Los orígenes de la artillería antiaérea



por Luis Carranza Torres


El uso de globos por el Ejército de la Unión durante la Guerra de Secesión obligó a los Confederados a desarrollar métodos para combatirlos, como el uso de artillería y armas de pequeño calibre, sin demasiada eficacia.

Durante la Guerra Franco-Prusiana de 1870, tras el desastre de Sedán, los prusianos sitiaron París y los refuerzos franceses rodearon a su vez el asedio para romperlo. Las fuerzas francesas de fuera de la ciudad comenzaron a reaprovisionar a la urbe sitiada a través de globos aerostáticos. 

19 de septiembre de 1870. Sólo cuatro días después de empezar el sitio, el 23 de setiembre de 1870, el globo Neptuno se elevó de la ciudad y atravesó el cerco sitiador llegando hasta Craconville a 52 milloas con 276 libras del correo y el piloto. Hasta el final de la contienda, 66 globos salieron de París, transportando a 164 pasajeros, suministros y aproximadamente 2,5 millones de cartas.

Los sitiadores no contaban con un arma para detener eso y Gustav Krupp rápidamente modificó un cañón de 1 libra (37 mm) y lo montó en la parte superior de un carruaje de caballos, para derribarlos.

Nacía de esa forma el “ballonkanone”, la primera arma destinada a la función antiaérea. 


 El arma tenía una culata similar a la culata de un rifle y una mira plegable unida al receptor para apuntar a globos distantes. Los prusianos lo emplearon con "éxito moderado", al decir de Jay Bennett en su artículo "The First Anti-Aircraft Gun Was a Big Cannon Designed to Pop Balloons", derribando y capturando cinco globos franceses y probablemente alcanzando a perforar tres más que fueron declarados desaparecidos.

Durante la guerra hispano-estadounidense, el capitán Patricio de Antonio derribó un globo aerostático de observación el día 1 de julio de 1898 en las lomas de San Juan, en Cuba, tras dispararle por cuarta vez con un cañón de 75 mm Krupp modelo 1896 de montaña, de los dos con que contaba la batería, aprovechando la gran elevación que podía tener el caño de la pieza.

Los inicios del siglo xx trajeron toda una discusión en la materia mientras las armas se especificaban: cañones para disparar a globos o a aeronaves, desde tierra o para uso naval. Se discutía sobre el tipo de munición más adecuada: alto poder explosivo, incendiaria, balas encadenadas, metralla... También se discutió sobre la necesidad de algún tipo de rastreador o señalizador con humo. Espoletas, tanto de impacto o con retardo de tiempo, fueron también probadas. Por lo general las armas antiaéreas eran modificaciones de cañones ya existentes con el afuste que bien podía resultar como un pedestal, o estar sobre plataformas de campo. 

De todas esas experimentaciones, solo Krupp, Erhardt, Vickers Maxim y Schneider consiguieron avanzar en la materia. 

Los diseños de Krupp eran adaptaciones de sus cañones de 65 mm (9 libras), 75 mm (12 libras), e incluso 105 mm.  Erhardt apotaba a un cañón de 12 libras, mientras que Vickers Maxim desarrolló uno de 3 libras (47 mm) y Schneider uno de 47 mm. 



Los franceses desarrollaron su “cañón de globos” en 1910. Era un arma de 11 libras, montada en un vehículo, con un peso total sin artilleros de 2 toneladas. Atento la lentitud de los globos, sus miras eran simples. No sería sino frente al desafío de enfrentarse con aviones a motor que las armas ganarían en complejidad en dicha cuestión. 

El primer avión derribado en combate por fuego de tierra lo fue en la guerra italo-turca de 1912.

Para 1913 solo Francia y Alemania habían desarrollado cañones de campo preparados para enfrentarse a globos y aviones. La Royal Navy británica pronto introduciría los cañones antiaéreos QF de 3 pulgadas y QF de 4 pulgadas, y también tenía el Cañón QF de 1 libra "pom-pom" que podía ser usado sobre varios afustes.

Sin embargo, cuando en la I Guerra Mundial el avión cobró importancia como un importante elemento de combate, la necesaria consecuencia fue la formación de unidades de tierra específicas destinadas a combatirlo y el desarrollo exponencial del armamento respectivo.

