La novela problema y el policial

 


por Luis Carranza Torres

El enigma desde siempre ha capturado el interés humano, ya sea como “enunciado de sentido artificiosamente encubierto para que sea difícil de entender o interpretar”, en forma de adivinanza, acertijo, jeroglífico, rompecabezas, problema, así como de una “realidad, suceso o comportamiento que no se alcanzan a comprender, o que difícilmente pueden entenderse o interpretarse”, al decir del diccionario de la lengua de la Real Academia.

La literatura no es ajena a eso. De hecho, todo libro que se abre, cualquiera sea el género, contiene uno: saber cómo concluirá. 

De acuerdo a Umberto Eco en “Apostillas al Nombre de la Rosa”, “el patrón que rige las ficciones policiales es "el más metafísico y filosófico de los modelos de intriga”. Tal vez por eso haya concitado la atención de tantos escritores de modo recurrente y aún como exclusiva ocupación para sus plumas. 

Existe consenso en que este tipo de literatura inicia esta travesía en 1841 de la mano de Edgar Allan Poe con su relato Los crímenes de la calle Morgue, donde se plantea y resuelve un misterio a partir de la observación del investigador protagonista, Auguste Dupin y la aplicación de saberes de la ciencia. 


Lessy Galván publicó en Tenebris en diciembre de 2016 bajo el título de “Edgar Allan Poe: El Origen del Género Policial y el Método de Auguste Dupin” expresando respecto de la cuestión que: “Los procedimientos de Dupin son más complejos que “razonar inteligentemente” para encontrar al culpable, pues se ajustan a las circunstancias y características del crimen que debe solucionar. Eso es precisamente lo que hace que en la figura de Edgar Allan Poe confluyan diferentes esquemas de la novela policíaca que serán tan explotados años después por sus sucesores”.

Tales esquemas resultarían: La novela de problema imposible (principalmente el crimen de cuarto cerrado), el “detective de sillón” que resuelve el problema sin salir de casa con datos provistos por otros y el método de engaño psicológico. 

Como dice Galván, tales modelos tendrán influencia en las variantes de crimen literario a las que Agatha Christie llamará “desde dentro” (un criminal incluso conocido, donde lo principal es saber los caracteres de su mente para determinar sus recursos y la lógica de su proceder, estableciendo su agudeza mental para intentar resolver el misterio) y “desde fuera” (la búsqueda del responsable o de lo ocurrido se lleva a cabo a partir de los indicios del crimen). 

Arthur Conan Doyle dará al género, a la par de tramas por demás atrapantes, la figura del detective literario de misterios por antonomasia: Sherlock Holmes. El «método holmesiano» Se fundamenta en la elaboración de hipótesis a partir de la información recogida mediante una observación minuciosa, la escucha atenta y una exploración detallada. No por nada, Doyle era médico de profesión y ejercía como generalista en Portsmouth cuando publicó la primera novela del personaje: Estudio en escarlata. Cualquier parecido con la anamnesis y el diagnóstico clínico, no es pura coincidencia. En lo absoluto. 

José Rafael Hernández Arias, en su «Introducción a El candor del padre Brown», expresa que el investigador que popularizó Gilbert K. Chesterton, era en su método eninentemente inductivo en oposición a las deducciones de Holmes. Algo con lo que Manuel Navarro Villanueva en “Chesterton y el método” no concuerda totalmente. 


El padre Brown, un cura anodino, de rostro ovalado, figura rechoncha y modales suaves, en su opinión usa de forma distinta lo inductivo, y no en solitario. “Lo peculiar de Gilbert Keith Chesterton es que dichas generalizaciones, que conducen a sus investigadores a deducir la resolución del misterio, se hacen explícitas, suponen un diagnóstico sutil acerca del alma humana y, la mayor parte de las veces, se expresan en forma de ingeniosas y sorprendentes paradojas. En ese sentido es en el que podemos asegurar que el método inductivo es particularmente importante en el caso del orondo polígrafo inglés. El padre Brown transita los caminos de la deducción y de la abducción tanto como el mejor de los detectives y es tan observador y sagaz como cualquiera de sus antecedentes o continuadores en el mundo del relato criminal. Lo peculiar de su caso es que ejecuta estos razonamientos guiado por un conocimiento profundo de las contradicciones que se esconden en el espíritu de los mortales”.

Dicen que, en la literatura argentina, la aparición en 1942 de Seis problemas para don Isidro Parodi, obra que Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares publicaron bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq, marca el inicio del género. 

En tal obra, Parodi, un peluquero condenado de manera injusta por homicidio de un carnicero de barrio en la Penitenciaría Nacional, resuelve los misterios desde su celda, a través de los relatos de los testigos.

Marta Elena Castellino en “Borges y la narrativa policial: Teoría y práctica”, retrotrae ese inicio más atrás, con la figura de Borges como elemento central en la cuestión: “Si bien, como señala Jorge Rivera, los contactos explícitos de Borges con lo policial se reducen al período comprendido entre mediados de los años '30 hasta comienzos de los '50, y se limitan a unos pocos textos ficcionales y ensayísticos específicos, es innegable que éstos por una parte sientan las bases del género y por otro, las exploran y deconstruyen de modo tal que abren las puertas a toda una evolución posterior que desemboca en este presente tan rico, que parece exigir una redefinición de la categoría genérica”.

