Una escultura dramática
El rapto de Perséfone o Proserpina, es acaso una de las esculturas más dramáticas de la historia de la escultura.
Su realizador fue Gian Lorenzo Bernini, quien la llevó a cabo por encargo del cardenal Scipione Borghese, camarlengo del Sacro Colegio, así como patrón y mecenas de grandes artistas de renombre en la época, terminándola en 1622.
Nacido nacido en Nápoles, a pesar de contar con tan solo 23 años de edad al dar vida al mármol, ya contaba por ese tiempo con la fama de un artista en ciernes. La Basílica de San Pedro, su obra maestra arquitectónica, no sería llevada a cabo sino cuatro décadas después.
La obra representa a Proserpina, equivalente en la mitología romana de la diosa griega Perséfone, hija de Ceres y Júpiter, forcejeando e intentando escapar de las manos de Plutón que con violencia intenta raptarla y llevarla consigo al inframundo.
La historia ha sido descripta tanto en Las metamorfosis de Ovidio, en el siglo I d. C., como en De raptu Proserpinae, escrita por Claudiano compuesto entre los años 395 y 397.
Quien la encargó, Scipione Borghese, se la cedió al Cardenal Ludovico Ludovisi quien la llevó a su villa donde permaneció hasta 1908, cuando el Estado italiano la adquirió y la devolvió a su lugar primigenio, ahora formando parte de la Galleria Borghese.
La escultura se estructura en un contraposto retorcido mediante la denominada línea serpentinata, reminiscencia del Manierismo, que permite según se mire, del rapto con Plutón tratando torpemente de mantener a Proserpina sujeta (desde la izquierda); de la llegada al Hades (mirando de frente); y de la desesperación de Proserpina (desde la derecha, con las lágrimas de la mujer, el viento sobre su pelo y el can Cerbero ladrando).
Con una altura de 2,25 metros, la pieza fue tallada en mármol de Carrara, el material preferido desde los antiguos romanos, a los artistas de la época, por su suavidad estética, capaz según su autor de poder darle “la apariencia de carne“.
Las figuras al estilo de la época se presentan desnudas y toda la obra ha sido llevada a cabo para mostrar el movimiento. En la plenitud del barroco en que fue esculpida, una de las directrices de tal movimiento era mostrar dinamismo y agitación.
Uno de los detalles en la escultura más notables son el registro de la blandura de la carne. Como cuando Proserpina empuja la cabeza de Plutón estirando su piel, o los dedos de este aprietan cruelmente la carne de Proserpina tratando de inmovilizarla.
Conforme Diego Bernárdez en “El Rapto de Proserpina”, “Pocas obras logran transmitir lo que el Rapto de Proserpina. Se la puede admirar por horas y, sin embargo, la pregunta sobre cómo es posible ese pellizco tan real no encuentra respuesta. No nos queda que agradecer la genialidad de Gian Lorenzo Bernini por esta magnífica escultura”.
Son palabras que compartimos respecto de una obra cumbre del barroco y aun de la escultura universal.
Un amor rebelde en una época convulsa