Sin embargo, se trataba de un armamento militar que no estaba en las principales prioridades armamentísticas. A pesar de todos los desarrollos en la primera década del siglo XX, Alemania comenzó la guerra con solo 18 armas antiaéreas (seis de ellas motorizadas y 12 hipomóviles). Los otros países estaban incluso menos equipados.  

Durante la guerra se comprobó también que la tarea del artillero era mucho más exigente que la del artillero tradicional. Ya no se trataba de alcanzar con el disparo a un objetivo situado en dos dimensiones, sino en tres, debiendo lidiarse no sólo con el alcance y la desviación sino también con la elevación respecto de un objetivo como el aéreo que además se movía, posiblemente en las tres dimensiones, variando en velocidad, altitud y dirección. 


Unidad de artillería antiaérea canadiense en 1918.

Ya antes de la Gran Guerra, varios países desarrollaron procedimientos reglamentarios para el tiro contra globos. Por caso, en España las reglas de tiro sobre globo cautivo para las baterías de campaña fueron aprobadas y publicadas en el año 1909, para ser ejecutadas por la artillería tradiciona con los cañones de campaña, empleando granadas de metralla, denominadas shrapnell.

No será hasta la Real orden circular de 15 de enero de 1931, que se crea el primer Grupo de Artillería Antiaérea, armado con cañones Skoda de 76,5 mm modelo 1919.

En el caso de Argentina en 1937 se creó la Agrupación Antiaérea dentro del ejército argentino, localizada en Campo de Mayo y, dos años después, el Centro de Instrucción Antiaéreo, dedicado al entrenamiento.

Las primeras armas antiaéreas fueron los cañones Skoda año 1928 de 76,5mm y los cañones Oerlikon Argentino año 1938 de 20 mm.

A finales de 1944 los dos grupos antiaéreos se fusionaron y se transfieren a Mar del Plata, bajo el nombre de Escuela de Artillería Antiaérea.

Un año antes, en 1943 se había establecido por Decreto Nacional la necesidad de creación de la Artillería Antiaérea (AAa), debido a la creciente evolución del poder aéreo observado en la Segunda Guerra Mundial, aun en curso. 

En diciembre de 1945, se crea dentro ya dentro del ámbito de la aviación militar el Grupo I de Artillería Antiaérea liviano, con asiento en la Base Aérea Militar “Coronel Pringles” en la provincia de San Luis. Al siguiente año se crea el Grupo II en la Base Aérea Militar “El Plumerillo” Mendoza y en 1948, se forma el Grupo III en el Taller Regional Río IV, en la provincia de Córdoba.

Por su parte, en la Armada Argentina el Regimiento de Artillería Antiaérea Nº 1, creado el 15 de julio de 1940 pasa en 1974 a ser el Batallón Antiaéreo, dependiendo de la Fuerza de Apoyo Anfibio, dentro de la órbita de la infantería de marina.

Todas estas unidades tendrían su bautismo de fuego durante la Guerra de Malvinas de 1982 en donde tendrían su bautismo de fuego el 1 de mayo de ese año. Pero esa es ya otra parte de la historia.  


Para leer más en el blog:



Un amor rebelde en una época convulsa

Los Lobos del Atlántico







SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022) y La Traidora (2023). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.



Una ciudad: Londres.
Una mujer cruzada por dos naciones.
Una guerra inesperada.
Un hombre misterioso.
Una historia de espías.
Un amor que no distingue banderas. 

En abril de 1982 nada parece ir bien en la vida de Gabrielle Sterling. La relación con su jefe ha terminado en una desilusión amorosa y su carrera en el servicio civil británico no avanza. Sin embargo, la vida la sorprende cuando un hombre misterioso le hace una propuesta peligrosa. De aceptar, deberá traicionar los principios en que ha sido educada, aunque también rescatará es parte olvidada que su madre le inculcó. 
Tironeada por dos banderas, deberá elegir un bando en un conflicto que día a día se muestra más próximo. En ese proceso, pondrá su propia vida en juego mientras se siente cada vez más atraída por ese hombre misterioso.
En tanto la guerra escala, intrigas, pasiones y acontecimientos imprevistos la llevarán donde nunca antes había pensado estar, mientras quienes la persiguen se hallan más cerca de descubrirla. 
En medio de esa incertidumbre, Gabrielle se sentirá más viva que nunca. Tal vez no esté traicionando a nadie, sino encontrándose, por primera vez, consigo misma.  

Lo más leído

Imagen

La foto del 2 de abril

Imagen

La leyenda del Halcón