Un gol en contra mortal

 



Por Luis Carranza Torres


La decimoquinta edición de la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA se desarrolló en los Estados Unidos, entre el 17 de junio y el 17 de julio de 1994. 

Andrés Escobar, jugador de la selección colombiana en dicho mundial, apodado "El caballero del fútbol", tuvo un error en la cancha que dejó fuera del campeonato mundial al representativo de su país, y que a la postre terminó por costarle la vida. Quizás, tal hecho sea el hecho más sangriento relacionado a la historia de los mundiales de FIFA.

Colombia había llegado al certamen pleno de esperanzas. Del total de 147 equipos que participaban por 22 lugares disponibles (Estados Unidos como anfitrión y Alemania como último campeón participaban de forma directa) la Conmebol contó con tres cupos directos en su fase clasificatoria, participando 9 de las 10 selecciones afiliadas, por estar Chile suspendida por un incidente de la eliminatoria del mundial anterior.

En la última jornada del grupo A, Colombia ganó por 5-0 a Argentina en el estadio de River Plate, en un resultado histórico que los clasificó de forma directa para el mundial y obligó a la Argentina a jugar la “repesca” contra Australia.

Ya en el mundial, integrando el grupo A junto a Estados Unidos, Rumania y Suiza, en el primer partido contra los rumanos perdieron por 3-1, quedando obligados a ganar el siguiente encuentro contra Estados Unidos. Un partido que inició parejo, hasta que en el minuto 36 John Harkes envió un centro desde la izquierda a la zona del arco colombiano y Escobar, queriendo despejar, se barrió y terminó empujando el balón al propio arco.

La Tricolor intentó remontar y hasta llegó a convertir un gol, pero también los estadounidenses hicieron el suyo propio con Earnie Stewart, por lo que el marcador terminó con una derrota por 2-1.  

En la rueda de prensa posterior al encuentro, Escobar expresó que ese error “los iba a matar”, respecto de su continuidad en el mundial. Se trató de un comentario lúgubremente premonitorio, en más de un sentido. 

El ulterior y único triunfo de los cafeteros por 2-0 ante Suiza no alcanzó para salvar el pase a la siguiente fase y de no ser eliminado en la inicial. Diez días después de iniciar el certamen, se despidieron del mismo. 

Juan Lagares en una nota en el diario Clarín, expresa que el futbolista dijo “La vida no termina aquí", la frase es dicha “frente a sus familiares en el lobby del hotel Marriot de Fullerton horas más tarde de anotar en contra el gol de la derrota de la Selección Colombia por 2-1 ante Estados Unidos que decretó la eliminación del equipo del Mundial de 1994. Días más tarde, firmaría una columna en el diario El Tiempo con el mismo título. El elegante zaguero zurdo de 27 años sentenciaba con una paradoja su trágico final”.

La eliminación de Colombia cayó bastante mal en dicho país, ya azotado por la espiral de violencia que generaba el narcotráfico. Escobar regresó al país con otros miembros del platel y es allí donde se desencadena la tragedia. 

El 2 de julio de 1994, diez días después del suceso del gol en contra “autogol” como le decían en Colombia, el zaguero de la selección fue en compañía de un amigo, Juan Jairo Galeano, y de su novia Pamela Cascardo a la discoteca El Indio, en la vía Las Palmas, ciudad de Medellín. 

Antes de salir, Escobar le había comentado a su novia que quería adelantar su matrimonio para irse junto a Europa. Ella recordaría luego: “Por la noche, le dije que no me parecía prudente salir, mis padres le dijeron lo mismo, pero al final salimos, pues me estaba invitando. A Andrés lo amé, iba a ser mi esposo, el papá de mis hijos, pero no pasó (…). Saqué de esta experiencia triste y dura que debía empezar de cero”, manifestó. Actualmente es odontóloga especializada en estética con un centro odontológico que lleva su nombre.

