La sombra y el águila que dibuja a un autor
por Luis Carranza Torres
Hay libros que lo encuentran a uno. Madrid, 1994 y un Luis estudiante en vacaciones, errante por las europas de 21 años que se topa en una librería de la Gran Vía con esta novela corta, de un periodista metido a escritor. Un tal Arturo Pérez-Reverte. Fue el inicio de una pasión por cada obra suya que saliera. Y el destino, que ha veces es amable con uno, me dio la oportunidad de contarle al propio autor la anécdota en la Feria del Libro de Buenos Aires de 2017.
Yendo a la obra, el tono ácido, burlesco, me cautivó. Como contar cosas importantes, como el horror y la atracción por la guerra, sin ser solemne ni maniqueo. O lo que produce la batalla en las personas comunes, peones en un tablero de otros, sin distinción de bandos. O que el heroísmo y la cobardía no están nunca muy distantes. Y, a veces, van de la mano.
Como se lee en la propia web del autor: "La sombra del águila narra una historia ficticia basada en un hecho real: Durante la campaña de Rusia de 1812, en un combate adverso para las tropas napoleónicas, un batallón de antiguos prisioneros españoles, enrolados a la fuerza en el ejército francés, intenta desertar, pasándose a los rusos. Interpretando erróneamente el movimiento, el Emperador lo toma por un acto de heroísmo y ordena en su auxilio una carga de caballería que tendrá imprevisibles consecuencias".
Para mas datos, se anoticia que: "Este relato breve fue publicado en el diario El País en agosto de 1993, mientras Arturo Pérez-Reverte cubría, como reportero, el conflicto de Bosnia. Bajo su tono desgarrado, lúcido, divertido y trágico a un tiempo, el autor desvela una descarnada y mordaz visión de la guerra y la condición humana".
Según el Diccionario de la Lengua de la Real Academia, ironía es un nombre femenino que denota un modo de expresión o figura retórica que consiste en decir lo contrario de lo que se quiere dar a entender, a la par de echar mano a un tono, una gesticulación o algunas palabras para dar idea, insinuar el sentido que busca explicitarse.
Esta ida y vuelta de mensajes en un mismo acto, revela lo contradictorio de la vida humana misma. Y es lo que ese narrador anónimo, de ritmo impecable y constante, que deja ver muchas cosas más que la narración en apariencia inocente.
El ser irónico con lo que sucede, y hasta satírico respecto de Napoleón (Le Petit Cabrón lo apoda para empezar) y el ejército francés al que están forzados a servir, no obsta para que rescate a un mismo tiempo, mucho del ser humano en las crisis de magnitud: el valor, la camaradería y, por sobre todo, el orgullo de ser españoles de esos soldados olvidados por todos, con lo bueno y lo malo que tal pertenencia puede traer aparejado, como pasa con cualquier otra.
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