Remedios y José
por Luis Carranza Torres
La relación entre Remedios y José, a solas y en privado, no es algo de lo que se tenga mucha noticia. No existen comentarios de testigos directos y la correspondencia entre ambos, se destruyó por el fuego. En ambos casos, de forma voluntaria: las cartas de él a ella, en poder de Remedios, fueron quemadas como los demás objetos personales por la enfermedad que padecía, conforme mandaba la ley. Las de ella a él, en poder de José, fueron destruidas por él al acomodar su correspondencia en Francia, de la cual solo conservó las cartas de naturaleza pública.
Por tanto, lo que hayan tenido, les pertenece solo a ellos. Rumores y comentarios hay muchos, pero más allá de las cuestiones puntuales, tres hechos incontrastables nos hablan de una relación cercana, de confianza y compromiso emocional, como se diría hoy: el testamento de San Martín de 1818, previo a partir a Chile para encabezar la expedición al Perú, el último pedido de Remedios previo a fallecer y la lápida mandada a realizar por José al volver a Buenos Aires tras su muerte.
Históricamente, conforme los pocos documentos que han podido rescatarse, tuvieron una relación cercana, de confianza y afecto. Inclusive, más allá de los cánones de la época.
En pocos sitios se han reseñado tales probanzas de modo magistral como en la conferencia virtual "Remedios de Escalada, una dama desconocida", dada por Florencia Grosso el 4 de agosto de 2022 en el marco del ciclo "Mujeres en la Historia de la Emancipación Americana", de la Coordinación de Asociaciones Culturales Sanmartinianas del Instituto Nacional Sanmartiniano.
Es, salvo cita en contrario, la fuente que seguimos respecto de los documentos que referimos en el presente.
Nacida en una burguesía opulenta, ilustrada y liberal, al decir de Florencia Grosso, Remedios distó mucho de ser la mujer frágil y sumisa de la historiografía tradicional.
Se conocieron en marzo de 1812 en una de las famosas tertulias que la influyente familia Escalada ofrecía en su casona de Buenos Aires. La atracción entre ambos fue instantánea y fulminante. "Ella me ha mirado para toda la vida", le escribió San Martín a Necochea tras conocerla. De parte de Remedios, se hallaba comprometida en matrimonio con otro hombre, un comerciante de nombre Gervasio Dorna, porteño de buena familia e inmejorables prospectos. Un joven educado, hacendoso, de buen peculio y apreciado por todos por sus virtudes.
Como contamos en Vientos de Libertad, era además oficial de la Legión de Patricios, actuando bajo las órdenes de Cornelio Saavedra y participó de la Defensa ante el segundo ataque británico, en 1807. A sus cortos años, inició un emprendimiento comercial promisorio con Fernando Garrido en el barrio de Santo Domingo. También es muy bien relacionado, ya que la familia Dorna integra los círculos exclusivos de la ciudad. Tal como los Escalada. Y fue uno de los cuatrocientos once firmantes del pronunciamiento del 25 de mayo de 1810.
Pero aun con el compromiso de esponsales realizado, luego de conocer a José, Remedios se encargó de darlo por terminado. Una conducta que revela tanto la firmeza de su carácter, como la necesaria dosis de ascendiente sobre su padre, Antonio José de Escalada y Sarria, quien fue en definitiva el encargado de cancelar el compromiso. Acto que sucede sólo por causa de haber conocido a San Martín.
"Fue dueña de una personalidad más fuerte de lo que habitualmente se le atribuye", dice Grosso y pruebas como la antes explicada, apuntan en tal sentido.
El 12 de setiembre de ese mismo año, contraían matrimonio. Aun cuando la madre de Remedios, doña Tomasa de la Quintana, se oponía a la relación. Desconfiaba de San Martín, un desconocido con acento español, y prefería a Gervasio Dorna, el anterior prometido de su hija. A pesar de esto, Remedios estaba decidida a casarse con el militar. Como antes, al conocerlo, a deshacer su compromiso con Dorna para comenzar a noviar con San Martín.
Pasaron su luna de miel en una quinta que tenía la hermana mayor de Remedios, María Eugenia, en San Isidro.
