Blas Pascal: un genio del cálculo con mala salud
Por Luis R. Carranza Torres
Blaise Pascal nació el 19 de junio de 1623 en Clermond-Ferrand, región de Auvernia, en el centro sur de Francia. Su padre Étienne, tenía ideas poco ortodoxas respecto de la educación, por lo que decidió educar a su hijo él mismo. Otro de sus criterios de “educadólogo” experimental, era que los niños no estudiaran matemáticas antes de los quince años, asunto por el que todos los textos de matemáticas fueron sacados de la casa. Como suele pasar en los jóvenes, basta prohibir algo para hacerlo apetecible, incluso con las matemáticas.
Es por
tal rasgo de la humanidad temprana, que Blas comenzó a investigar la geometría
por sí mismo a los doce años. No tardó en descubrir que la suma de los ángulos
de un triángulo es igual a dos ángulos rectos. Al enterarse su padre de sus
estudios sobre temas prohibidos, revisó sus teorías y en vez de darle una buena
azotaina, le permitió leer a Euclides e escuchar las asambleas de algunos de
los mejores matemáticos y científicos de Europa, como Roberval, Desargues,
Mydorge, Gassendi y Descartes en la celda monástica del padre Marin Mersenne.
Era
un matemático nato, y ya tenía un tratado escrito sobre geometría proyectiva a
los dieciséis años, luego se carteó Pierre de Fermat para dar forma a la teoría
de la probabilidad, influenciando fuertemente el desarrollo de las modernas
ciencias económicas y sociales. Y de pasó refutó las teorías aristotélicas que
insistían en que la naturaleza aborrece el vacío.
Creó la primera calculadora digital
en 1642 para ayudar a su padre en sus cuentas como cobrador de impuestos de la
ciudad de Ruán, en Normandía. Se trataba de una calculadora de tipo mecánico, a
la que se dio el nombre de Pascalina. Hasta 1940, todos los sistemas de cálculo
artificial se inspiraban en sus principios. Los que no estuvieron muy
contentos, claro está, fueron los contribuyentes de Ruán, sorprendidos por la
velocidad con que se le calculaban sus deudas con el fisco.
Sus análisis en geometría,
hidrodinámica e hidrostática, lo llevaron a inventar la jeringa y la prensa
hidráulica, y a descubrir la ley de la presión de Pascal.
Dicha
obra creadora, se realizó pese a su mal estado de salud, a lo largo de toda su
vida. Desde los 18 años, Pascal sufrió una dolencia nerviosa que le hacía
sufrir dolores casi todos los días de su vida. En 1647 sufrió un ataque de
parálisis que le dejó impedido y le obligó a moverse con muletas. Tenía
frecuentes dolores de cabeza, y problemas de circulación. La suma de sus males,
hizo que sufriese también de hipocondría, y lo volvió irritable, sujeto a
bruscos arranques de ira. Por lo mismo, su carácter era severo por lo general y
en muy pocas ocasiones sonreía.
Pero tales
limitaciones de su cuerpo no lo afectaron tampoco en su espíritu. Fue un
filósofo de un profundo humanismo. Ene este campo, su obra más famosa es "Pensées", en donde estudia a
partir de su persona, las aspectos del sufrimiento humano y la fe en Dios. En
la llamada "apuesta de Pascal",
asegura que la creencia en Dios es racional con el siguiente argumento: "Si Dios no existe, nada pierde uno en
creer en Él, mientras que si existe, lo perderá todo por no creer."
Entendía que: "El mundo está lleno
de buenas máximas; solo falta aplicarlas." Y que en las religiones,
cualquiera que fueran, era preciso por sobre todo, ser sinceros, es decir: “verdaderos paganos, verdaderos judíos,
verdaderos cristianos."
En
París, el 18 de agosto de 1662 Pascal comenzó a sufrir convulsiones, y recibió
la extrema unción. Murió a la mañana siguiente, con sólo 39 años, a causa de un tumor maligno en el estómago, que se había propagado
al cerebro. Sus últimas palabras fueron: “Que
Dios nunca me abandone". Era la última ficha de su esperanza, jugada
al todo o nada, con la nada disimulada intensión de ganar la apuesta que el
mismo había pensado.
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