Historias de un Mauser argentino


por Luis Carranza Torres


Mi conocimiento del fusil Mauser me viene por parte de padre. Él fue parte de aquella generación que, de jóvenes, concurrían a las instalaciones del Tiro Federal a disparar con esa arma. Los fusiles eran provistos por el ejército argentino a los Tiros Federales. 

Se buscaba tanto promover el tiro deportivo para luego poder contar con buenos tiradores en las reservas militares sin tener que realizar incorporaciones a ese efecto. Fue una práctica que persistió hasta la década del 70 cuando fueron retirados. Pero para entonces, muchos habían gozado de ese tiro y, en el caso de papá, hasta ganado competencias deportivas en el Tiro Federal de Córdoba, por entonces en las adyacencias del Parque Sarmiento. 

Sus historias al respecto, plantaron en mí el respeto y admiración por ese fusil que él tenía. También escuché en otros esa admiración por la potencia y precisión que tenía.


Como toda leyenda tenía sus historias raras, pero rigurosamente ciertas. Un tío que, tras alguna prórroga por estudios universitarios, cumplió como su servicio militar como médico militar con un grado de oficial, contaba respecto de recibir a un soldado durante unas maniobras en el puesto sanitario, con un gran chicón en la frente. Al ser interrogado sobre cómo se lo hizo, contestó: “me pegó una bala de máuser”. Y hasta le mostró el proyectil que, tras pegarle, había caído al suelo. 

Le había impactado un proyectil de un campo de tiro distante a un par de kilómetros, con la inmensa fortuna de impactarle el proyectil bastante más allá del final de su alcance de 1500 metros, cuando ya su velocidad era residual y estaba en pérdida. O quizás, incluso, ya hubiera impactado con algo y se hubiera convertido en un rebote. Increíble pero real, que diera en la zona del cráneo más reforzada, debe haber ayudado también. Luego de eso, las zonas de seguridad se extendieron aun más de lo que marcaba la técnica. 

En cuanto a mi tío se limitó a curarle el chichón. Nunca supe si le dijo la inmensa suerte que había tenido. La munición de calibre 7,65 x 54 del fusil marcó un hito en el diseño de cartuchos modernos, destacando por sus propiedades balísticas.

Se trataba del cartucho para fusil creado en 1889 por Paul Mauser que el fusil Mauser Modelo 1889 sería el primero en emplear. Tenía una balística similar al .303 British, que fuera el cartucho militar estándar británico y de la Commonwealth desde 1889 hasta la década de 1950, cuando fue reemplazado por el 7,62 x 51 OTAN.​


Con un peso de poco más de cuatro kilos y medio con sable bayoneta, aun descargado, desfilar con tal arma que llegaba en tales condiciones a medir más de metro y medio de largo no era tarea fácil. Sobre todo, cuando debía sostenerse con una sola mano, no era una tarea sencilla. 

Como nos dice un buen amigo que tuvo que hacerlo durante su servicio militar: "Sólo usamos el Mauser con todos los Chiches y un cinturón con cinco cargadores de cada uno con vainas de cinco proyectiles. Más o menos unos 6 kilos de peso. Y ni te cuento cuándo teníamos que desfilar fusil al hombro".

Ese cúmulo de narraciones oídas, hizo que más allá de una cuestión histórica, cuando debí elegir un arma para un tirado en mi novela Senderos de Odio, el Mauser modelo argentino fue la elección obvia, desde lo emotivo, más allá de su corrección histórica. 

Por eso, mucho de como Guillermo Kepler maneja el arma, provienen de los consejos de mi padre, sobre como apuntar y manejar el prodigioso retroceso que tenía su disparo. 

Con igual causa, es que el origen del fusil en la novela es proveniente de un tiro federal. 

La admiración de papá por el arma tiene una base técnica e histórica cierta. El modelo argentino 1909 que disparó fue el segundo de su tipo que tuvo nuestro país, luego del modelo 1891, siendo considerado por varios autores en la materia como la mejor versión militar del arma, por la calidad de los materiales, terminación y prestaciones del fusil. 

El fusil Mauser 1909 deriva del Gewer 1898 o Gew 98 alemán, siendo un fusil de repetición de uso militar en calibre 7,65x54. "Un rifle de calidad y con grandes acabados", dirá en la publicación Arma larga Hugo Corradini en 2011.

Para su adquisición se conformó en noviembre de 1908 la Segunda Comisión Técnica de Armamento, presidida por el general Juan F. Duclós, colaborador de Pablo Riccheri en la primera de 1891/1895. Un mes después el Congreso Nacional sanciona la Ley N° 6.283 autoriza la compra de "Armamento y Materiales de Guerra". El 20 de enero del año siguiente se firma el primer contrato de compra de fusil y carabinas. En 1910 se compraría, además, la maquinaria para fabricarlo. 