Mientras se hallaban en la discoteca esa noche, de una de las mesas cercanas se lo empezó a ‘molestar’ al jugador recordándole el autogol.

Escobar se acercó entonces a esa mesa para pedirles “que respetaran”, sin éxito. Tal continuidad en las molestias lo decidieron a abandonar el lugar con los suyos, pero sus detractores lo siguieron al estacionamiento. 

De acuerdo a Jesús Albeiro Yepes, el fiscal que llevó el caso, declararía para El Espectador: “Luego de discutir con Pedro Gallón, llegó Santiago, el hermano mayor, quien le dijo: ‘Usted no sabe con quién se está metiendo’. En ese momento, el chófer de los hermanos Gallón, Humberto Muñoz, se bajó apurado del carro. Mientras Santiago seguía repitiendo la misma frase a Andrés, se arrimó a su carro y le descargó el revolver”.

Conforme lo que luego comentaría el periodista Félix de Bedout, en cada uno de los seis disparos que le propinó gritaba “golazo”.

El futbolista recibió impactos en el pulmón, el estómago, el cuello y el antebrazo izquierdo. Eran las tres y media de la mañana. Pamela lo cargó en el auto y condujo a toda velocidad a un hospital, intentando salvarlo, pero tan solo 26 minutos después del ataque, Andrés ya había fallecido.

"El momento que el fútbol me hizo llorar no fue una victoria ni una derrota, fue una tragedia, el asesinato de Andrés Escobar". El periodista Félix de Bedout cuenta la historia.

Humberto Muñoz Castro, el homicida, era el “chófer” de los hermanos David y Santiago Gallón Henao, ligados al narcotráfico y con relación con Pablo Escobar, líder del por entonces todopoderoso Cartel de Medellín. Fue detenido menos de un día después del hecho de sangre. Reconoció haber cometido el delito, pero negó saber a quien le había disparado. Fue juzgado y condenado a 43 años de prisión, pena luego rebajada a 23 y tras otro beneficio de cómputo más terminó únicamente cumpliendo 12 años de la pena. Quedó libre en el 2005. 

Sus empleadores, los Gallón, inicialmente condenados a 15 meses de prisión, tras pagar una fianza, solo estuvieron tres meses en la cárcel.

Como dice Juan Lagares, tras el homicidio florecieron todo tipo de especulaciones, “que lo había matado una mafia de apostadores que habían perdido mucho dinero con la eliminación de Colombia del Mundial; que lo mató la presión de narcos y criminales que daban todo por la selección. Que su muerte no tuvo nada que ver con el fútbol. Pero, a fin de cuentas, el futbolista murió asesinado por haber anotado un gol en contra en un país dominado por los carteles y una sociedad inmersa en la más profunda violencia”. Tal cual. 



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SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022) y La Traidora (2023). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.



Una ciudad: Londres.
Una mujer cruzada por dos naciones.
Una guerra inesperada.
Un hombre misterioso.
Una historia de espías.
Un amor que no distingue banderas. 

En abril de 1982 nada parece ir bien en la vida de Gabrielle Sterling. La relación con su jefe ha terminado en una desilusión amorosa y su carrera en el servicio civil británico no avanza. Sin embargo, la vida la sorprende cuando un hombre misterioso le hace una propuesta peligrosa. De aceptar, deberá traicionar los principios en que ha sido educada, aunque también rescatará es parte olvidada que su madre le inculcó. 
Tironeada por dos banderas, deberá elegir un bando en un conflicto que día a día se muestra más próximo. En ese proceso, pondrá su propia vida en juego mientras se siente cada vez más atraída por ese hombre misterioso.
En tanto la guerra escala, intrigas, pasiones y acontecimientos imprevistos la llevarán donde nunca antes había pensado estar, mientras quienes la persiguen se hallan más cerca de descubrirla. 
En medio de esa incertidumbre, Gabrielle se sentirá más viva que nunca. Tal vez no esté traicionando a nadie, sino encontrándose, por primera vez, consigo misma.  

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