Angustias y pesares de un mito del cine





por Luis Carranza Torres

Especial para el blog

 Nacida un 23 de septiembre de 1938 como Rosemarie Magdalena Albach en Viena, fue más conocida por todos como Romy Schneider y enamoró al mundo de la época con su interpretación de la emperatriz Sisí.

Conoció la fama y brilló como ninguna otra en su tiempo. Era una actriz tan fecunda por existir detrás una mujer profunda y sensible. También como pocos, experimentó el lado atroz de ese mundo de sueños que a veces con frecuencia se transforma en pesadilla. 

Era increíblemente bella y seductora, compraba al público, sin distinción de sexos ni edades, con esa mezcla de ingenuidad, decisión pero también de emocionalidad en todo el arco de los sentimientos: desde la mujer tímida y vulnerable a la profundamente sexual. 

Sus padres eran actores de prestigio: Magda Schneider y Wolf Albach-Retty. Tras la anexión de Austria en 1938 por los nazis, se trasladaron a Baviera. La familia tenía fuertes vínculos con el gobierno de Hitler, al punto de haber sido Magda Schneider dispensada de pagar impuestos.

En una conversación de 1976 de Romy con la periodista alemana Alice Schwarzer, una destacada feminista de su país en los años setenta, guardaba por petición de la actriz por mucho tiempo y dada a conocer solo mucho después de su muerte, ella expresó que Magda Schneider no solo era la actriz favorita de Hitler sino que había sido su amante, al que ella visitaba (llevando a la propia Romy, que era una niña) en la casa que Hitler tenía en Obersalzberg, en los Alpes austriacos, que por casualidad o no estaba al lado de la de los Schneider. 

“No mucha gente puede decir que Hitler estuvo enamorado de su madre” diría sarcástica en su última entrevista a Stern, muchos años después. Las simpatías del nazismo de su madre siempre fue algo que las separó.

Junto a su madre Magda

Su padre las abandonó cuando era una niña. No era bueno el trato con Romy. “Tienes cara de rata, pero eres fotogénica” era el palabras que le dirigía. Por algo, sin tampoco llevarse demasiado con su madre, adoptó su apellido.  

Tras la guerra Magda se las ingenió para evitar la caza de brujas oficial, pero su carrera de actriz se fue en picado.  vio caer en picado su cotización como actriz. En 1953, se casó con el empresario Hans-Herbert Blatzheim, al que Romy detestaba no sin razón: trató de abusar de ella en varias ocasiones.

Fue su madre quien consiguió que su hija debutara en el cine con la película Lilas blancas, de la que ella era protagonista. Tenía Romy 15 años y cautivó a todos interpretando el tema musical de la película. Luego de eso, toma el apellido de su madre y cambia su nombre a Romy Schneider.

Repitieron la dupla al año siguiente, en lo que sería su consagración en la pantalla grande: Romy encarnando a la emperatriz Sissi, en una serie de películas de corte romántico y hasta ingenuo que la hacen una celebridad mundial. Miles la adoran por la fresca naturalidad interpretativa de su personaje en las tres películas de la saga: Los jóvenes años de una reina, La panadera y el emperador, Christine, Sissi, Sissi emperatriz y El destino de Sissi, junto al actor Karlheinz Böhm en la mayoría de ellas. 


Pero Romy se cansó del personaje y de la jaula de oro que era para ella. También, buscaba emanciparse de su controladora madre. Se niega a volver a interpretarla y se marcha a Francia. Algo que la nación alemana nunca aceptó. De hecho, hasta el gobierno intercedió para que volviera a encarnar a Sissi. 

 Corría agosto de 1958. Debía filmar Christine, un drama francés de época basado en una obra de 1894 de Schnitzler, que en 1933 había sido filmada por Max Ophüls como Liebelei y protagonizada por la madre de Romy. 

La historia de un un joven teniente Franz (Alain Delon) tiene un romance con una baronesa casada, Lena, pero decide ponerle fin cuando conoce a Christine (Romy Schneider), la hija de un músico.

