Aristóteles y la construcción literaria

 




por Luis Carranza Torres

La consideración tradicional de Aristóteles como filósofo dedicado a la reflexión de la naturaleza y el universo, nos priva de apreciarlo en su faceta como crítico literario. 

Si bien en su obra “La Retórica” hay algo de eso, será en la “La poética” donde se explaye al respecto. Una obra de la cual, lamentablemente, solo contamos con un parte. Es allí donde la consideración de la subjetividad creadora es apreciada en términos muy fructíferos por el Estagirarita 

La Poética no es un tratado ni un código de reglar para poetizar, sino el análisis de las obras de su tiempo para hallar en ellas sus elementos, ideas y esencia. Resulta, por tanto, una de las primeras búsquedas de que tenemos conocimiento sobre lo que implica una producción literaria, desde el sentido común y en busca de establecer su “verosimilitud”.  

No pocos elementos que manejamos hoy como indispensables, son delineados en tal obra.  Escapa a este trabajo un análisis detallado de cada uno. Preferimos en cambio, mostrar aquellos que perviven aun entre nosotros, en la obra literaria actual, con mayor intensidad. 

Aristóteles entiende que la poética es una técnica imitativa de caracteres pasiones y acciones, que utiliza como medios para realizar esa imitación el ritmo, el lenguaje y la música.

Una particular importancia asigna en el análisis de las obras a la construcción de la trama, o composición de los hechos en tanto que conjunto de acciones que se entremezclan entre sí constituyendo una historia. Aristóteles considera mejores historias aquellas que forman parte de la tradición mítica.  

Por ello, la trama es la idea matriz de la tragedia, la que luego será jalonada en episodios para conformar su desarrollo.  

Dichos episodios son el elemento alrededor del cual se organiza la historia. Aristóteles no los entiende como una parte cuantitativa de la trama sino como lo que se le opone, es decir que consisten en el orden y la estructuración de los acontecimientos fundamentales que conforman lo propio y esencial de la obra, que cobrar vida literaria por medio de narraciones.

También reivindica que la trama de una tragedia tenga nudo y desenlace, una división que no tiene solo un sentido lógico (Y que nos recuerda a su distinción entre principio, medio y fin) sino también estructural y hasta emocional. 

En dicha dirección, el nudo abarca los acontecimientos desde el comienzo hasta el momento en que se produce el “cambio de fortuna” y el desenlace desde allí al final. Teniendo que estar ambas bien construidas para resultar una obra excelente. 


A diferencia de la epopeya, no es partidario de utilizar varias tramas en una obra dramática: 

“Es preciso recordar lo que ya se ha dicho muchas veces:  no se debe construir la tragedia tomando como punto de referencia la estructura de la epopeya (llamo epopeya al relato que posee múltiples tramas), como si alguien quisiera representar la trama de la Ilíada en su totalidad. Pues en la epopeya, debido a su extensión, las partes alcanzan una dimensión conveniente, mientras que en los dramas el resultado defrauda las expectativas”

Otra de sus cuestiones tratadas es la coherencia interna de la obra que supone tanto un límite material como temporal en cuanto al número de sucesos que involucra. Siendo de importancia en las tragedias que el conjunto de acontecimientos que conforman su trama se halle enlazados de tal forma que guarden relación de respeto con la estructura interna de la obra, sin desmerecer o quebrar su unidad, así como resulten, en palabras del presente, necesarios y probables (verosímiles). 

También se trata en la obra del papel de los caracteres en la estructura de la trama entendiendo que en el diseño de los acontecimientos no debe aceptarse nada irracional, debiendo echarse mano solo a sucesos que deben pasar de un modo necesario o probable, ya que sólo lo posible puede resultar verosímil y, en virtud de ello, trágico. Ninguna contrariedad, pérdida o desastre movilizará al espectador si no es creíble aunque pueda darse en la realidad. 

