Un amor oscuro en el Egeo
por Luis Carranza Torres
“Una novela de mar, amor y aventuras en el Egeo durante los años de la Guerra Civil española”, principia la sinopsis oficial de la novela de Arturo Pérez-Reverte, La Isla de la Mujer Dormida, aparecida en este 2024.
“Siempre quise escribir una novela de corsarios modernos, y La isla de la mujer dormida me brindó por fin la oportunidad de hacerlo. Además, el Mediterráneo y el mar Egeo de los años treinta del siglo pasado eran el escenario perfecto para eso”, expresó el autor en el avant premiere periodístico de la obra.
Esta vez es abril de 1937, y la Guerra Civil española extiende sus efectos por el mediterráneo, llegando hasta el Bósforo mismo. Por allí pasan al Egeo, los buques soviéticos que llevan aprovisionamientos por el gobierno de la República española.
La marina del bando nacional llevará a cabo un plan para interceptar tal tráfico marítimo, desde una isla en el archipiélago de las cicladas. Un trozo de tierra cruzado por la historia en el pasado, abandonado por todos en el presente y que es habitado por un barón griego y su esposa, personajes peculiares de la trama. Y, a mi entender, los centrales de la historia.
La Isla de la Mujer Dormida no es como se dice, una novela de mar y guerra, aunque tiene ese condimento. Tampoco el marino Miguel Jordán Kyriazis, un héroe a su manera, impasible y cansado como todos los protagonistas revertianos, resulta en rigor de verdad el protagonista.
La guerra civil y sus efectos en el tráfico naval en el mediterráneo oriental, no son más que una ajustada escenografía para desarrollar, a paso lento pero continuo, lo que entiendo principal de la historia: el amor oscuro entre los dueños de esa isla. Lena, una mujer de varios nombres, muchas vidas y fantasmas varios por dentro y Pantelis Katelios, un bon vivant venido a menos, se roban la historia casi desde el principio.
De hecho, me malicio que todo allí es un decorado para contar sobre ellos. Incluso el protagonista interviene en función de una historia sórdida, que se va mostrando capa tras capa como quien pela una cebolla, con la maestría del autor.
Incluso las descripciones y las tramas secundarias, son el contexto en función de ese mundo gris, marcadamente psicológico, abandonado a la esperanza, donde transcurre todo.
La descripción de los personajes secundarios, de la tripulación de la torpedera a los espías en Estambul, no tiene fisuras. Se los define con certeras y cortas pinceladas literarias, lo que es cada cual. Y sobre todo, lo que llevan a cuestas.
Parco en las descripciones, va directo al hueso en materia de sentimientos, sensaciones, y hasta provocaciones. En una entrevista para Zenda con María José Solano don Arturo dirá al respecto que: "He aprendido a optimizar mejor los recursos, a reforzar el uso de diálogos en vez de descripciones; he confirmado ideas narrativas, como que ahora es mejor un comentario en un diálogo que una descripción".
Se cuenta de tal forma un amor oscuro, en personas capturadas por ese abismo insondable que se presenta cuando las sombras tomas el control de las vidas.
Con algunos aspectos diferentes de sus obras previas, resulta una de las novelas más logradas del autor. Un mecanismo de relojería ajustado y exacto, para contar, más que sobre corsarios modernos, la historia de un amor oscuro, sin arrebatos, pero tampoco disimulos.