores ejemplos de la escultura escenográfica helenística del dramatismo más extremo. A ello se une, desde el Renacimiento, ser el grupo escultórico más representativo del arte antiguo, así como de la corriente académica y barroca del arte helenístico.

Perteneciente a la colección de Nerón, definida por Plinio el Viejo como la mejor obra artística de la pintura y de la escultura juntas, conforme a su pedestal fue llevada a cabo por “Atanodoro hijo de Hagesandro, Hagesandro hijo de Peonio, Polidoro hijo de Polidoro, rodios, hicieron”. Pocas obras, acaso ninguna, podía exhibir semejante linaje artístico. 

Se discute aun hoy si se trata de un original heleno del siglo I a.C. o una copia romana posterior. Luego, Miguel Ángel se inspirara en la figura del padre para la realización, nada menos, que del Moisés.




Casi intacta, al conjunto le faltaban los brazos derechos de Laocoonte y de uno de sus hijos, y la mano derecha del otro hijo; también faltaban algunas partes de las serpientes. Cuando se decidió restaurarlo, surgió la polémica respecto de cómo debería haber sido el gesto del brazo faltante del padre. Miguel Ángel entendía que debía estar en posición de flexión; hasta llegó a realizar la pieza, que no fue colocada y en la actualidad se expone junto al grupo escultórico.

En 1509, Julio II la instaló junto al Apolo de Belvedere y la Venus Felix, en tres nichos del Patio Octogonal del Belvedere. Posteriormente, previo permiso papal, el rey Francisco I de Francia envió a Francesco Primaticcio para realizar moldes del conjunto, en 1540 con los que se llevó a cabo la una escultura de bronce para el Palacio de Fontainebleau.

En 1905, el arqueólogo Ludwig Pollack encontró el brazo original de Laocoonte en un negocio antiguo en la Vía Labicana. La pieza tenía la posición flexionada, tal como decía Miguel Ángel.Se le añadió en la restauración realizada entre 1957 y 1960 que encabezó Filippo Magi, en la cual se le quitaron las piezas añadidas. 

Terminó de esa forma un raro periplo de descubrimientos de una de las piezas de arte más reverenciadas de la antigüedad y que podemos admirar hoy en día por una serie de maravillosas casualidades. Una prueba que en el arte, el azar cuenta tanto como la búsqueda deliberada. 

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NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  






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