El placer de leer y sus beneficios
por Luis Carranza Torres
Hay lecturas y lecturas. Algunas necesarias, por cuestiones de estudio o laborales. Aquí hablamos de las otras, las voluntarias, por placer.
Se trata de un tipo de lectura que nos conecta con aquello que nos interesa.
Leer nos permite sumergirnos en otros mundos distintos del real. Pero también, el placer consiste en que el lector se encuentra a sí mismo en la historia, lo que le permite comprenderse de manera diferente. Nadie cierra un libro siendo la misma persona que lo empezó. Aunque, tal vez, no lo note.
Angélica Tornero en su artículo Sobre el placer de leer publicado en la revista Ciencia de octubre-diciembre de 2016, escribe que existen tres diferentes momentos históricos del pensamiento sobre el placer de leer literatura.
En primer término, el de la Antigüedad griega, a partir de las ideas de Aristóteles, quien consideraba que el deleite de leer literatura consistía en aprender.
Posteriormente, se dan las dos categorías estéticas de lo sublime y lo bello descritas por Edmund Burke, nacidas de la filosofía de ese siglo XVII: la primera plantea el goce de leer literatura frente a lo que nos provoca terror; y la segunda, frente a aquello que nos causa simpatía.
Finalmente, se habla del placer de leer literatura para descubrir las narraciones del sí, propuesta que se apoya en la fenomenología y en la hermenéutica de finales del siglo XX.
Leer sea quizás el alimento más importante para la mente, y también el espíritu. No solo aporta conocimiento y estimula la imaginación: los deja asimismo todo un bagaje de pensamientos, emociones, experiencias.
Asimismo, mejora la dicción si se lo hace en voz alta, y en todos los casos, fortalece la memoria, la comprensión, el desarrollo neurológico, enriquece el vocabulario, mejora las habilidades comunicativas y, por si fuera poco, disminuye los niveles de estrés y ansiedad y nos ayuda a ser más empáticos.
Resulta toda una paradoja que una actividad a primera vista tan pasiva, remueva tanto por dentro de nosotros. Por eso mismo, no solo enriquece. También ayuda a sanar o nos mantiene sanos en esas porciones tan particulares de nosotros en que lo psíquico o espiritual, corre parejo con lo biológico.
Todos los 7 de marzo se celebra el día mundial de la lectura a fin de crear conciencia tanto de los beneficios de la práctica, como de que en nuestro mundo existen todavía más de 700 millones de personas analfabetas.
Se lo instituyó por iniciativa de la organización internacional Lit World en el año 2010, a fin de fomentar el hábito de la lectura y apoyar a la alfabetización, como un derecho humano instrumental fundamental.
Permitámoslo, para estar a tono, festejarlo empezando o continuando la lectura que tenemos por allí, en el deseo o inconclusa. No se me ocurre una mejor forma de hacerlo.
Un amor rebelde en una época convulsa