Se trataba de un modelo hecho en particular para la Argentina, que incorporaba todas las novedades modernas del último fusil Mauser fabricado, así como pedidos propios, como la elección del acero Boehler al Tungsteno fundido en crisol marca W II 45 o la incorporación del uso de la munición con la bala "S".

El fusil tuvo dos versiones, una para la infantería común y otra para francotiradores que poseía la adaptación para el montaje de la mira telescópica, con la manivela doblada sin rebajo en la caja para la cabeza de ésta. También formaron parte del encargo dos versiones de carabina, más cortas, una para la caballería y otra para los ingenieros.

Los contratos de compras se suscribieron con la Deutsche Waffen-Und Munitionsfabriken A-G, simplemente, la DWM. Se trataba de una fusión de varias empresas del ramo, iniciada casi una década antes, en 1896, cuando Ludwig Lowe & Cie., que controlaba la Deutsche Metallpatronenfabrik A-G, la Waffenfabrik Mauser y a la FN Herstal, adquiere la Rheinisch Westfalischen Pulver A-G, de colonia y la Rottweil-Hamburg Pulver A-G para agruparlas en una única empresa. 

En el primer año del contrato, 1909, se reciben 53.000 fusiles para la infantería. Al siguiente año, otros 102.000 fusiles, 12.000 carabinas de caballería y 6.000 carabinas de ingenieros.

En total serían 210.000 fusiles, 10.000 carabinas de ingenieros y 43.000 carabinas de caballería, 19.000 de estas últimas hechas localmente en la Fabrica Militar Domingo Matheu. 



Tales son los números en frío, de un arma que marcó una época en el mundo y en la Argentina, en la primera mitad del siglo XX.

Fue usado por todas las ramas de las Fuerzas Armadas argentinas desde su adopción en 1909 hasta su reemplazo a fines de la década de 1950 por el fusil automático FN FAL. También lo emplearon fuerzas de seguridad, policiales y hasta penitenciarias.

Al menos, eso dicen los papeles. También sobre eso tengo la historia de un buen amigo de la familia, Valentín, que lo usó incluso mucho después de esa fecha: "Yo hice el servicio militar en el año 1966 en el El Regimiento de Infantería de Montaña 10 (RIM 10) «Teniente General Racedo»  unidad de combate del Ejército Argentino perteneciente a la VI Brigada de Montaña, 2.ª División de Ejército. Su cuartel se ubica en Zapala y Covunco Centro, en  en la provincia del Neuquén. Nunca toqué un FAL si vi que lo usaban los oficiales". Es claro que su reemplazo se extendió en el tiempo. 

Con un peso del cartucho de 27 gramos, la velocidad del proyectil a 25 metros de la boca era de 635 m/s con un alcance máximo con 32° de elevación: 3.900 metros, teniendo un alza graduada hasta 2.000 metros.

Si desde lo técnico era un arma impresionante para su época y aun hoy en determinadas áreas, nada define más al Mauser que las historias de quienes lo empelaron y guardan en el recuerdo esa mezcla de admiración y añoranza por ese fusil que trascendió muchas cosas para pasar a ser un ícono en la historia y la cultura de las armas largas.


Para leer más en el blog:







Los Lobos del Atlántico






SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023) y Senderos de Odio (2024). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.


Un territorio de frontera.
Un crimen atroz que va a vengarse.
Un hombre arrasado por la guerra.
Una mujer marcada por su pasado.

San Carlos de Bariloche, a fines de 1922. Por entonces, un poblado en el territorio nacional de Río Negro junto al lago Nahuel Huapi, en Argentina. 
A Guillermo Kepler, naturalizado argentino, una partida de bandoleros le mata a su familia, le roba sus caballos y le incendia su casa; le disparan hasta darlo por muerto, cayendo en las heladas aguas del lago. Pero, como en la guerra, sobrevive una vez más. 
Obediente de las leyes y los gobiernos hasta entonces, decide que ya es suficiente. Y ante las complicaciones que la resolución del caso tiene para el juez letrado y la policía local, hará justicia por mano propia. Pero aquellos que han destruido su vida tienen influencias poderosas al otro lado de la cordillera, en Chile. 
En su camino de venganza, cruzará destino con Ema, una enigmática mujer, tan herida y presa de tanta oscuridad como él mismo. Descubrirá entonces que ese destino, que puede ser muy cruel a veces, también, del modo más extraño, arroja a su paso ciertas segundas oportunidades. Pero el precio que deberá pagar no será fácil ni simple. Porque cuando se transitan senderos de odio, nadie sale sin heridas. 

Luis Carranza Torres ha escrito una novela de amor en tiempos de venganza, donde dar lugar a lo importante a veces queda relegado por el dolor.

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