José de San Martín por su parte, tenía un alto concepto en su capacidad y carácter, demostrando en actos cuanto confiaba en ella. Recordemos a este respecto que como liberal y hombre de la ilustración, San Martín definía su trato con las personas por sus virtudes y capacidades, independientemente de abolengos o prejuicios de época respecto del "bello sexo".
"El encanto que enamoró al mas brillante guerrero de la independencia; el halo de opulencia, ilustración y prestigio de su familia, su declarado patriotismo; y la acechanza de la tisis, enfermedad del siglo XIX, que le impide acompañar a su esposo y cuidar de su niña, conforma una trilogía de guerra, amor y muerte que selló su destino", dijo Florencia Grosso en la conferencia antes citada.
Al hacerse cargo de la gobernación de Cuyo, fue notoria la impaciencia de San Martín porque su esposa se reuniera con él. Le escribe a Remedios, a sus padres, y hasta el Director Supremo Posadas, para apurar dicha venida.
En la organización del Ejército de los Andes, se aprecia la vida marital y familiar con la llegada de su primera y única hija de ambos, a la par de una simbiosis entre ambos en pos de lograr la gesta emancipadora que principiaba, nada menos, que teniendo que cruzar los Andes mismos.
Ya liberado el país trasandino, presto a partir a Chile para la expedición del Perú, era la idea de San Martín que Remedios lo acompañase, como se ilustra en un carta de O'Higgins al Libertador de fecha 29 de julio de 1818 ("Debería saber poco más o menos los días que debe usted parar los Andes, para que ponga gente que lo ayudase al paso. Cuánto celebro que venga mi señora, doña Remedios...").
Sin embargo, su declinante estado de salud no lo permite y no puede concretarse. Pero es revelador de la cercanía entre ambos. Así como la decisión de Remedios de compartir la ruta de vida de su marido, a donde fuera que el deber lo llevase.
En vistas de tal imposibilidad, el 23 de octubre de 1818 San Martín testa en Mendoza, previo a traspasar los Andes a tales fines, confiriendo en dicho testamento a Remedios "un poder tan amplio y tan bastante como el que requiera y sea necesario para que perciba y se haga cargo de todos los bienes que posee su excelencia, disponiéndolos y administrándolos como lo parezca, libre y francamente, sin intervención ni pedir permiso de autoridad alguna".
Es con tal título que al volver a Buenos Aires terriblemente enferma de tuberculosis, puede tomar posesión de la casa que le regalaron la casa por los triunfos de Chacabuco y Maipú frente a la plaza de mayo donde hoy se levanta el edificio del gobierno de la ciudad.
En dicho viaje, que inicia el 16 de marzo de 1819 para instalarse nuevamente en la casa de sus padres en Buenos Aires, era tal su estado que ella dispuso llevar un ataúd por si moría en el viaje. Otra muestra de carácter en dificilísimos y muy penosos momentos personales.
El general Manuel Belgrano, jefe del Ejército del Norte, ordenó custodiarla en el trayecto. Su escolta fue encabezada por José María Paz hasta Rosario, para protegerla de las bandas que asolaban la zona.
Otra muestra de la relación de la pareja lo hallamos en otro testamento, dado también por San martín estando a punto de emprender la campaña del Perú, fechado en Pisco el 29 de setiembre de 1820, a bordo de la goleta Moctezuma, expresa que: "si la suerte de la guerra me hiciera fenecer en ella o bien caer prisionero, prevengo a usted que el baúl que continente mis papeles reservados le serán entregados a mi esposa en Buenos Aires".
Esos papeles reservados implicaban, en un general en campaña, vitales secretos militares, lo que demuestra la confianza que depositaba en Remedios.
Existe asimismo una carta del Libertador a Pedro Moyano, administrador de sus bienes en Mendoza, que ilustra el concepto en que tenía a la capacidad de Remedios para tratar con las cuestiones patrimoniales: "Valparaíso y agosto 8 de 1820. Mi querido amigo: pasado mañana salgo para cumplir con los deberes de un americano que desea la libertad de su Patria. Nada Tengo que añadir a las prevenciones que le tengo hechas. Escriba a mi mujer sobre cualquier duda que se le ocurra y avísele todo lo perteneciente a lo que usted tiene a cargo".
