El nacimiento de los bomberos voluntarios

 




por Luis Carranza Torres

La solidaridad humana frente al desastre es connatural a nosotros, claro que hay quienes la tienen mucho más desarrollada que otros.

En el caso de los incendios, por mucho tiempo su extinción respondió a tal sentimiento solidario. Desde la antigüedad hasta la antigua roma.

En el siglo I a.C., el senador Marco Egnacio Rufo creó un cuerpo de vigiles para luchar contra el fuego formado por esclavos de su propiedad. Se trataba de un servicio que hoy denominaríamos como privado y gratuito , lo que le traje una inmensa popularidad que le valdría ser elegido pretor al año siguiente y posteriormente, otras magistraturas.

Solo a partir del año 6 d.C. luego de un gran incendio, por disposición de Augusto el servicio de vigiles de Roma se estatalizó bajo un mando militar. Se hallaban divididos en siete cohortes, de 480 hombres cada una, al mando de un tribuno, repartidas por distintas zonas de la ciudad.

En México, tras la conquista española, se conoce que en los años 1526 y 1527 existía un grupo destinado a combatir los incendios, integrado por indígenas bajo la guía de un solado español. En la época colonial, las autoridades del virreinato crearon en 1571 sistemas de prevención  publicitados entre la población por células reales y ordenanzas. El 11 de Febrero de1864 el Emperador Maximiliano de Habsburgo decreta un reglamento contra incendios por el cual la población debía ayudar a tomar medidas de seguridad para prevenir incendios o en determinados casos, extinguirlos.

En Cuba la primera agrupación de Bomberos Voluntarios se organiza en Santa Clara el 13 de noviembre de 1696, detrás de la Ermita de la Virgen de la Candelaria. Enseñaban a los vecinos la forma de apagar los incendios. Por entonces se combatía al fuego llenando con agua barriletes destinados al comercio de ron y miel, que pasaban de mano en mano hasta donde se localizaban las llamas.

Es por eso que en tal fecha se celebra el Día del Bombero Cubano, que no fue sino hasta junio de 1832 en que se funda el primer Cuerpo de Bomberos de Santa Clara, oficializado en 1856 por la Capitanía General.

En Ecuador, ya en el siglo XVIII se produce el llamado "gran incendio" en la ciudad de Guayaquil, el cual fue sofocado por la ayuda de la población, lo que determinó que luego sus habitantes se organizaran en grupos de voluntarios para luchar contra los incendios. 

En 1774 se desató un gran incendio en el barrio del Astillero, el cual pudo ser combatido gracias a un chorro de agua impulsado por una bomba instalada desde la fragata de guerra «La Liebre», que se encontraba aprovisionándose en el puerto. Por ello en 1778 el gobernador Ramón García de León y Pizarro propuso ante los vecinos de la localidad la creación de un fondo especial destinado a la adquisición de una «bomba para apagar fuegos», traída de España con un costo de 3.796 pesos más otros 830 por el traslado. 

En 1831 se dictaron los primeros reglamentos para conformar el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, integrado por vecinos voluntarios denominados «apagafuegos». El crecimiento de la ciudad llevó a que el 17 de agosto de 1835 se otorgara mayor formalidad a la institución, fundándose el «Cuerpo de Bomberos», siendo el más antiguo de Latino América.


En 1841 en Montevideo, después de varios incendios, se adquiere dos bombas de mano para el Puerto Comercial con las que atendía además a la población. La alarma general de incendio era lanzar tres cohetes e izar una bandera blanca de día, o prender una luz roja por la noche. 

A inicios de 1876, se organizó en la ciudad un servicio de bomberos de 30 hombres por parte de la Compañía de Seguros privada "La Providencia" que adquirió al efecto una de la Bombas de mano traídas por el Puerto. 

No fue sino hasta el 27 de octubre de 1887, en que se creó por Ley el Cuerpo de Bomberos de Montevideo. 

En 1851, se crea en Valparaíso, Chile, la Asociación Contra Incendios de Valparaíso, para el servicio de la comunidad. Seis años después contaba con 5 compañías de bombas y 2 de hachas, ganchos y escaleras. Cinco de ellas pertenecían a distintas colectividades de inmigrantes de Inglaterra, Prusia, España y Francia. 

Un año después, en 1858, se funda la VI Compañía de Bomberos «Cristoforo Colombo», principalmente con inmigrantes de Génova y florentinos. Se trata de la compañía de bomberos inmigrantes italianos más antigua de toda América Latina y al presente sigue conformada por integrantes de origen italiano. 


También un inmigrante italiano, Emilio Longhi Capurro, convocó el 10 de abril de 1866 a la primera reunión de miembros de la colonia Italiana en su local comercial ubicada en la calle del Correo, proponiendo la organización de un servicio voluntario de bomberos que se concretó en una segunda reunión el 15 de abril a las 10 de la mañana en el convento Santo Tomas y suscribiéndose lo que seria el acta de fundación de la primera Compañía de Bomberos Voluntarios en Lima.

Cada 2 de junio en la República Argentina, se celebra el día del bombero voluntario. Se trata de un servicio civil, solidario, sin retribución, pero con acendrada vocación de servicio y espíritu de sacrificio que brinda respuestas a emergencias de manera voluntaria y profesional en el 80% del territorio nacional.

Se fecha fue impuesta en recordación del primer cuerpo de bomberos voluntarios del país, creado en La Boca, por entonces un lugar de la ciudad de Buenos Aires con fortísima inmigración italiana. 

