Finales reverteanos
por Luis Carranza Torres
Los desenlaces en la obra de Arturo Pérez-Reverte, no son meras resoluciones de la trama, sino una extensión estética y filosófica de su personal estilo autoral. De allí que estén intrínsecamente ligados a su visión del mundo.
Uno de los rasgos más recurrentes en las novelas de Pérez-Reverte es la ambigüedad deliberada del desenlace. No busca cerrar todas las tramas ni ofrecer una resolución moral clara; más bien, deja al lector en una zona gris, ética y emocional.
Por caso, en El club Dumas, la resolución del enigma literario queda envuelta en misterio y simbolismo, dejando más preguntas que respuestas. Y en La carta esférica, el desenlace amoroso y existencial del protagonista mantiene un tono de incertidumbre, coherente con la idea del mar y el destino como metáforas de lo inabarcable.
La apertura final refuerza la idea reverteana de que la verdad —histórica, moral o sentimental— es siempre relativa, fragmentaria y, a menudo, inaccesible.
En la generalidad de sus personajes, el destino está preescrito por la fatalidad, un tema que el autor vincula a la tradición literaria (como el Edipo trágico)
Este final sombrío es el contrapunto perfecto a su prosa intensa y épica. El lector es arrastrado por narraciones trepidantes, llenas de acción y erudición, solo para ser devuelto a la realidad con un golpe de cinismo: la batalla se ganó, pero la guerra del alma se perdió. La belleza del estilo solo subraya la fealdad del desenlace vital.
Los protagonistas de Pérez-Reverte (Lucas Corso, Teresa Mendoza, Jaime Astarloa) no son héroes clásicos, sino antihéroes cínicos y solitarios que operan en zonas grises de la moral. El desenlace de la novela debe, por coherencia, reflejar la naturaleza de este personaje.
La distancia y el tono hard-boiled que el autor emplea en la narración (el narrador omnisciente y culto, pero frío) se mantiene hasta el final. No hay sentimentalismo. El desenlace, al ser seco y a menudo melancólico, se alinea con la voz narrativa que siempre privilegió la lucidez desencantada sobre la adrenalina de la victoria.
Ese tono desencantado que presentan no pocos de los finales de Pérez-Reverte guarda coherencia con su visión del mundo como un campo de batalla moral donde el héroe moderno lucha sabiendo que va a perder.
Por eso mismo, no es raro que la trama se concluye sin triunfar el protagonista, pero sí habiendo resistido con dignidad, fiel a su código personal.
En El húsar, el joven oficial romántico muere en su primera batalla, pero su muerte es la consumación de su idealismo heroico. O en El pintor de batallas, el final confronta al protagonista con las consecuencias morales de su arte y de la guerra, sin redención posible.
En el universo de Pérez-Reverte, el modo en que el protagonista enfrenta el final es lo que define y otorga sentido. Se trata de un rasgo que inequívocamente guarda relación con el ideal clásico del honor y al fatalismo del romanticismo español.
De allí que no se extraño que el final es un espejo moral. Uno que refleja quién es realmente el personaje cuando todo está perdido.
No es fácil, y mucho menos agradables ser un héroe reverteano. Se trata de personajes literarios que tienen en contra a las posibilidades de triunfo. Que solo se les ofrece como recompensa por sus riesgos y esfuerzos, la lucidez en una forma amarga de conocimiento. Una conclusión que se aparta bastante del tradicional final feliz literario.
Es que en lugar de ofrecer un final que da las gracias al lector, Pérez-Reverte ofrece uno que a menudo lo desafía a aceptar la crueldad, la soledad y la ambigüedad moral como las únicas verdades duraderas. Las que, a pesar de tal calidad, no por ello, deben dejar de ser enfrentadas.
El autor juega con las convenciones de la novela-problema, planteando el desenlace como un "duelo de inteligencia entre el autor y el lector" (frase del propio Pérez-Reverte sobre El problema final). En lugar de ofrecer una respuesta puramente lógica, a veces introduce un giro metaficcional o esotérico que relativiza la realidad de los hechos. En El Club Dumas, la aparición del diablo (o la metáfora del mal) sugiere que la verdad última no es racional, sino arquetípica, ligada a la literatura.
Este mecanismo justifica la erudición y la intertextualidad constante en el estilo del autor. Los desenlaces no se explican por pistas físicas, sino por la comprensión de la historia, el arte, la literatura y los arquetipos. El final, por lo tanto, es el punto donde la ficción se come a la realidad, afirmando que los libros y las leyendas son fuerzas más poderosas que la vida cotidiana.
Por caso, en El club Dumas, el desenlace funde el plano de la ficción con el de la vida real, haciendo del libro un laberinto borgiano. Y en La reina del sur, el mito de Teresa Mendoza se consolida como leyenda narrada, trascendiendo el relato individual.
De tal forma el final eleva la historia al plano de la mitificación, plantando la idea que la literatura es lo único capaz de dar forma al caos del mundo.
Se trata, en definitiva, de finales que presentan ambigüedad narrativa, tragedia moral, simbolismo circular, melancolía ética y hasta intertextualidad y mitificación.
Lejos de los desenlaces clásicos, el estilo reverteano no persigue en concluir una trama el consolar, sino revelar. No redime, pero ilumina con una luz amarga, lúcida y profundamente humana en tiempos de incertidumbre y desencanto.
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SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión, la docencia universitaria y el periodismo. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023), Senderos de Odio (2024) y Vientos de Libertad (2025). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.
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