“Belle de jour”: la mirada al deseo

 




por Luis Carranza Torres

Belle de Jour es mucha más que un icono del cine. Antes de eso, fue una novela controvertida y por demás leída, a veces sin admitirlo. Se trata también, a más de medio siglo de su estreno en 1967, de parte de la historia “pop” de una década y un mundo que se caracterizó por tenerlo. El surrealismo de Buñel, la belleza gélica de Catherine Deneuve con su dorada y leonina melena en su mejor esplendor, el glam de Yves Saint Laurent en los vestuarios. Y, por si fuera poco, un tratamiento de altura respecto de temas tan complejos y difíciles como la prostitución, masoquismo, las oscuras fantasías en el interior de los seres humanos. 

Por algo ha existido un perfume de ese nombre (para mujeres y hombres), y una serie de libros eróticos de autor anónimo. 

Basado en la novela homónima del franco-argentino José Elías Kessel más conocido como Joseph Kessel, quien nació en Villa Clara, provincia de Entre Ríos, un 10 de febrero de 1898 a causa de los viajes de su padre, médico judeo-lituano. Por eso, los primeros años de su vida los pasó en Oremburgo, en la zona del Volga ruso y luego en Niza donde se instaló su familia. 

Participó de la I Guerra Mundial como enfermero, en sus primeros meses, para luego servir en la artillería y aviación a partir de 1916 mientras escribía en el Journal de Débats sobre política exterior. Observó la Guerra Civil Española publicando sus crónicas en Paris-Soir y Paris Match. Tras ser ocupada Francia por los nazis, cruzó clandestinamente los Pirineos alistarse en la fuerza aérea libre del general De Gaulle en Inglaterra junto a su sobrino y también escritor  Maurice Druon. Juntos escribirían en mayo de 1943 El canto de los partisanos, himno de la resistencia francesa.

Después de la guerra, retomó a tiempo pleno su labor de corresponsal y escritor. Su primera novela había sido La estepa roja en 1921 y cinco años más tarde se había consagrado con Les captifs, que obtuvo el gran premio de la Academia Francesa. Escritor prolífico con más de cuarenta novelas, fue miembro de la Academia francesa desde 1962. Murió en Avernes, Val-d'Oise, el 23 de julio de 1979 siendo sepultado en el Cementerio de Montparnasse de París.


Belle de jour pertenece a esa primera época, habiéndose publicado en 1928. Inicialmente apareció por entregas en la revista «Gringoire», un semanario literario francés fundado en ese mismo año. Los lectores de esta revista reaccionaron con cierta animosidad, acusándo al texto de "licenciosidad", lo que equivale a decir pornografía. 

Es por eso que, aun sin gustarle los prefacios que explican los libros, el autor agregó uno a la novela, respecto de sus móviles al escribirla: 

“Se me ha dicho en varias ocasiones que mi relato se refiere a un «caso» humano extraordinario, anormal. Por su parte, algunos médicos me han escrito diciéndome que han conocido a mujeres como mi Severine. Es evidente que, a su juicio, Belle de Jour es una observación patológica conseguida. Sin embargo, es este punto de vista el que deseo atajar. La descripción de un monstruo, por muy perfecta que sea, no me interesa. Lo que he pretendido mostrar con Belle de Jour es el terrible divorcio entre el corazón y la carne, entre un verdadero, inmenso y tierno amor y la implacable exigencia de los sentidos. Este conflicto, con rarísimas excepciones, lo lleva consigo cada hombre y cada mujer cuando aman durante largo tiempo. Puede ser percibido o no, puede desgarrar a un ser humano o dormir plácidamente dentro de él, pero en un caso o en otro siempre existe. ¡Cuántas veces se le pinta como un antagonismo banal! Sin embargo, para elevarlo a un grado de intensidad que permita a los instintos actuar en la plenitud de su grandeza y de su eternidad, es indispensable, a mi juicio, una situación excepcional. He concebido esta situación deliberadamente, no por lo que tenga de atrayente, sino porque la considero el único medio de poner al descubierto con puñal firme y acerado el fondo de todas las almas que encubren este embrión trágico”.

 En ella Séverine, la joven esposa de un cirujano, tiene todo para ser feliz pero no disfruta de nada a como consecuencia de ciertos traumas psicológicos que acarrea y que la llevan a tener una doble vida como prostituta. Solo de día, para matar el tedio de ser una presencia solitaria en su propia casa, hasta que su marido llegue de su trabajo y vuelva a fungir como la esposa algo distante pero impecable en cumplir con todas sus obligaciones. Pero más temprano que tarde, ambos mundos entraran en contacto. 

Al aragonés Luis Buñuel la obra le parecía "un folletín de baja estofa", de acuerdo a los dichos de Ianko López en su artículo Los 50 años de 'Belle de Jour', el escandaloso triunfo de Buñuel en la Mostra, publicado en 2017 en la revista Vanity Fair edición en español, pero también le una atractiva potencialidad surrealista en las fantasías sexuales de su protagonista, sobre todo respecto de los misterios del subconsciente. 

Eso sí, pidió completa libertad creativa a los hermanos Hakim, productores franceses de origen egipcio que le ofrecieron en 1966 dirigirla, la obtuvo y vaya que si hizo uso de ella.

Con su guionista, Jean-Claude Carrière, sacaron a la historia del marco de la década del 1920 y el contexto aristocrático, para llevar la historia a la época contemporánea y a una pareja de clase media acomodada. 