Tales rasgos de necesidad y probabilidad no se limitan a la concatenación de acontecimientos, sino que deben también estar presente en las acciones de los personajes:

 “En los caracteres, al igual que en la estructuración de los acontecimientos, siempre hay que buscar  lo necesario o lo probable, de manera que sea necesario o probable que un personaje haga o diga algo de algún modo, y sea necesario o probable que una cosa se siga de la otra…Así pues, no debe haber nada irracional en los acontecimientos que constituyen la trama, o si lo hay, debe quedar fuera de la tragedia”.

Lo dicho, respecto de la tragedia, aplica igualmente respecto de la epopeya. A cuyo análisis consagra parte de la obra. Este género es el antecedente más remoto de lo que actualmente resulta nuestras novelas.

Resulta una “imitación” (obra artística) narrativa y métrica, dramática en cuanto a su trama, que posee unidad de acción, presentando principio, medio y fin en idéntico sentido a la tragedia. Comparte asimismo con ella que la relación entre los hechos ha de ser necesaria, tanto por dicha unidad como para diferenciarla de la narración histórica, cuyos sucesos no tienen un fin común. Pero resulta distinta de la tragedia en lo referente a su extensión y en sus fines.  

Dice al respecto: 

“La epopeya coincide, pues, con la tragedia en este contexto, la de ser una imitación de temas serios en un verso de gran vuelo. Difiere de ella, no obstante, 1) en que se expresa en una clase dio verso y en forma narrativa; y 2) por su extensión que se debe a su acción la cual no tiene límite fijo en el tiempo, mientras que la tragedia se empeña en mantenerse en cuanto es posible dentro de un ciclo solar, o cerca de esta medida. (…) Todas las partes de una epopeya se hallan incluidas en la tragedia; pero aquellas de la tragedia no se encuentran todas en la épica”

Y manifiesta más adelante: 

“Toda la tragedia, en consecuencia, se encuentra frente a la épica en la misma relación que los actores más recientes ante los anteriores. La épica, se asegura, se dirige a una audiencia cultivada, que no necesita el acompañamiento de gestos; la otra, a un público carente de gusto. Si, por tanto, la tragedia es un arte vulgar, está claro que debe ser inferior a la epopeya”

Debe ser tan extensa como sea adecuado para dar una visión en conjunto del principio y el fin, permitiendo entender la obra como una totalidad. Gracias a su carácter narrativo, a deferencia de la tragedia, se puede aludir a varias partes de la acción sucedidas al mismo tiempo, como también conservar la trama introduciendo episodios distintos. 

Se pueden dar cuatro tipos de distintas epopeyas: simples, complejas, de carácter y patéticas. Todas ellas tienen una división tripartita (peripecias, reconocimientos, sufrimiento), siendo de iguales rasgos en el lenguaje y el pensamiento que la tragedia. También aquí campea la exigencia de la verosimilitud en la trama.  

Según Aristóteles su métrica más adecuada es el hexámetro por ser el tipo de verso que mejor adapta introducción de palabras insólitas y metáforas. 

Como puede verse, debemos no poco al genio aristotélico, también en cuando a lo literario. 

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Los Lobos del Atlántico







SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022) y La Traidora (2023). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.



Una ciudad: Londres.
Una mujer cruzada por dos naciones.
Una guerra inesperada.
Un hombre misterioso.
Una historia de espías.
Un amor que no distingue banderas. 

En abril de 1982 nada parece ir bien en la vida de Gabrielle Sterling. La relación con su jefe ha terminado en una desilusión amorosa y su carrera en el servicio civil británico no avanza. Sin embargo, la vida la sorprende cuando un hombre misterioso le hace una propuesta peligrosa. De aceptar, deberá traicionar los principios en que ha sido educada, aunque también rescatará es parte olvidada que su madre le inculcó. 
Tironeada por dos banderas, deberá elegir un bando en un conflicto que día a día se muestra más próximo. En ese proceso, pondrá su propia vida en juego mientras se siente cada vez más atraída por ese hombre misterioso.
En tanto la guerra escala, intrigas, pasiones y acontecimientos imprevistos la llevarán donde nunca antes había pensado estar, mientras quienes la persiguen se hallan más cerca de descubrirla. 
En medio de esa incertidumbre, Gabrielle se sentirá más viva que nunca. Tal vez no esté traicionando a nadie, sino encontrándose, por primera vez, consigo misma.  


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