La batalla que lo cambió todo

 




por Luis Carranza Torres


La batalla o combate naval del Buceo, también conocida como combate naval de Montevideo, tuvo lugar entre el 14 y el 17 de mayo de 1814, enfrentando a la flotilla española del Río de la Plata y la escuadra formada por el gobierno de las Provincias Unidas bajo el comando de Guillermo Brown. 

Dicha batalla se libró en el Puerto del Buceo ubicado actualmente en Montevideo, (actual Uruguay), una pequeña bahía en la costa sureste de Montevideo, donde desembarcaron los ingleses sus fuerzas de invasión el 18 de enero de 1807.

La escuadra española contaba con 11 barcos de guerra, 155 cañones y 1.180 tripulantes; Brown tenía a su mando 8 buques, 147 cañones y 1.252 combatientes.

Dicha escuadra era la misma que, a la fecha, había bloqueado el puerto de Buenos Aires entre 3 de septiembre hasta mediados del mes de octubre de 1810 y efectuado ya tres operaciones de bombardeo sobre la ciudad de Buenos Aires (15 y 16 de julio de 1811, 19 de agosto de 1811 y 4 de marzo de 1812).

Cabe destacar que mientras se producían los sucesos de mayo de 1810, la mayor parte de los oficiales de marina pertenecientes a la comandancia de Montevideo, principal apostadero de la flota, se encontraban por servicio o accidente en Buenos Aires. 

Ante las novedades de la deposición del Virrey Cisneros, se presentaron pidiendo pasaporte para trasladarse a Montevideo, con el pretexto de que su comandante los llamaba perentoriamente para escuchar sus órdenes verbales. La Junta de Mayo pese a lo evidente de la excusa, para evitar incidentes no forzó la jura ni los retuvo.

A principios de 1811, Montevideo fue nombrada capital del Virreinato del Río de la Plata en reemplazo de Buenos Aires, declarada en rebeldía, y desde allí el nuevo virrey español, Francisco Javier de Elío, buscó recuperar los territorios perdidos de la Cuenca del Plata.

El diputado por Salta, Don Francisco de Gurruchaga, en la llamada “Junta Grande” fue quien planteó la necesidad del dominio de las aguas. Se siguió a ello la organización de la Primera Escuadrilla patriota de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias, en 1811, con la goleta Invencible comandada por Juan B. Azopardo, el bergantín 25 de Mayo comandado por Hipólito Bouchard y la balandra Americana al mando de Abel Hubac.

Tuvo como objetivo interrumpir las comunicaciones por los ríos del litoral entre los realistas de la Banda Oriental y también con el gobierno de Paraguay, y apoyar a ejércitos y milicias patriotas.

Componían sus tripulaciones unos 200 hombres de la más diversa procedencia, principalmente marinos mercantes, enfrentándose a la escuadra española el 2 de marzo de 1811 en San Nicolás de los Arroyos, sufriendo una derrota. Los buques fueron capturados, buena parte de los hombres pereció y otros fueron tomados prisioneros, entre ellos Azopardo.

Para 1812, las fuerzas patriotas habían puesto sitio a Montevideo por tierra, desde el 20 de octubre de 1813, pasando los meses sin poder asaltarla a causa de sus defensas, ni rendirla por hambre ya que la flotilla española la abastecía por vía fluvial, producto de las rapiñas en el litoral argentino. 

La ciudad tenía muros de nueve metros de altura y seis de ancho, con cuatro bastiones rodeados por un foso. Las Fortaleza del Cerro, el Fuerte de San José del Real de San Felipe y Santiago y la isla de las Ratas, ubicada en la bahía, donde los realistas habían construido una batería, depósito de pólvora y un centro de detención, completan el cerrado y eficiente dispositivo defensivo.


En vista de los magros resultados desde tierra, se imponía completar el bloqueo por el río, para lo cual se requería de una nueva escuadra patriota. 

Se había aprendido de la primera escuadra, que la calidad en la marinería era un asunto clave. Se debían buscar tripulaciones con experiencia o entrenamiento de combate al menos, que tuviera no solo un buen manejo del velamen, sino que también mantuviera la sangre fría en situaciones de combate y abordaje, así como artilleros entrenados. El 2 de enero de 1814 White encargó la recluta al marino mercante inglés Roberto Baxter.

La guarnición de los buques, hoy llamados infantes de marina, los artilleros, sirvientes de pieza y armeros fueron en buena medida aportados por las milicias. La marinería provino de varias y muy disímiles fuentes: fue reclutada en parte por el capitán de puerto, sargento mayor de Marina Martín Jacobo Thompson, entre los presos que fueran marineros, con excepción de  aquellos reputados como peligrosos y los condenados a pena capital; otra parte fue provista por una leva de indios jornaleros del campo, y el resto se obtuvo de tripulantes de buques mercantes amarrados en el puerto o militares reclutados en Brasil.