El 23 de agosto de 1870, el barrio de La Boca del Riachuelo se independiza de Barracas al Norte, merced a la creación de la parroquia San Juan Evangelista y el respectivo Juzgado de Paz. Se trata de un barrio de conventillos y viviendas donde predominaba la madera, de fácil obtención por los rezagos de los astilleros de la zona. 

Fue la respuesta a un voraz incendio del comercio Corti y Rivas, ocurrido en diciembre de 1883, cerca de la ribera y al que concurrieron a extinguirlo vecinos formando una cadena humana que acarreaba baldes de agua desde el río. 

Oreste Liberti

Uno de sus participantes fue Oreste Liberti que luego a principios de 1884, junto a su padre Tomás y su hermano  Atilio Liberti y un grupo de vecinos reunidos en su casa, decidieron convocar a organizar un cuerpo de bomberos. La convocatoria fue escrita en italiano, idioma que por la época, se hablaba tanto o más que el castellano en el barrio. 

«Ciudadanos: Una chispa podría desarrollar un voraz incendio que reduciría a cenizas

nuestras habitaciones de madera. Tenemos necesidad de una sociedad de Bomberos que en los momentos de peligro salven nuestros bienes y nuestras familias. Con tal motivo los invitamos a la reunión que tendrá lugar el domingo próximo a las 3 pm en el Ateneo Iris.

Ciudadanos: La idea iniciada por pocos tiene la necesidad de todos vosotros y de vuestro válido

apoyo, y tendremos el orgullo de haber constituido una Asociación Filantrópica.

El domingo entonces en el Ateneo Iris. Que nadie falte».


Quedó constituida en virtud de aquella reunión, “Societá di Pompieri Italiani Volontari di La Boca”  que en la presentación oficial antes las autoridades fue traducida al castellano en “Asociación Italiana de Bomberos Voluntarios de la Boca”. Se fijó como fecha de fundación el 2 de junio, fecha en que además se conmemoraba el aniversario de la muerte de José Garibaldi.


Su primera sede fue en una casilla de madera sobre la calle Necochea, a cuyo frente se colocó un letrero con el lema de la novel institución: “Volere è potere”, que en genovés significa “Querer es poder”. 

El 2 de agosto de ese año el Estado Nacional aprobó los estatutos de la Sociedad, reconociéndola como una entidad como de servicio público y otorgándole la correspondiente personería legal.

Merced a una representación a beneficio y una rifa–bazar, la asociación que tenía ya 25 bomberos voluntarios adquirió la primera bomba de incendio. Varios meses después, un incendio de magnitud en la gran fábrica de velas de Barracas al Sud en Avellaneda fue su bautismo de fuego.


Como reflejo de su progreso, al inaugurarse el nuevo edificio del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de La Boca el 15 julio de 1900, se trató de una ceremonia multitudinaria que fue presidida por el propio Presidente de la República, D. Julio A. Roca, y la marquesa Luisa de Malaspina como madrina. 

Tales fueron los primeros tiempos de una labor desinteresada que al presente se ha replicado por todo el país, superándose la cifra de 50.000 bomberos voluntarios.

 Desde 1954 existe la Federación Argentina de Bomberos Voluntarios que los agrupa. 

Los bomberos voluntarios existen en las más variadas partes del mundo. En toda Australia, existen varias agencias de extinción de incendios voluntarias establecidas por los estados o territorios individuales, tanto para zonas urbanas como rurales. Los departamentos de bomberos voluntarios (Freiwillige Feuerwehr) tanto en Alemania como Autria tiene un papel fundamental en la prestación de servicios de protección civil resultando alrededor del 97% de todos los bomberos en dichos países, sobre todo en áreas rurales. 

En Canadá los departamentos de bomberos voluntarios desempeñan un papel crucial en áreas rurales y remotas, así como para engrosar en caso de necesidad los servicios oficiales de bomberos. 

Chile es el único país en el mundo en que la totalidad de sus bomberos son voluntarios, ascendiendo a unos 55.000 integrantes, repartidos en 313 Cuerpos que se dividen por comunas.

Como puede verse, este servicio desinteresado no es patrimonio de un país, región o grupo de personas. Nace de lo mejor del espíritu humano: el impulso de ayuda a otro en la desventura. 

Para leer más en el blog:







Los Lobos del Atlántico






SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023) y Senderos de Odio (2024). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.


Un territorio de frontera.
Un crimen atroz que va a vengarse.
Un hombre arrasado por la guerra.
Una mujer marcada por su pasado.

San Carlos de Bariloche, a fines de 1922. Por entonces, un poblado en el territorio nacional de Río Negro junto al lago Nahuel Huapi, en Argentina. 
A Guillermo Kepler, naturalizado argentino, una partida de bandoleros le mata a su familia, le roba sus caballos y le incendia su casa; le disparan hasta darlo por muerto, cayendo en las heladas aguas del lago. Pero, como en la guerra, sobrevive una vez más. 
Obediente de las leyes y los gobiernos hasta entonces, decide que ya es suficiente. Y ante las complicaciones que la resolución del caso tiene para el juez letrado y la policía local, hará justicia por mano propia. Pero aquellos que han destruido su vida tienen influencias poderosas al otro lado de la cordillera, en Chile. 
En su camino de venganza, cruzará destino con Ema, una enigmática mujer, tan herida y presa de tanta oscuridad como él mismo. Descubrirá entonces que ese destino, que puede ser muy cruel a veces, también, del modo más extraño, arroja a su paso ciertas segundas oportunidades. Pero el precio que deberá pagar no será fácil ni simple. Porque cuando se transitan senderos de odio, nadie sale sin heridas. 

Luis Carranza Torres ha escrito una novela de amor en tiempos de venganza, donde dar lugar a lo importante a veces queda relegado por el dolor.





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