El mariscal Ney debe morir

 



por Luis Carranza Torres

Apodado “le Rougeaud” («el rubicundo») por su color de cabello, o también le “Brave des braves” («el valiente de entre los valientes»), como lo calificara el propio Napoleón, hijo de un tonelero de Saarlouis francés y su esposa alemana, escaló los grados del ejército francés hasta ser mariscal del primer imperio napoleónico.

 Su actuación táctica en la batalla de Waterloo ha dado a la polémica y la censura, al lanzar carga tras carga de caballería sobre la infantería inglesa formada en cuadro. Conforme su formación de húsar, él dirigió en persona todos los ataques. Su proverbial capacidad de esfuerzo en campaña y en la batalla, también le valió el mote de “el infatigable”

El mariscal cabalgó a la par de sus soldados en la primera línea de fuego. Según algunos testimonios, parecía que Ney buscara su propia muerte, al decir Raquel de la Morena en “La historia real del mariscal Michel Ney”. Cinco de sus caballos perecieron por el fuego enemigo, sin tener él ningún rasguño. Al final de la tarde, en su última carga con los pocos supervivientes de la caballería francesa, se le escuchó decir: “Venid a ver cómo muere un mariscal de Francia!”; fracasó y salió ileso, como todas las oportunidades anteriores, golpeando su sable contra un cañón inglés, presa de la frustración, antes de ser apresado.

El restablecido monarca Luis XVIII pidió al ministro de policía Fouché el listado de los oficiales que se unieron a Napoleón durante los Cien Días. Una ordenanza de 24 de julio de 1815, estableció en su artículo primero la lista de personas a ser detenidas y juzgadas por traición. El primer nombre de muchos es el de Ney.

Detenido en el castillo de Bessonies, en Lot, es conducido bajo escolta a París el 19 de agosto y encarcelado primero en la Conciergerie y luego en la prisión de Luxemburgo. En dicho traslado, general Exelmans le ofrece huir, pero él se niega.

El consejo de guerra que tiene que juzgar al mariscal Ney, por la jerarquía del reo, debe integrarse con otros mariscales de Francia. Cuando la presidencia recae por derecho en su decano, el mariscal Moncey, duque de Conegliano, éste se recusa, negándose a asistir al juicio. El rey lo destituye por real decreto y le impone un arresto de tres meses a cumplir en la fortaleza de Ham.  

Ney es defendido por André Dupin y Pierre-Nicolas Berryer; Dupin es de los mejores abogados defensores de Francia, que demostrará una gran intrepidez en tal tarea. En octubre de 1815 publicará además un tratado titulado “Libre Defense des accusés”.

El Consejo de Guerra inicia el 9 de noviembre. Se ha buscado a los jueces peor predispuestos con el acusado. El mariscal Ney expresa entonces su deseo de ser juzgado por la Cámara de los Pares, en su condición de noble. Tal título de nobleza que le ha sido dado por el rey que ahora lo enjuicia por traidor. Para el consejo es la salida más elegante, pues nadie quiere condenar a Ney y por 5 votos a 2 deciden su incompetencia.

El juicio se llevó a cabo en el Palacio de Luxemburgo, donde varios integrantes destacados de la Cámara se ausentan, incluido Talleyrand, por no querer tomar parte del asunto.

Los partidarios del rey son mayoría absoluta y el deseo de congraciarse con el monarca merced a una condena ejemplar, campea en los ánimos de la sala. Frente a eso, la defensa expone un argumento legal. El mariscal Davoust había firmado con los aliados la convención del 3 de julio en París, en cuyo artículo 12 especificaba que no se podía iniciar ningún proceso contra los oficiales y soldados por su conducta durante los Cien Días. No le aceptan el planteo invocando un tecnicismo: no se planteó oportunamente. Cuestiona la defensa asimismo que la cámara pueda tener facultades para condenar como tribunal penal. También se la rechazan. El 6 de diciembre Dupin muestra su tercera carta: El lugar de nacimiento de Ney, Sarrelouis, es un territorio de Prusia desde el Tratado de París firmado el 20 de noviembre. Expone que no se lo puede juzgar por ser ahora prusiano. Esta vez, es el propio acusado quien le hace fracasar. Ney se levanta, lo interrumpe y exclama: "¡Soy francés y seguiré siendo francés!".

El fiscal Bellart agita las aguas y el veredicto de la Cámara es de culpabilidad por alta traición. Respecto a la pena, varios nobles como Lanjuinais, el marqués de Maleville, el conde Lemercier, Lenoir-Laroche y el conde Cholet , intentan que la pena de deportación sea adoptada. Otros cinco se abstienen y 128 votan por la pena de muerte. Bellart pide además y consigue, que se lo excluya de la Legión de Honor.

La sentencia se dicta a las once y media de la noche, aplicando la regla del consejo de guerra por lo que es leía en ausencia del acusado. El 7 de diciembre de 1815 fue fusilado en el muro trasero de los jardines de Luxemburgo. Rehusó ponerse una venda en los ojos y se le dio el derecho de dar la orden de disparar, a la que añadió: “¡Soldados, rechazo ante Dios y ante la Patria el juicio que me condena! He luchado cien veces por Francia y nunca contra ella. Apelo ante los hombres, ante la posteridad, ante Dios. Apuntad directo al corazón. ¡Viva Francia!”.


Si Luis XVIII pretendía dar un castigo ejemplificador, la forma de su muerte se le volvió en discreta censura.  En su obra Los miserables, Víctor Hugo lo describe en varias partes y siempre de forma negativa. Y dijo allí también, sobre el mariscal fusilado: “¡Ah, desdichado Ney! Tantas veces expuesto a balas enemigas, estabas destinado a balas francesas”.

Aun así, con la condena de alta traición y todo, su nombre se halla escrito junto al de los grandes mariscales napoleónicos en el Arco del Triunfo de París. ¿Paradoja de la historia o silenciosa reivindicación póstuma? 


Para leer más en el blog:







Los Lobos del Atlántico






SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023) y Senderos de Odio (2024). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.


Un territorio de frontera.
Un crimen atroz que va a vengarse.
Un hombre arrasado por la guerra.
Una mujer marcada por su pasado.

San Carlos de Bariloche, a fines de 1922. Por entonces, un poblado en el territorio nacional de Río Negro junto al lago Nahuel Huapi, en Argentina. 
A Guillermo Kepler, naturalizado argentino, una partida de bandoleros le mata a su familia, le roba sus caballos y le incendia su casa; le disparan hasta darlo por muerto, cayendo en las heladas aguas del lago. Pero, como en la guerra, sobrevive una vez más. 
Obediente de las leyes y los gobiernos hasta entonces, decide que ya es suficiente. Y ante las complicaciones que la resolución del caso tiene para el juez letrado y la policía local, hará justicia por mano propia. Pero aquellos que han destruido su vida tienen influencias poderosas al otro lado de la cordillera, en Chile. 
En su camino de venganza, cruzará destino con Ema, una enigmática mujer, tan herida y presa de tanta oscuridad como él mismo. Descubrirá entonces que ese destino, que puede ser muy cruel a veces, también, del modo más extraño, arroja a su paso ciertas segundas oportunidades. Pero el precio que deberá pagar no será fácil ni simple. Porque cuando se transitan senderos de odio, nadie sale sin heridas. 
Luis Carranza Torres ha escrito una novela de amor en tiempos de venganza, donde dar lugar a lo importante a veces queda relegado por el dolor.


Lo más leído