Condestables artilleros, gavieros, cuartel maestres y restantes puestos claves profesionales y de mando fueron cubiertos por extranjeros, ingleses, escoceses, irlandeses y norteamericanos en su mayoría reclutados en Brasil, muchas veces provenientes de los buques de la estación británica en Río de Janeiro y de los alternados en el Plata. Legalmente contratados como voluntarios para la escuadra patriota, resultaban "desertores" para la Royal Navy, motivando reclamos de los comandantes de las fuerzas británicas en el Plata, el comodoros Manley Hall Dixon y William Bowles, que lo sucediera al Director Posadas. 

Se afirmaba que se trataba de actos promovidos por agentes del gobierno argentino con promesas de protección y dinero. La realidad era que el trato era más humano, sin el clasismo británico que todo lo impregnaba, y por lo mismo, las oportunidades de promoción e inclusiva de ascender a oficiales era mucho mayor en la flota inglesa. 

Uno de los asuntos más discutidos fue a quien encargar el mando de la nueva escuadra. Existían tres candidatos: el teniente coronel norteamericano Benjamin Franklin Seaver, comandante de la goleta de corso Juliet, apadrinado por su compatriota White, el corsario francés Estanislao Courrande y irlandés Guillermo Brown, quien el 18 de abril de 1810 había arribado con la fragata Jane, de su propiedad, al Buenos Aires en gestión comercial para luego de mayo de 1810 pasar a la más lucrativa actividad del corso para el nuevo gobierno patrio. 

Cuando, aun debatiéndose la cuestión, el 8 y 9 de enero de 1814 Seaver capturó los faluchos de guerra San Luis y San Martín, y el 13 de enero Brown obtuvo como presas la goleta N.S. del Carmen y a la balandra San Juan, ambos nombres quedaron entre los más nombrados.

La decisión se adoptó el 1 de marzo de 1814 en favor de Brown, que contó incluso con el voto de White. Fue una elección difícil, pues la experiencia corría pareja en los tres postulados, que se decantó por el mayor ascendiente que podía asegurar el marino irlandés sobre la oficialidad y marinería, principalmente oriunda de las islas británicas: irlandeses, ingleses y escoceses.

Fue el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas, quien rubricó tal designación, "atendiendo a los méritos y servicios de Don Guillermo Brown, he venido a conferirle el empleo de Teniente Coronel de Ejército y Comandante de la Marina del Estado...”, puede leerse en el respectivo decreto. Seaver fue designado a posteriori, como segundo al mando de la escuadra. 

Por ese entonces, la Comandancia General de Marina tenía, además de la escuadra propiamente dicha, dos dependencias: la Capitanía de Puertos y la Comisaría General de Marina.

El nuevo comandante no tardó en imprimir su sello particular a la escuadra. Creó códigos de señales diurnas, a través de banderas y señales nocturnas, a través de un juego de luces de faroles. Las combinaciones se referían al alistamiento de la escuadra, maniobras tácticas, prepararse para el combate y abordaje, captura, escolta de presas, sin existir ninguna de capitulación, entrega o de señalarse vencido en la lucha.

Se trató de un sistema de comunicación que en la batalla, no podía ser descifrado por el oponente. Una diferencia no menor en el combate por venir, y que tuvo particular éxito por el mal adiestramiento de la escuadra española en su propio sistema de señales, conocido por Brown. 

Se dice asimismo que para la marinería criolla, gente de tierra dentro y poco conocedora de términos navales como mesana o estribor, nombró a la partes principales de los barcos con frases gauchescas o provenientes del juego del truco para mejor entendimiento. 

Era hora de pasar a la acción. Precedida por los auspiciosos combates de la isla de Martín García, se encaminó a Montevideo para desafiar en su propio apostadero a la escuadra enemiga. 

Guillermo Andrés Oyarzábal en su trabajo "Una estrategia para el Río de La Plata: Campaña Naval de Montevideo (marzo-junio de 1814)", ha descripto lo pormenores de la batalla, cuyos detalles seguimos.

Tras presentarse ante el apostadero, es el 14 de mayo, cuando la fuerza naval española de doce buques zarpan del apostadero oriental, por las señales cambiadas entre las naves, Brown conoció con suficiente tiempo la maniobra y se apresta. Al aproximarse los barcos realistas, la escuadra argentina viró alejándose. Le siguió a esto una persecución de dos horas, hasta llegar a un punto lo suficientemente lejos de su apostadero como para privarlos de cualquier apoyo.

A la altura del Buceo, los buques patriotas maniobran sorpresivamente para enfrentarlos “me propuse no empeñar inmediatamente la acción, sino darla a una distancia regular de Montevideo; y lo conseguí...”, diría Brown luego. 