La trama, a diferencia del libro, alternaba escenas que suceden en la realidad con otras que son ensoñaciones de Séverine, inspiradas por lo general en tendencias masoquistas para culminar en un final ambiguo que da lugar a todo.

Los productores había elegido como protagonista, a una joven actriz en alza que había trabajado con otros directores como Jacques Demy y Polanski. Buñuel, que desconfiaba de filmar con estrellitas de moda, quiso conocerla antes de dar el sí. Le pareció “bella, reservada y extraña”, es decir, ideal para el papel de una persona frígida presa de sus rigideces. 

"El coprotagonista masculino, Jean Sorel, era un Alain Delon de marca blanca. Geneviève Page como la dueña del burdel y Pierre Clémenti como el amante lumpen cumplían bien con los roles asignados. Asimismo, Buñuel pudo contar con actores de su troupe, como Michel Piccoli y Paco Rabal, ambos excelentes en papeles de hombres peligrosos por distintos motivos", acota Ianko López.

Se planeó el rodaje para diez semanas y se terminó en ocho, porque el director “estaba cansado de buscar ángulos y decir tonterías a los actores” por lo que no daba indicaciones de nada ni discutía nada, solo filmaba. 

Eso trastocó a Deneuve, que gustaba de ser guiada. “Haz lo que Buñuel te pida”, fue la respuesta que le dieron a sus intentos de pedir explicaciones de las escenas. En varias ocasiones pensó en dejar el filme, pero su hermana, Françoise Dorléac consiguió una y otra vez hacerla desistir. Sería un filme que marcaría toda su carrera. 

En una época que la juventud optaba por la minifalda (prenda que espantaba a Buñuel, por lo visto no se puede ser superado en todo) y vestuarios estrambóticos, la sobriedad clásica del vestuario de la protagonista convirtió en suceso cada uno de los conjuntos que Catherine Deneuve vistió en la película. Los trench de charol, abrigos de lana negra o cuero marrón y los vestidos negros con grandes cuellos blancos, dispararon sus ventas. Fue también el inicio de esa amistad personal, profesional e íntima entre ella e Yves Saint Laurent que duraría hasta la muerte del diseñador. 

Los zapatos por su parte, negros, brillantes y con grandes hebillas metálicas en la punta, creación de Roger Vivier, compartieron el suceso al punto de convertirse en un clásico. El estilo “Belle du Jour” en los calzados. 

Rechazada por el festival de Cannes “por insuficiencia artística”, una muestra de cómo la negación sobre ciertas realidades incómodas puede llevar a oscurecer todo mérito artístico. Fue aceptada en cambio en el de Venecia de 1967 donde el público se sintió incómodo con esa primera escena:

Ella da con su esposo un paseo en un coche tirado por caballos a través del parque. Él, tras ser rechazado en sus avances, detiene el coche y la ata a un árbol y manda a los cocheros que la azoten. Algo que ella parece disfrutar. Se trata de una fantasía de ella, en tanto se prepara con su marido para ir a dormir. ¿En qué piensas, Séverine?”, le pregunta él muy inocente mientras se abrocha el pijama. Ella responde con expresión aún más naif: “En ti, Pierre… en nosotros”.

Demasiados fantasmas de esa sociedad que aun pugnaba por salir del closet en muchas cosas, como para no tranquilizar a un auditorio. También, una metáfora como pocas, de esa intimidad humana y femenina que busca resguardar en su intimidad, cosas a veces terribles. 

Sin embargo, el jurado fue más amigable y Buñuel terminó llevándose el León de Oro. Algo que, a la fecha, ningún director español ha podido emular. 

También hay una historia por detrás de eso, como cuenta Ianko López: ·”El jurado, presidido por Alberto Moravia y del que formaban parte otros escritores ilustres como Susan Sontag, Carlos Fuentes o Juan Goytisolo, tampoco lo tenía tan claro. Carlos Fuentes contaba que Goytisolo y él eran los principales valedores de Belle de Jour, mientras que Sontag lo era de La Chinoise de Godard, y Moravia prefería La Cina è vicina, de Marco Bellocchio. Así que los dos hispanohablantes se encargaron de convencer a un crítico ruso que también formaba parte del jurado de que el primer premio debía ser para Buñuel, pues las otras dos eran cintas pro-maoístas, y como se le ocurriera votarlas, de regreso a su país lo iban a mandar derechito a algún gulag siberiano”.

Mucho de morbo y del tema escabroso, fueron causa de su éxito en la taquilla. Pero no desmerece los obvios logros de la cinta. Pero también hubo quienes reconocieron sus méritos, como antes lo habían hecho con el libro. El psicoanalista Lacan la usaba para ilustrar sus seminarios sobre la neurosis. no pocos estudios de esa ciencia o la sicología la ponen como ejemplo. Desde lo fílmico, hoy en día forma parte de casi todas las listas de mejores películas de la historia. 

Es que vista con ojos modernos, con toda el agua, clara, no tanto y hasta putrefacta que ha pasado bajo el puente de la historia del cine y del mundo, hoy no sacude tanto por los desnudos, que no abundan ni por el mínimo sexo explícito sino por lo que se mantiene desde siempre: ese espejo que nos muestra las zonas más oscuras que podemos llegar a tener como seres humanos. 

Para leer más:

Vértigo: historia de una obsesión freudiana


Un hombre triste y una mujer peligrosa


Una época de romance, tecnología y espías


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Vicisitudes de la eñe


NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020) y Germánicus. Entre Marte y Venus (2021). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.  





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