De nuestra parte, lo situamos aun antes, aunque no en estado puro, sino mezclado con el género periodístico, de investigación y hasta lo que en el siglo XX se llamó novela testimonio, novela de no ficción o relato real o relato metaficcional. 

En tal formato de relato literario, pero de factura periodística, nada menos que el futuro autor del Martín Fierro, José Hernández, se lanza a través de una serie de artículos que publicó en el periódico entrerriano El Argentino, de Paraná, a dilucidar el contexto de la muerte de Ángel Vicente “el Chacho” Peñaloza, caudillo federal opositor del presidente Mitre en 1863.

La serie de artículos que publica, los reúne luego en opúsculo, “Vida del Chacho”, que aparecerá el primer día de diciembre de ese año. Luego, en 1865 los reimprime como una edición de autor en Buenos Aires. 


El autor sostiene que esa muerte ha sido un crimen y de esta manera comienza su primera crónica en diario El Argentino bajo el título de “Asesinato atroz”: “El general de la Nación Don. Ángel Vicente Peñaloza ha sido cosido a puñaladas en su lecho, degollado y llevada su cabeza de regalo al asesino de Benavídez, de los Virasoro, Ayes, Rolta, Giménez y demás mártires, en Olta, la noche del 12 del actual”.

A través de análisis y comparación de datos sacados de partes de guerra y noticias, llega a establecer la existencia del crimen. Por tal metodología, y su particular confluencia de estilos para la época, es que lo incluimos en este recorrido de la novela problema.  

En 1980 una ópera prima de Umberto Eco, redefine el género con “El nombre de la rosa”, novela en que lo histórico y lo erudito se unen en su trama, potenciando el misterio. 

Situada en una abadía del siglo XIV, un antiguo inquisidor franciscano, fray Guillermo de Baskerville junto a su pupilo dominico Adso de Melk, deben investigar una extraña serie de crímenes que allí en vísperas de un encuentro entre enviados del Papa y del emperador del Sacro imperio. 


En nuestro aporte al género, la historia de un amor por fuera de los cánones sociales en la década de 1920 entre Mariano y Julia, cuya relación se ve asaltada por un vengador primero sin rostro y que luego se da a conocer él mismo en la novela Palabras Silenciadas, resulta más una novela “desde dentro” dónde el suspenso se ancla en entender por qué hace lo que está llevando a cabo. 

Algo similar sucede en El Juego de las Dudas, dónde el delito está planteado casi desde el inicio, al estilo de Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, pero con mucha más tensión romántica y hasta sexual. La cuestión a develar es si lo llevará o no finalmente a cabo. El engaño psicológico campea en ambas a sus anchas. 

De un tiempo a esta parte, la novela negra se ha enseñoreado en el género policial. No sólo el quien reemplazó al cómo en el impulso de la trama, sino que el cambio de escenario es también manifiesto. No se trata de gente común azotada por un crimen, en una sociedad que funciona, sino de personajes que arrastran sus propios demonios en contextos sociales marcados por la decepción, el lado oscuro del ser humano o la marginalidad social.   

Dice Arturo Pérez-Reverte respecto de su novela El problema final en el artículo aparecido en el Bar de Zenda con el título “Una novela-problema, como las de antes”, el 03 de setiembre de 2023: “El problema final es el intento de un novelista profesional por recobrar cierto placer perdido: volver a ser lector inocente, o jugar a serlo —la palabra juego es fundamental en este relato—, situándose ante una trama policial con la antigua visión de cuando cada página leída era sorpresa, emoción e intriga. El inconveniente, en este caso, era que para eso no basta la voluntad. No puedes renunciar, olvidar o prescindir de la mirada que una larga vida lectora te dejó, ni de los resabios de un oficio que practicas desde hace treinta años”.

Para lograr eso, tuvo que “combinar al escritor veterano con el lector ingenuo que antaño fui. Mezclar ambos extremos, asombro y experiencia”, para recobrar los modos y formas de la novela- problema clásica. “Aquélla —Agatha Christie, Ellery Queen, John Dickson Carr— cuya construcción y resultado pueden considerarse como la resolución de un enigma matemático”.


El resultado es la trama de un actor de cine retirado famoso por interpretar a Sherlock Holmes que es llamado en una isla paradisiaca a develar una muerte extraña que ha sucedido. 

Con guiños abundantes a la historia del cine en general y a las novelas clásicas del género en particular, es el libro más vendido en España en 2023, conforme los datos de Librired, una, plataforma que aglutina las ventas y disponibilidad de más de mil librerías independientes.

“A falta de otras gracias que lo asistan, el cuento policial puede ser puramente policial. Puede prescindir de aventuras, de paisajes, de diálogos y basta de caracteres; puede limitarse a un problema y a la iluminación de un problema”, como lo expresara Jorge Luis Borges.

Dicho en otras palabras: la novela enigma o novela problema se trata, en definitiva, del género policial en estado puro. 

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SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022) y La Traidora (2023). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.





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