Allí conoce a un actor debutante de solo 23, ella con 19: Alain Delon.

El productor francés de Christine, admitiría luego en un reportaje en Paris Match que envió a Delon a buscar a Schneider al aeropuerto parisino de Orly con un ramo. “Irás hacia ella y le ofrecerás las flores”, le instruyó. Ninguno conocía al otro. “Los productores habían organizado un encuentro con la prensa en los salones del aeródromo. Al pie de la escalera mecánica, descubro a un tipo joven muy guapo, muy bien peinado, con corbata, impecable en un traje muy a la moda. Era Alain Delon”, contaría Romy después.

Al principio hubo de todo menos atracción. “Es una chica muy guapa, pero muy caprichosa y aburrida”, diría Delon nada más conocerla. Pero la frialdad del primer encuentro no tardó en fundirse en una pasión franco-alemana que encandiló a una Europa donde las heridas de la Segunda Guerra Mundial no habían cicatrizado aún del todo. Él de 23, ella de 19, ninguno hablaba el idioma del otro, pero ni eso los detuvo.

“Romy fue el gran amor de mi vida, el primero, el más fuerte, pero también, desgraciadamente, el más triste”, afirma hasta hoy Delon.

Jóvenes, bellos y cada vez más famosos se instalaron en París, algo que ofendió a la prensa alemana. En marzo de 1959, se comprometieron en la casa de los padres de la actriz en el lago Lugano, Italia. La prensa los bautizaría como “los prometidos de Europa”, como los bautizó la prensa, pero el matrimonio nunca se llevaría a cabo.



Encarnaban a la pareja perfecta de la época pero distaban de serlo. Se trató de una relación tan pasional como atravesada por tormentas, los rumores de las infidelidades de él, el tiempo separados por los rodajes de ambos, escoraron la relación cada vez más. 

Luego Romy le reconocería a Alice Schwarzer en aquella entrevista: “Vivía con él. Pero quizás no era la madre que un tipo de hombre como él necesitaba, no era la mujer que remendaba calcetines, preparaba la comida y le esperaba en casa. Era una actriz y quería trabajar. Por primera vez en mi vida, el éxito de otra persona me volvió celosa”. La carrera de él subía mucho más que la de ella. 

Se cuenta, aunque Delon lo desmiente, que a su regreso a París tras una estancia en Hollywood, en diciembre de 1963, Schneider descubre un ramo de rosas Baccara (de un rojo tan intenso que casi parece negro) en el departamento en París que compartían con una nota adjunta: “Me he ido a México con Nathalie. Mil cosas. Alain”.

Su vida común termina el 18 de diciembre de 1963 cuando Romy, al volver de un decepcionante periplo hollywoodense, se encuentra en su hotel particular sito en la avenue Messine un ramo de rosas Baccara (rojas, pero casi negras) con una nota: «Me he ido a México con Nathalie. Mil cosas. Alain». Nathalie era la actriz Nathalie Barthélemy, que será su primera esposa hasta 1969 y una de las “mil cosas” era que ambos esperaban un hijo, Anthony. 

Más tarde, por culpa o para mejorar la imagen, Delon le enviaría una carta de quince páginas en las que básicamente le volvía, de forma más detallada, a terminar la relación: “La razón me obliga a decirte adiós. Hemos vivido nuestro matrimonio antes de casarnos. Nuestro trabajo nos arrebató toda esperanza de sobrevivir (…) te devuelvo tu libertad dejándote mi corazón”, escribió Delon.

Casi resulta sobreabundante de decir que Romy quedó desecha.



En 1969 rodó La piscina, La piscine en su título original en francés. Se trató de un thriller psicológico acerca de los celos y la posesividad en las relaciones no exento de crimen y erotismo, ambientado en una casa de veraneo en la Costa Azul. Dirigido por Jacques Deray y protagonizada por ella junto con Alain Delon, Maurice Ronet y Jane Birkin, fue un éxito absoluto. También, la exitosa transición de Romy de los papeles ingenuos como el de "Sissi Emperatriz" a los de una actriz de carácter.

