William Shakespeare, testigo en juicio

 


Por Luis Carranza Torres

Debemos al historiador Charles Nicholl y su obra “The Lodger Shakespeare: His Life on Silver Street” (Viking, USA, 2008), conocer una poco conocida experiencia judicial del escritor inglés en un proceso civil de la época (1612) en que se perseguía de parte del actor el pago de la dote prometida por su suegro en virtud de haber desposado a su hija.

           Tal como dice Laura Chalar en su trabajo “El testigo Shakespeare: un proceso judicial en el siglo XVII”, publicado en la Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo: “Los abogados deberíamos tener siempre presente que estamos insertos en una continuidad jurídico-social que trasciende los siglos, y que ha regido las vidas de incontables personas a lo largo de la Historia. Por otra parte, por más ajeno y extraño que hoy pueda resultarnos el siglo XVII (o, de hecho, cualquier época o sistema sociocultural que no sea el nuestro), las emociones y problemas humanos que se recogen en estos documentos son atemporales”.

Un proceso que ilustra eso es por una dote sustanciado a inicios de 1612 en el “Court of Requests” de Londres involucraría al escritor más famoso de la lengua inglesa, a la par de revelar no pocos aspectos procesales de la época. Se trataba de un tribunal creado originariamente como parte del “Privy Council” que asesoraba al monarca. Sus jueces eran denominados “Masters of Requests” teniendo competencia en asuntos de baja incidencia económica, que fallaba por equidad al parecer en tiempos bastante rápidos con escasos costos procesales, lo cual lo hizo un ámbito popular para pleitear. Algo que le llevó a mantener no pocos conflictos con otros organismos jurisdiccionales, en particular los que llamaríamos hoy “ordinarios”, hasta dejar de funcionar hacia 1642.  

El 28 de enero de 1612 Stephen Belott o Etienne Belot (usa de modo alternado ambos nombres en los documentos) introduce libelo firmado por su abogado, Ralph Wormlaighton, dirigido “a su Excelentísima Majestad, el Rey”, James I por la época, “Demandando con la mayor humildad ante vuestra Excelentísima Majestad, el pobre y fiel y obediente suplicante de vuestra Alteza, Stephen Belott, de Londres, fabricante de tocados, dice: Que vuestro suplicante hace unos nueve años, siendo entonces sirviente de Christopher Mountjoy de Londres, fabricante de tocados, se comportó y condujo bien al tiempo de dicho servicio con el referido Christopher, en forma justa y para gran ganancia y provecho de éste, de modo tal que vuestro referido suplicante manifiestamente obtuvo la buena voluntad y afecto del referido Christopher, de manera que éste ofreció a vuestro suplicante que, si aceptaba en matrimonio a Marie Mountjoy, su única hija, entonces le daría, cuando se casara con dicha hija, la suma de 60 libras  aproximadamente como dote el día del matrimonio o poco después”. Sin embargo, habiendose casado con “la citada Marie, y ha cohabitado con ella durante los últimos cinco años y ha tenido varios hijos con ella”, las libras no aparecían, siendo además que “vuestro suplicante prestó al referido Christopher la suma de cuarenta chelines que él se niega a devolver, así como a cumplir su anterior promesa”. Es decir, el pago de la dote.

Según Charles Nicholl, en su libro “The Lodger Shakespeare: His Life on Silver Street” (Viking, USA, 2008) esas 60 libras de 1612 equivaldrían al año 2007, a unas 12.000 libras.

Es por ello que culminaba su presentación expresando que: “…sírvase por ende vuestra Alteza, en consideración de lo antedicho, librar oficio bajo el sello real al referido Christopher Mountjoy, por el cual se le ordene comparecer personalmente en determinado día, y bajo la pena que allí se establezca, ante vuestra Alteza en el Tribunal de Whitehall, normalmente llamado Court of Requests, para responder directamente a estas imputaciones, y para recibir las órdenes e instrucciones que vuestra Alteza o dicho Consejo consideren acordes a la equidad y la buena conciencia. Y vuestro leal súbdito, según su deber, rezará sinceramente a Dios para que prolongue el feliz reinado de vuestra Alteza y le dé una larga vida”.

