La verdadera genialidad de Borges
Cuando escribo lo hago para, digamos, aliviarme, para liberarme de un tema. Yo no busco los temas, los temas me buscan. Cuando el tema insiste yo trato de escribirlo, y una vez que lo he escrito ¬eso me cuesta mucho, tengo muchos borradores detrás de cada página que escribo¬ lo publico para pensar en otras cosas. Y cuando publico un libro lo olvido. Su éxito no me interesa. Pienso siempre en lo que voy a escribir. Lo que he escrito lo dejo atrás, son borradores simplemente.Jorge Luis Borges
Por Luis Carranza Torres
Especial para el blog.
Su nombre completo era Jorge Francisco Isidoro Luis Borges. Su sola evocación refiere a una personalidad cumbre de las letras, no sólo argentinas sino universales. Claramente, es el más universal de los escritores argentinos, o quizás, el más argentino de los escritores universales.
Hablaba inglés, francés, alemán, anglo, escandinavo y sus aficiones predilectas eran la filosofía, la mitología, las matemáticas.
Amaba la música de Pink Floyd, de Los Beatles, de los Rolling Stones y de Brahms. Y a «Bepo», su gato.
Su obra, incluso, trasciende la literatura misma, no obstante haber sido (o seguir siendo) objeto de minuciosos análisis y de múltiples interpretaciones, ya que trasciende cualquier clasificación pura e imposibilita su consideración desde la perspectiva de los cánones ortodoxos del ramo o de cualquier que pretenda abordarla con algún tipo de dogmatismo.
Su análisis de las acciones humana, o de su interacción con las cosas del mundo, ha convertido a sus ficciones y ensayos, en un tópico recurrente de semióticos, matemáticos, filólogos, filósofos y mitólogos.
¿Qué atrae a tantos de Borges? Seguramente no existe una única respuesta, pero aquellas posibles presentan algunos rasgos en común: el reconocimiento a la perfección de su lenguaje, la erudición de sus conocimientos, el universalismo de sus ideas, la originalidad en sus temáticas o la multiplicidad de planos y abordajes posibles de su obra.
Pero acaso el aspecto menos considerado de Borges, ese genio que trascendió la literatura misma, es su lucha contra la adversidad, el no dejarse vencer por sus limitaciones, y el vencerlas desde el reconocimiento mismo de su existencia.
Se conoce bastante respecto de su ceguera, heredada de su padre y cómo nunca dejó que lo limitara. Menos conocido es lo concerniente a su tartamudez.
Fue Borges un enfermo paradójico. Sus dos enfermedades principales, la ceguera y la tartamudez, se relacionan con la imposibilidad de desarrollar la palabra escrita u oral, respectivamente.
Nada más contrapuesto a su al parecer innata capacidad con las letras. Es bilingüe desde su infancia y aprenderá a leer en inglés antes que en castellano por influencia de su abuela materna de origen inglés. Apenas tiene seis años cuando dijo a su padre que quería ser escritor. A los siete años escribe en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, La visera fatal, inspirado en un episodio del Quijote; a los nueve traduce del inglés "El príncipe feliz" de Oscar Wilde.
El premio anual de la Asociación Argentina de Tartamudez se llama Jorge Luis Borges. No se otorga por la calidad en las obras literarias, sino que se halla dirigido a quienes se destacan en su actividad haciendo pública su difluencia. Y ha sido instituido con su nombre, no por sus méritos literarios sino por su valentía pública de enfrentarla y buscar superarla.
Borges no ocultaba su tartamudez, la asumía. Nunca se dejó doblegar por ella. “Estaba por encima del problema”, sostienen en la Asociación.
No fue lo único con lo que lidió de niño. A los 10 años entró en 4° grado en una escuela pública; hasta entonces había estudiado en su casa y con una institutriz inglesa. Sus compañeros lo cargan por gordito, anteojudo, tartamudo y sabiondo. Se siente traumado, pero sigue adelante, sobre todo con esa inquietud suya por escribir.
Llegará a dejar su marca en las letras universales. En contrario, no ha quedado en la historia ninguno de los que se burlaban de Borges. Es que el castigo de la infamia, es el olvido.
Ese Borges humano es, a no dudarlo, inmensamente más meritorio que cualquier otra expresión suya de esa genialidad ínsita para las letras. En definitiva, no era un genio por como escribía, sino que escribía genialmente por lo que le había tocado vivir. O, para ser más precisos, por como había superado aquellos obstáculos de la vida.
Y esa es su verdadera genialidad. Y un ejemplo no menor que nos deja, alejado del intelectual y cercanísimo en cuanto a lo humano.
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NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.