Antiguas recaudaciones de impuestos
por Luis Carranza Torres
Desde que existe Estado, existen los impuestos. Tonia
Sharlach, en su obra “Provincial Taxation and the Ur III State”, un desarrollo
de su tesis doctoral sobre impuestos babilónicos, expresa que una de las
particularidades de los sistemas impositivos de las ciudades de la antigua
Mesopotamia, por no acuñarse moneda, era que los impuestos debían satisfacerse en
especie, a lo largo del año. Existían tanto impuestos de capitación que
obligaban a que cada hombre entregara una vaca o una oveja a las autoridades,
como respecto de los comerciantes que transportaban mercancías de una región,
lo que hoy denominaríamos peajes, tasas y otros impuestos.
Por tal causa, no es raro hallar en el poco menos de
un millón de tablillas cuneiformes que sobreviven actualmente en museos,
informaciones referidas a los impuestos.
En una de ellas, escrita alrededor del año 1900 a. C. puede
leerse: "El hijo de Irra envió mercancías de contrabando a Pushuken,
pero sus mercancías de contrabando fueron interceptadas. ¡Entonces el palacio
metió a Pushuken en la cárcel! Los guardias son fuertes... ¡por favor, no
contrabandeéis nada más!" Se trata de carta de un comerciante en la
sede principal de negocios dando instrucciones a un empleado, reveladora por
demás respecto de los mecanismos de control y castigo en materia fiscal de la
época.
Pero no solo se trataba de obligaciones de dar. La
principal imposición en la materia, era una obligación de hacer, denominada "ir"
o "carga" en las lenguas babilónicas. En virtud de la misma, cada hombre
libre, cabeza de familia, debía trabajar por un lapso de varios meses a órdenes
al gobierno, cosechando los campos de cebada del gobierno o extrayendo el cieno
de los canales para mantenerlos operativos, entre otras tareas. De hecho, lo
que luego se estableció como la obligación del servicio militar, parte de este
peculiar impuesto.
No se trataba de algo personalísimo, por lo que podía
enviarse un esclavo o pagar a otro para que lo cumpliera en su nombre. Pero,
aun así, al parecer, los intentos de evadirlo eran lo suficientemente
importantes como para que la Ley Nº 30 del Código de Hammurabi penalizara con
la pérdida de la tierra a los soldados o marinos que dejaban "su campo,
huerto o casa debido a la obligación de trabajar y huyen".
David Silverman, una referencia en cuanto a la
egiptología, ha tratado el tema en sus libros. De ellos, destacamos “Au Coeur
de L`Egypte Ancienne” y “El Antiguo Egipto: Historia, Religión, Arte, Ciencia y
Mitología”. Textos administrativos, literarios, cartas y hasta escenas en las
tumbas han brindado material respecto al sistema impositivo en tal
civilización.
La forma de tributación más antigua la hallamos en la primera
dinastía del Imperio Antiguo (3000-2800 a. C.). Se trataba de un acontecimiento
bienal denominado el "Seguimiento de Horus". José Miguel Parra en su
artículo “El pago de los impuestos en el antiguo Egipto” expresa al respecto
que: “Al principio era el propio rey el encargado de realizar la recaudación
o, cuando menos, de propiciarla con su presencia. Junto a su corte se embarcaba
en una flotilla con la cual recorría el valle del Nilo para trasladar su
residencia desde Abydos, en el sur del país, a Menfis, en el norte, y viceversa
(…) Las dificultades del viaje se reflejan en el hecho de que, al principio, se
hacía solo cada dos años”.
Una parte esencial de dicho viaje, era que: “Aprovechando
la presencia del soberano, los encargados de llenar las arcas del Tesoro
–integrados en un departamento que existía al menos desde la dinastía I–
organizaban en cada localidad ceremonias de recaudación, denominadas "el
recuento del ganado". Su relevancia era tal que se llevaba la cuenta para
cada reinado y servían de referencia cronológica. Pero durante el Reino Antiguo
la corte se sedentarizó y la recaudación fue tomando carácter anual, a la vez
que dejaba de estar vinculada al viaje periódico del faraón por el Nilo”.
En Las instrucciones de Amenemope, texto de un escriba
realizado hacia finales de la dinastía XIX, en el siglo XII a.C. se enumeran
entre los cometidos del agrimensor jefe, además de controlar las medidas de los granos,
fijar las cuotas de la cosecha para su señor, registrar las islas de tierra
nueva, así como determinar las marcas de los límites de los campos “en el gran
nombre de Su Majestad”, que también era quien “actúa para el rey en su
enumeración de los impuestos, quien hace el registro de tierra de Egipto".
Los historiadores son concordes en que los antiguos
egipcios tenían que lidiar de ordinario con fuertes impuestos anuales que incluían
gravámenes sobre el ganado, el grano y el pago en varios tipos de trabajo personal.
Eso sin contar los impuestos creados para determinados eventos por el faraón como
una campaña militar o trabajar en las tumbas reales.
Sally Kadary en el tercer volumen de la obra colectiva
"Taxation", refiere a una carta durante el Imperio Nuevo, en que un sacerdote
protestaba por considerar excesivo el impuesto que se le exigía, expresando
enfático: "¡No es el impuesto que me corresponde en absoluto!"
Tal vez estemos ante uno de los primeros recursos impugnativos en lo fiscal
documentados de la historia.
No obstante, existían “refugios fiscales”, cartas
reales que dispensaban de pagar los impuestos, al menos desde la cuarta
dinastía del Imperio Antiguo (2625-2500 a. C.). Por lo general se trataba de
personas o propiedades relacionadas a los templos.
Cualquier similitud con el presente, no es para nada casual. Como todo lo que hunde sus raíces en la historia.