El 3 de febrero de 1612 el demandado y suegro del actor presenta con firma de su letrado  George Hartopp, la “Contestación de Christopher Mountjoy al escrito de demanda de Stephen Belott, actor”. Niega todo, se declara pobre de solemnidad y manifiesta asimismo que cuando: “el actor se casó con la hija de este demandado, y en dicha ocasión se acordó entre el actor y el demandado que, si el actor y su esposa continuaban trabajando en su oficio para beneficio de este demandado en la casa de este último por espacio de unos dos años aproximadamente luego del casamiento, el demandado les daría casa y comida adecuadas, de modo tal que este demandado sólo percibiría las ganancias del trabajo de ellos; y, al término de los dos años, el demandado le daría al actor cincuenta libras o bienes equivalentes, según recuerda”. Pero luego de “medio año aproximadamente, él se negó a seguir viviendo allí, y quiso seguir otras alternativas para progresar, según dijo. Y al final del medio año, cuando el actor dejó la casa, el demandado, por amor hacia el actor y su esposa (ya que no estaba legalmente obligado a ello), les entregó una buena cantidad de enseres domésticos y objetos vinculados a su oficio, dentro de sus modestas posibilidades, por un valor de veinte libras aproximadamente, además de diez libras en efectivo para poner en su bolsa, deseando su bienestar de todo corazón”.

Le endosa, además, que “…al tiempo de la partida del actor de la casa del demandado, el actor, que mantenía una deuda con un cervecero por la suma de tres libras, le pidió al demandado que la pagara por él, y el demandado pagó las tres libras de la deuda del actor en consecuencia, pero nunca recibió la devolución de las 3 libras”.

Hubo una réplica (“replication”) de Belott el 5 de mayo de 1612 y una dúplica (“rejoinder”) de Mountjoy sin fecha, antes de pasar a las pruebas. Allí los testigos individualizarían como la persona que había llevado a cabo las gestiones respecto del matrimonio nada menos que William Shakespeare, quien además de dramaturgo, poeta y actor, era al parecer un concertador de bodas.

Tal es así que, en la primera audiencia de testigos, correspondientes al actor, no solo se encontraba en dicha lista, sino que, al empezar a tomarse los testimonios, otros testigos empiezan a poner de relieve su importancia para la solución del pleito a favor de uno u otro.

Por caso la testigo Joan Johnson, “esposa de Thomas Johnson del distrito de Ealing en el condado de Middlesex, fabricante de canastos, de cuarenta años de edad aproximadamente, bajo juramento e interrogada en el día y año arriba indicados, declara y dice” en aquella primera audiencia de mayo de 1612 y en cuanto a lo que nos ocupa, al responder al tercer interrogatorio expresa que “…no está enterada de que el demandado haya propuesto al actor que éste se casara con su hija Marie. Pero dice que el actor y la hija del demandado, Marie, mostraban inclinación uno por el otro, lo que era del agrado y parecía bien a la esposa del demandado. Y, según recuerda, el demandado envió y persuadió a un Sr. Shakespeare que se alojaba en la casa de que persuadiera al actor para que se casara. Y no tiene más para agregar”.

Esta presencia del literato en la cuestión, fue asimismo corroborada por los dichos de otro testigo del actor, Daniel Nicholas, más un testigo de oídas que otra cosa, quien era “del distrito de St. Alphage dentro de Cripplegate, Londres, gentilhombre, de cincuenta y dos años de edad aproximadamente” según consta en el documento respectivo. Al deponer ante la corte manifiesta: “Al tercer interrogatorio este testigo dice que escuchó a un tal William Shakespeare decir que el demandado tenía buena opinión del actor y le tenía afecto cuando era su sirviente, y que propuso al actor a través de él, el referido Shakespeare, la celebración de una boda entre su hija Marie Mountjoy y el actor. Y a tales efectos lo envió a él, el referido Shakespeare, a persuadir al actor en tal sentido, según le contó Shakespeare a este testigo, y la boda se realizó y solemnizó en base a la promesa de una dote. Y no tiene más para agregar”.

