El último combate de una madre Águila

 


por Luis Carranza Torres

Caroline  Aigle nació para elevarse sobre su circunstancia, ya fuera en el vuelo o en los demás actos de la vida. Aigle significa águila en francés, y ello pareció orientar su vida.  

Nació en Montauban, el 12 de setiembre de 1974, pasando su ninez en África, donde su padre sirvió como médico militar francés. 

A los 14 años ingresó en el Liceo Militar de Saint-Cyr, y tras graduarse en él, pasó a la Academia militar del mismo nombre, y a la prestigiosa Ecole  Polytechnique. Durante  su primer año en ella (1994-95), cumplió con los requisitos de su servicio  militar en Batallón Nº 13 de infantería de  montaña, una unidad de élite denominada como Chasseurs Alpins (Cazadores alpinos). El águila ya comenzaba a desplegar sus alas. Y en su último año en la Ecole, decidió seguir a su vocación ingresando en la École de l'air de la Fuerza Aérea Francesa, donde se graduó como oficial.

Sus compañeros de clase la apodaron «Moineau» (Gorrión). 


 Exitosa triatlonista militar, obtuvo primero sus alas de paracaidista, con especialidad en caída libre, antes de convertirse el 28 de mayo de 1999, en la primera mujer en recibir las alas de piloto de caza en la Fuerza Aérea francesa a sus 24 años.

Asignada al escuadrón 2/2 "Côte-d'Or" de Mirage 2000-5 en el año  2000, se destacó por sus aptitudes de vuelo, siendo promovida al  rango de Comandante (Mayor) en 2005. De nuevo, era la primera mujer en comandar una escuadrilla de aviones de combate.

Representó a la Fuerza Aérea en competencias deportivas militares. Así en 1997 fue la campeona militar francesa de triatlón. A ese lauro siguió integrar el equipo que ganó el campeonato mundial de triatlón de 1997 en competencia militar por equipos. Dos años después, en 1999, ella y su equipo ganaron el subcampeonato mundial militar de triatlón.

Se casó con Chirstopher "Douky" Deketelaere, piloto de la escuadrilla de acrobacia de la fuerza aérea. Pronto tuvieron a un hijo: Marc.


Apasionada de los idiomas, estudió árabe y ruso. Recién graduada en astrofísica y estudiante de doctorado, se estaba preparando para ingresar a la Universidad conjunta de la Defensa. Estando embarazada de su segundo hijo, y siendo una de las principales candidatas a ser seleccionada como astronauta por años la Agencia Espacial Europea, se le detectó cáncer.

Con un cáncer de piel devastador, los médicos le aconsejaron abortar, para sufrir menos y prolongar su vida. Ella entonces se negó y optó por postergar su tratamiento para que su hijo pudiera nacer.

Su esposo comentaría luego que ella le dijo en esa ocasión, respecto de su hijo en gestación: ‘Él tiene el derecho de tener posibilidades como yo’”. Así que libró su última batalla, aguantando el mayor tiempo posible para que el niño viviera.

El niño nació a inicios de agosto con solo cinco meses y medio de gestación, lo llamó Gabriel. Aun con ese nacimiento prematuro, para ella fue tarde para tratar su enfermedad. Antes de morir, pudo ver a su hijo varias veces y cargarlo en sus brazos. “Fue heroica hasta el final”, aseguró su esposo. “El embarazo fue su último combate y lo ganó”.

El 21 de agosto de 2007, quince días después de dar a luz a Gabriel, tres semanas antes de su cumpleaños  número 33, y luego de 1600 horas de  vuelo, la madre águila tuvo que recoger forzosamente sus alas de este mundo. 

Francia entera, en donde su historia había cobrado notoriedad, la lloró como a cualquiera de sus líderes nacionales.

Su funeral, con todos los honores militares, fue presidido por el sacerdote Pierre Demoures, un ex piloto de combate, que también la había casado. En su homilía, el Padre Demoures recordó a Caroline por “sus cualidades, amabilidad, disponibilidad, pasión” y destacó la valentía de su decisión al considerar “a su hijo como una vida que excedía la simple visión humana de la vida” y por la cual “retrasó un tratamiento que era urgente”.

“En nuestra profesión de las armas, sí, podemos descubrir a la humanidad en toda su grandeza, en todo su valor, en toda su belleza”, dijo además.

El sacerdote recordó asimismo que cuando Carolina y Christophe lo buscaron para preparar su matrimonio, le pidieron un texto que no hablara del amor del uno por el otro “sino que tratara del amor que nos abre y lleva a amar a los demás”.

“La gran lección que nos dio Carolina, es la urgencia de amar. No una urgencia de temer, sino la urgencia vital de saber que solo el amor trae vida. El hombre está hecho para la vida. Esta urgencia puede hacer que el amor sea más fuerte y dar vida a un tesoro en medio de los eventos más trágicos”, aseguró el sacerdote.

El 2 de octubre de 2007, el presidente Sarkozy, le concedió póstumamente la  Médaille de l'Aéronautique, un reconocimiento al mérito para recompensar al personal militar y civil aeronáutico.

También se emitió un sello postal en su honor en Francia, donde una calle y un liceo llegan su nombre, entre otras distinciones.  

Su entrega simboliza como pocas cosas, hasta dónde es capaz de llegar una mamá por su hijo. 


Para leer más en el blog:

Un amor rebelde en una época convulsa

Los Lobos del Atlántico





NOTICIA DEL AUTOR: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021) y Los Extraños de Mayo (2022). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba. 




Francia, mayo del 68, los estudiantes ganan las calles. Una rebelión está a punto de estallar. Y el mundo ya no volverá a ser el mismo.

En tiempos de ebullición, cuando todo parece querer estallar, es posible pensar un mundo distinto. Hay, en ese pensamiento, algo que se vuelve vital, que entusiasma: todo el tiempo se está en la barricada, hasta que, finalmente, el mundo cambia.

Alan llega a Francia. El mundo conocido por él ha quedado atrás y todo lo que sabía de este, al que acaba de llegar, ha quedado obsoleto. Ya no es la realidad atildada y circunspecta que ha conocido a través de los libros y las historias de su familia, sino que se encuentra una París en efervescencia, en la que se discute en cada café al psicoanálisis de Lacan y a los Rolling Stones, al cine de la nouvelle vague y la Guerra de Vietnam, a los hippies y a la revolución sexual.

También, además de esa realidad que lo deslumbra, Alan encuentra a Adèle, que lo guía en ese mundo nuevo para él. En medio de ese vínculo, que nace sin que lo hayan planeado, estallan las protestas del mayo francés de las que Alan y Adèle forman parte del lado de los estudiantes. Creen, como todos ellos, que pueden cambiar el mundo. Creen, también, a pesar de sentirse extraños, que son invencibles.

Autor: Luis Carranza Torres

Editorial: Vestales

Páginas: 384





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