Para entonces, con Delon habían vuelto a ser amigos. Él era un cretino encantador que sabía hacerse disculpar hasta de lo indisculpable. Algo seguía fluyendo entre los dos intérpretes, como constató, feliz, el director Jacques Deray. “Los observo y sé que la suerte me acaba de sonreír”, gustaba recordar. Se trataba de una complicidad heredera de un amor mítico que fascinó a toda una época y una generación.


Los Angeles Times describió a esa  "película hermosa y con un diseño asombroso" destacando "la manera hábil en la que describe con frialdad lo hermosa y elegante que puede ser la gente, dedicada a una visión sofisticada y amoral del amor". Para The Guardian a lo largo de su desarrollo: "La languidez erótica se convierte gradualmente en miedo y luego en horror en este thriller psicológico apasionante y magníficamente controlado" en un lugar en derredor de una piscina que "crea su propio destino terrible: es un pantano primordial de deseo, un espacio en el que no hay nada que hacer más que holgazanear, mirando furtivamente cuerpos semidesnudos".

Los franceses, tan celosos de sus artistas y tan recelosos de todo cuanto venga de otra parte, sobre todo de Alemania, la adoptaron como una más. Se trataba de un sentimiento mutuo, Romy terminó por adoptar, para frío desdén de los suyos, la nacionalidad francesa.   

Las interpretaciones de excelencia prosiguieron, sobre todo con el director Claude Sautet. Comedias agridulces como Las cosas de la vida, Max y los chatarreros, César y Rosalía, Una vida de mujer.

El matrimonio celebrado en 1966 con el actor y director alemán Harry Meyen, padre de su hijo David, terminó en 1975. Un hijo juntos no bastaba para ser feliz. 

Romy, con su hijo David y su marido, Harry Meyen

 Harry, hijo de un comerciante judío que fue deportado a un campo de concentración durante el régimen nazi, y que con 18 años fue encarcelado por "mischling", un híbrido en la perversa terminología nazi y enviado a su vez al campo de concentración de Neuengamme.

Padecía de depresión por la secuela de las torturas recibidas en los campos de concentración y terminó ahorcándose en 1979 en su casa en Hamburgo.

A poco de la separación con Meyen, Romy inició una relación con el periodista ítalo-francés Daniel Biasini, que se convirtió en su segundo marido. Tampoco funcionó ese segundo matrimonio aunque tuvieron una hija, Sarah, y se separaron en 1981, poco antes de la tragedia de su hijo.

La interpretación en la película Lo importante es amar del director polaco Andrej Zulawski de una actriz alcohólica, Nadine Chevalier, en esa sórdida historia de pornografía, bajos fondos y relaciones tóxicas fue su gran apuesta, en contra de los consejos de la mayoría. Lo que podía haber sido su suicidio profesional,  se transformó en el mayor éxito profesional de carrera, que la llevó a ganar el premio César a la mejor actriz. Pocas veces se ha visto una interpretación tan cruda y sincera en la pantalla, y pocos advirtieron que era menos la interpretación de la actriz que Romy saldando cuentas con su propia vida. 

El cantante Jacques Dutronc, compañero de elenco con quien tuvieron una relación tan efímera como riesgosa para el matrimonio de él con Françoise Hardy, otro ícono de la época, dijo muchos años después a Vanity Fair: “Ella era una mujer herida, y al rodar esa película herí a otra: la mía”.

Aun cargando con aciagos sentimientos por dentro, Romy volvió a dar una interpretación de lujo en Una historia de mujer, ganando su segundo premio César. 


El 5 de julio de 1981 al volver su hijo David a casa, una lujosa vivienda de París, la tragedia en lo cotidiano se desató de modo tan imprevisto como terrible. No tenía llave para entrar y cuando llamó a la puerta, no le abrieron. Decidió trepar por la verja hasta el jardín, calculó mal sus movimientos y resultó empalado entre los remates en punta de aquellos hierros. Uno de ellos, perforó su arteria femoral y la muerte fue inevitable. 