Al cuarto interrogatorio este testigo dice que el actor le pidió que fuera junto a su esposa Marie “a hablar con Shakespeare para conocer la verdad acerca de cuánto y qué había prometido conceder el demandado cuando su hija se casara con el actor, y él así lo hizo”.  Cuando Nicholas interrogó a Shakespeare sobre el particular, él respondió que según recordaba el demandado Christopher Mountjoy había prometido que, si el actor se casaba con su única hija, Marie, daría a su yerno y actor en el pleito, “según lo prometido, la suma de unas cincuenta libras en dinero y ciertos enseres domésticos. Y no tiene más para agregar sobre este interrogatorio, según lo que recuerda, porque no recuerda ningún día establecido para el pago de la deuda o la entrega de los enseres domésticos; solamente que le daría esto al casarse”.

Según consta en los documentos del pleito sobre la declaración testimonial del 11 de mayo de 1612: “William Shakespeare, de Stratford upon Avon en el condado de Warwick, gentilhombre, de XLVIII años de edad aproximadamente, bajo juramento e interrogado en el día y año arriba indicados, declara y dice:  (…) que conoce a la parte actora y a la demandada y los conoce, según recuerda, desde hace diez años aproximadamente”. Sobre el actor “el testigo verdaderamente piensa que dicho actor fue un sirviente muy bueno e industrioso durante su servicio. Y no tiene más para agregar sobre este interrogatorio”. Respecto del demandado, “durante todo el tiempo del servicio del actor, le tenía y demostraba gran benevolencia y afecto, y que en diversas ocasiones oyó al demandado y a su esposa decir y manifestar que el actor era un sujeto muy honesto”.

Con relación a su papel en el asunto expresa que tras proponer el demandado al actor que se casara con su hija, “agrega el testigo que la esposa del demandado le solicitó y rogó al testigo que instara y persuadiera al actor a llevar a cabo dicha boda, y así lo instó y persuadió el testigo. Y no tiene más para agregar sobre este interrogatorio”.

Tan de interés como lo anterior son sus dichos sobre la existencia de la dote y si ésta ascendía a las sesenta libras que se demandaban: “Al cuarto interrogatorio este testigo dice que el demandado prometió dar al actor una dote cuando éste se casara con su hija Marie, pero qué dote exactamente no lo recuerda, como tampoco cuándo debía pagarse; ni tiene conocimiento, tampoco, de que el demandado haya prometido al actor doscientas libras con [la mano de] su hija Marie para el momento de su muerte. Pero dice que el actor vivía con el demandado en casa de éste. Y que mantuvieron entre ellos muchas conversaciones sobre el casamiento, que luego se consumó y solemnizó. Y no tiene más para agregar”.

Laura Chalar en su trabajo “El testigo Shakespeare: un proceso judicial en el siglo XVII”, publicado en la Revista de Derecho de la Universidad de Montevideo expresa que “la declaración testimonial del Bardo no es particularmente interesante – ni siquiera, podría sostenerse, la más interesante del expediente”, adjudicando tal calidad a que: “Las declaraciones eran recogidas por un funcionario del Tribunal, y es difícil desglosar en ellas las formas de expresión peculiares de cada testigo, recubiertas de una capa de formalismo que las despersonaliza, imponiéndoles un registro uniforme”. Solo rescata de ella “el esnobismo y afán de ascenso social frecuentemente atribuidos a Shakespeare, un plebeyo de pueblo cuyo padre fabricaba guantes”, al definirse a sí mismo como “gentilhombre”.

De nuestra parte, nos queda la duda si no estamos frente a lo que en alguna jerga foral se denomina “hábil declarante”. Señalado por otros testigos (la empleada doméstica Joan Johnson y otro “gentilhombre”, Daniel Nicholas) como quien tuvo un papel de trascendencia en la negociación de la dote, podemos presumir que William, quien conocía a ambos, no quiso quedar mal con nadie, pero en particular con el demandado, quien lo hospedaba en su casa y buscó sustraerse en el asunto tanto como le fue posible. Pero claro, sin más elementos que la transcripción de su declaración, es solo una suposición.

Para la historia, esta declaración en dicho juicio no tiene importancia por lo dicho, sino, en primer término como prueba de la existencia misma del escritor, discutida por algunos. Y, en segundo lugar, por situarlo dentro “en el más amplio contexto de la ciudad de Londres, donde se había radicado para desarrollar sus actividades vinculadas al teatro”, como nos dice Laura Chalar. Datos no menores para un personaje con más de un vacío en su historia.


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SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversos asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El corazón de la espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los extraños de mayo (2022) y La traidora (2023). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.





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