“Senderos de odio”: Luis Carranza Torres desanda los caminos de su nueva obra
Por Andrea Viveca Sanz () /Edición: Walter Omar Buffarini //
Es un disparo. Y otro. Es la sangre derramándose, la muerte que clama. Es un latido seco, la llamarada y el viento que derriba fronteras. Es el sonido de las armas, un corte en la piel, en el tiempo. Son los límites, los territorios de la guerra y de los cuerpos. Son las batallas internas y en las orillas de la vida, el amor.
El escritor Luis Carranza Torres, en “Senderos de odio”, su nueva novela editada por Del Fondo Editorial, transita por caminos peligrosos, viaja una y otra vez con sus palabras para contar una historia donde el odio y el amor se entrelazan sobre la sangre derramada. En cada página las balas perforan el corazón de los personajes y de los lectores. Es un disparo y otro que hacen avanzar una trama al ritmo de las guerras.
ContArte Cultura charló con el autor cordobés para conocer dónde y cómo nació esta historia.
—Comencemos poniendo la mirada en la frase de Pitágoras de Samo que encabeza el prólogo de tu novela, “El principio es la mitad de todo”, ¿cómo y cuándo comenzó esta historia? ¿Percibiste la mitad de todo lo que ibas a escribir a partir de ese principio?
—Al empezar a escribir ya tenía los grandes rasgos de la historia en mente. La cita tiene lo particular de llamar la atención sobre ese encadenamiento de hechos que resulta la vida. Cuando algo inicia, es que existe otro acontecimiento previo. Se ve muy claro en el prólogo, lo que ven es solo el resultado de muchas otras cosas que se irán revelando a lo largo de la novela.
—A medida que uno va caminando por las páginas de tu novela puede ver con los ojos de la imaginación paisajes, colores, vestimentas y hasta percibir aromas o sonidos de los escenarios que elegiste. ¿Cuál fue el recorrido que tuviste que hacer para ambientar tan detalladamente esos lugares?
—Hemos ido a esos lugares con mi familia en varias oportunidades. Recorrido sus bosques, escalado alguna de sus montañas y navegado sus lagos, hasta el límite mismo con Chile. Son lugares entrañables con los que me he encariñado mucho. Quise plasmar eso en la historia. No es solo su belleza, se trata de sitios donde la naturaleza es imponente, pero también dura e implacable.
—También hay una descripción minuciosa de las armas que usan tus personajes. ¿Cómo llegaste a esas imágenes que tienen tanto que ver con la guerra?
—Me gusta y mucho la historia. Soy de los que cree que una época, un tipo de personas o un hecho, no puede quedar descripto sin hablar de los objetos más paradigmáticos de esa época, lugar, o clase de gente. Un fonógrafo, unas tenazas para enrular el cabello o las armas que han definido un tiempo. Por ser seres que habitan una frontera indómita, y muchos de ellos haber tomado parte en la Primera Guerra Mundial, a la que por entonces se le decía de otra forma (“Gran Guerra”), sobre todo porque la segunda no había ocurrido todavía, la relación con las armas es muy particular. Quise mostrar eso. Párrafo aparte (sonrisas) es la relación que tengo con el fusil máuser, como muchos otros en el mundo que lo han empleado. En mi caso, nunca lo disparé, pero mi padre sí y hasta logró un campeonato de tiro con esa arma. Sus experiencias al tirar con ella están en la novela.
—Y unas batallas tienen que ver con otras, las personales. ¿Qué senderos propios transitaste para darles vida a Guillermo y a Ema, tus protagonistas?
—En esta obra la historia de amor se desarrolla en el contexto de una venganza. Situación que se las trae, pues como leí al documentarme para la novela, en un artículo de Miguel A. Hernández titulado “La venganza en la literatura”, con ella se busca restablecer un equilibrio frente al agravio. Es subjetiva y unilateral, lo que convierte a todo el asunto en una cuestión, en definitiva, ética. No por nada la diosa griega Némesis, quien tenía la venganza en sus manos, era también la deidad de la justicia retributiva, la solidaridad, el equilibrio y la fortuna. Resulta también una paradoja de roles: la víctima se convierte en justiciero para algunos y en victimario para otros, pues la violencia, y eso es lo que tiene de dañino, siempre genera víctimas. Aunque algunos se tengan merecido lo que les cae.
—También el Juez y su esposa Alejandra tienen su historia. ¿Qué cosas de ese magistrado se desprenden de tus propias vivencias?
—Lo he visto no en jueces, sino en empresarios. Personas que tienen todo y sienten que les falta algo, que no se relaciona con lo material. Y que, incluso, en algunos casos se hallan en una jaula de oro. Con todo cuanto se puede ambicionar, pero incapaces de poder ser como querrían, por diversas causas. Esa incapacidad es la que me gustó desarrollar en la novela. Además de una historia de amor, bastante abierta, desapegada, y a dónde conduce ese sendero.
—En muchos capítulos la sangre es también protagonista, como si formara verdaderos senderos de odio. Contanos qué emociones se despiertan en vos al dar muerte a algunos de tus personajes.
—Creo que con los mismos sentimientos que los lectores al descubrirlos. Por ahí uno se encariña con el personaje y cuesta contar su fin, pero la trama es implacable muchas veces en exigirlo. En ese punto, no es distinto que en la vida misma.
—Y entre los senderos de odio despierta el amor. ¿Creés que esta historia no hubiera sido posible sin ese sentimiento?
—Definitivamente. Es, en primer lugar y sobre todo, una historia de amor. No fue lo que tuve en mente al inicio, cuando me senté a escribirla, pero fue adoptando esa forma. Como diría Wilbur Smith, detrás de toda novela hay una historia de amor.
—Hay en esta trama varios personajes secundarios muy destacados, ¿cuál de ellos fue el que más disfrutaste al momento de dibujar con tus palabras sus formas y emociones?
—Te podría decir dos, por motivos opuestos: en el médico italiano me gustó contar el proceso interior que ocurre cuando alguien tirado en el piso empieza a querer levantarse. Y en el caso del bandolero ruso, el narrar la sicología de alguien que es una basura de persona. Cómo se llega a eso.
—¿Sabremos más de estos protagonistas en una próxima novela?
—Es difícil dar una respuesta concluyente. Hay personajes fuertes que suelen volver en una nueva historia, y ellos lo son. Pero hoy por hoy, los tengo como de una sola historia.
—Para concluir, ¿Cuál sería el aroma que representa el espíritu de “Senderos de odio”?
—El de las coníferas luego de la lluvia. Un recordatorio que la misma vida, que puede ser dura, brinda también segundas oportunidades donde menos se lo espere.
Publicado en Contarte Cultura el 28/05/2024. Extraído desde el siguiente link:
“Senderos de odio”: Luis Carranza Torres desanda los caminos de su nueva obra