Para peor, la relación entre ellos no era la mejor: A Romy le estaba costando recuperar los afectos del niño, maltrechos por su dedicación al cine y prefería vivir con la familia paterna. 


Fue un hecho que conmovió al mundo y destrozó a Romy. Sus efectos llegaron hasta la propia casa de este autor: mi mamá nos prohibió a mi hermano y a mí subir verjas. Fue una decisión de muchas madres de la época. Las trabajadas verjas estilo francés que había en no pocos lugares, se veían por esos días con una mezcla de recelo y pavor. Los chicos teníamos vedado siquiera tocarlas. No pocas madres, cambiaban de lado para ponerse entre ellas y el niño que llevaban de la mano, para aventar la idea que pudiera escaparse y trepar. Fobias y temores de una época, nacidos del impacto de un suceso comentado hasta el infinito en revistas, radio y televisión y que el desconsuelo de Romy mostrado hasta el hartazgo no hizo más que consolidar.  

Al año siguiente, en la que sería su última película, Testimonio de mujer, pidió que antes de los créditos finales apareciera como dedicatoria: “Para David y su padre”. 

"Hace mucho que no soy Sissi. En realidad, no lo he sido jamás. Soy una mujer desgraciada de 42 años y me llamo Romy Schneider". Así se definía en una entrevista en mayo de 1981 para la revista Paris Match, ante la pregunta usual sobre su rechazo al respecto del personaje que había interpretado por tres veces y dado la fama cinematográfica. 


Unos meses antes de morir dio la que sería su última entrevista a la revista Stern. Con su entrevistador, el periodista Michael Jürgs habló como nunca antes: Le dijo que era una mujer infeliz. Habló de su ruina económica, a pesar de que llevaba trabajando y teniendo éxitos en cine desde la adolescencia. Admitió su dependencia del alcohol, de lo que había supuesto para ella el suicidio del padre de su primer hijo, Daniel, un par de años antes, y de cómo le estaba costando recuperar al niño, que tenía entonces 14 años y prefería vivir con la familia paterna. 

Luchaba desde la muerte de su hijo con una depresión profunda, que la arrastró al abuso del alcohol y las pastillas tranquilizantes, una combinación que nada ayuda y todo lo complica, peligrosa como pocas cosas juntas.  

  Su muerte el 29 de mayo de 1982, despertó gran conmoción. La encontraron sin vida en su departamento parisino. Tenía solo 43 años. Se desataron innumerables rumores, a los que ni siquiera los resultados de la autopsia pusieron fin. Nadie parecía aceptar, por morbo o lo que fuera, que no hubiera algo sórdido y oculto allí. Se habló de una sobredosis de pastillas, de un suicidio, conspiraciones varias. 

Noticia de su muerte en el diario El País

Que no se practicar autopsia no arrojó mucha luz al asunto, sino todo lo contrario. El médico forense constató las causas naturales de la muerte y se entregó el cuerpo sin más. Nunca se llegó a saber si murió fruto de una crisis cardíaca causada por el estrés (miocardiopatía de takotsubo), también llamada "síndrome del corazón destrozado" o de un suicidio, por la mezcla de alcohol y barbitúricos.

Su hija Sarah por entonces tenía cuatro años. 

Con su hija Sarah

Sus restos fueron enterrados en el mismo sitio de hijo, tan querido y tan dolido, en un cementerio fuera de París en Boissy-sans-Avoir en Yvelines. El funeral debió ser pagado por sus amigos ya que estaba en la ruina financiera.

Llevó hasta la tumba su ajuste de cuentas con lo que había sido el nazismo, en lo cual su madre tenía alguna participación. Así como puso a sus dos hijos nombres judíos, se hizo enterrar con una estrella de David.

Mucho se especuló que que murió por penas de amor, de tristeza y luto, sentimientos que llevó como nadie a la pantalla grande del cine. 

Tal vez, no estaban tan desencaminados.  


Para leer más en el blog:

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NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  







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