La casa en construcción en la Alameda y la chacra y molino de los Barriales era lo principal de ese acervo.
El poder de administrar dado a Remedios fue ejercido de forma efectiva, firme y personal por ella. Lo prueba una carta de 1820 de Remedios al administrador de las propiedades Pedro Moyano en que le dice: "San Martín me dice en una de sus cartas que con motivo de alejarse él deberá usted entenderse conmigo sobre la chacra y el molino", otra en febrero de 1821, tal vez ante la falta de respuesta de la anterior: "Paisano y amigo... no habiendo tenido contestación le escribo nuevamente repitiéndole que usted debe entenderse conmigo sobre todo lo que tiene a su cargo perteneciente a mi marido".
Por características de contenido y firma, afirma Grosso, que revela una firme personalidad. Coincidimos.
Enferma de gravedad, Remedios fue llevada a una quinta de la calle Caseros y Monasterio, donde falleció el 3 de Agosto de 1823 (con 25 años), lejos de San Martín, cuya presencia solicitó hasta su último instante. Su viudo solo pudo acudir meses más tarde y dispuso la construcción de un mausoleo en mármol en el Cementerio del Norte (Recoleta) para que descansaran sus restos, junto con una lápida, en la que reza: "Aquí descansa Remedios Escalada, esposa y amiga del general San Martín".
Era una descripción, tan breve como completa, respecto de la relación entre ellos.
No es menor la referencia a la amistad, que José entendía como uno de los bienes más preciados que podía tenerse, particularmente de una mujer, incluso por sobre la calidad de esposa, pues los matrimonios podían arreglarse, según él, pero la amistad era una verdadera bendición.
Como puede verse, se trata de cuestiones que analizadas objetivamente, hablan de una confianza, cercanía, profundo afecto cuanto menos, así como una comunidad de vida, más allá de la presencia física. En un plano de igualdad que resulta adelantado a su tiempo.
Resulta asimismo, otro motivo, más allá de sus logros militares y políticos, para admirar a San Martín como hombre, así como para rescatar de la subestimación a Remedios. Y, respecto de ambos, poner de manifiesto, con la certidumbre que solo la documentación histórica puede dar a la acreditación de los hechos, respecto de lo cercanos que fueron, en casi todo sentido, incluso en las ausencias, durante su matrimonio.
Para seguir leyendo sobre San Martín en el blog:
Una mujer admirable, una patriota ejemplar
Una presentación de novela a toda historia
La verdad sobre el cruce de los Andes
Una mujer humillada y desposeída.
La tentación de recuperarlo todo.
Un secreto vital que obtener tras la cordillera.
Un general con un desafío por cumplir: cruzar los Andes.
Provincias Unidas de Sudamérica, 1816. Las tierras del antiguo Virreinato del Río de la Plata han declarado su independencia de la corona española, en el peor de los momentos posibles. El nuevo país, libre pero cargado de dificultades y retos, apuesta a remontar sus derrotas en el Alto Perú, con el audaz plan de formar un nuevo ejército y cruzar la cordillera para batir a los realistas por el oeste.
En Chile, Sebastiana Núñez Gálvez ha visto desbarrancar su mundo de lujos, pero también de oscuridades, tras la reconquista realista del país. Ajusticiado su esposo por liderar el bando patriota y confiscados todos sus bienes, malvive en la extrema necesitad. Una falta de todo que la ha hecho abjurar de cualquier creencia y hasta de su reputación, para conseguir subsistir.
El Mariscal español Marco del Pont lo sabe perfectamente, y le ofrece devolverle todas sus posesiones y alcurnia, a cambio de pasar a Mendoza y obtener el secreto mejor guardado del Gobernador de Cuyo y General en jefe de ese nuevo ejército, José de San Martín: por dónde pasarán sus tropas a Chile.
Sebastiana es una mujer decidida a todo para averiguarlo; apuesta para lograrlo a su antiguo y fuerte vínculo de amistad con la esposa del gobernador y General en jefe, Remedios de Escalada. No le importa tener que mentir, engañar o traicionar viejas lealtades.
Pero la imprevista relación con un oficial de granaderos trastocará sus planes. Alguien que, precisamente, debe mantener a los secretos de su jefe a salvo de los espías realistas.