El buque insignia quedó en situación de entablar un duelo singular con la corbeta Mercurio, mientras lo propio hicieron las demás unidades, que dueñas de la sorpresa lograron desbaratar la línea enemiga. El intercambio de metralla se extendió por alrededor de treinta minutos, tras lo cual los navíos realistas se alejaron en busca del reparo de la costa, aunque la Podrida, una pequeña balandra de cuatro cañones apresó mediante un atrevido golpe de mano al falucho patriota San Luis y dos pequeñas unidades que lo acompañaban. 

El atardecer, con el repuntar de la marea y viento del sudeste, encontró a las escuadras fondeabas separadas por apenas tres millas, pero poco después todas las naves realistas levaron desplazándose hacia el Sur. Pero en la maniobra, el queche Hiena con la insignia del comandante español, quedó a distancia de fuego de la Hércules que le despachó dos andanadas de metralla. Sin detenerse ni dar oportunidad a una persecución, el Hiena aprovechó la ventaja de su mayor velocidad alejándose del teatro de lucha y de su propia escuadra.

Un temporal azotó el Río de la Plata el 15 de mayo, manteniendo a patriotas y realistas lidiando con los elementos, sin poder decidir el lance. En el amanecer del lunes 16, con el río menos agitado, Brown trasladó su insignia a la sumaca Itatí, más rápida y maniobrable, e inició desde el nuevo puesto de mando maniobras de hostigamiento del adversario. 

Al abrir fuego a las diez de la mañana sobre un bergantín rezagado, el retroceso de un cañón le fracturó la pierna a Brown, que debió ser trasladado nuevamente a la Hércules, desde la que tras ser entablillado continuó dirigiendo las operaciones. 

Una calma chica pasado el mediodía y hasta las siete de la tarde mantuvo inmovilizados a las dos escuadras. Pero con la llegada del viento, la escuadra patriota se lanzó contra sus contendientes que, perdido su nave insignia, buscaba reunirse con los buques dispersos antes que presentar lucha. 

La Hércules respaldada por el resto de las unidades alcanzó la retaguardia realista, sembrando confusión y desorden con dos descargas certeras. En cuestión de pocos minutos, el bergantín San José y las corbetas Neptuno y Paloma se rindieron, si bien el resto de las unidades, caída la noche pudieron evitar las maniobras de Brown y encaminarse al apostadero de la ciudad. 

Con la aurora del 17, el Hércules alcanzó la línea realista, cañoneando por estribor al Cisne, al San Carlos y a la Mercurio. La goleta de los Catalanes fue apresada, mientras que en llamas la balandra de Castro y el Cisne vararon en la falda sudeste del Cerro. Solo pudieron alcanzar Montevideo la corbeta Mercurio, el Lugre y el falucho Fama. 

El 2 de junio la Gaceta Ministerial publicó el número de oficiales y tropa capturada. Cuatrocientos diecisiete hombres capturados, de los cuales treinta y tres eran oficiales de mar y tierra, además de dos capellanes, dos cirujanos, siete sargentos y veinte cabos: Los soldados y marineros sumaban trescientos treinta y uno y los restantes eran contramaestres, calafates, carpinteros y guardianes. En armamento y pertrechos, además de los buques capturados, fueron tomados setenta y tres cañones de distintos calibres, doscientos diez fusiles, gran cantidad de cartuchos, piedras de chispa y barriles de pólvora. Al pie de la relación el diario aclaraba que se había limitado a extractar lo principal, omitiendo un inmenso número de artículos de guerra y navales, también capturados. 

La victoria de la batalla de Buceo dejó a la ciudad asediada de Montevideo totalmente aislada, y sin posibilidades de abastecerse. Con la derrota de la Real Armada Española, la suerte de la ciudad estaba sellada. El 19 de mayo Vigodet, comandante de la plaza, envió parlamento a Brown, proponiendo rendición, que el almirante remitió al Gobierno, por no sentirse con mandato para atenderlo. 

Regresó a Buenos Aires el 24, dejando en manos de su segundo -Oliverio Russell- el bloqueo. Su pierna mejoró con lentitud, no pudiendo caminar sin muletas hasta finales de julio, pese a lo cual retomó el comando en la primera semana de junio, ofreciendo al general Alvear, que reemplazó al general Rondeau en el Sitio, fuerzas de desembarco en caso de necesitarlas y asistió el 23 de ese mes a la rendición incondicional de la plaza. 

Desfilaron entonces por sus calles, rumbo a la Fortaleza del Cerro, las tropas sitiadoras, en donde el estandarte real español fue reemplazado por la bandera celeste y blanca, recientemente aprobada por la Asamblea del Año XIII. Y hasta no hace mucho, prohibida.

Los españoles perdieron su único punto de apoyo en contacto con el Atlántico en el sur de América. Merced a ello la expedición del general español Morillo debió dirigirse a la costa de Colombia y Venezuela (a fines de 1815 vencería a los patriotas en Venezuela), suspendiéndose los intentos de una invasión española por mar al territorio argentino.

Fue una victoria decisiva para el gobierno revolucionario de las Provincias Unidas, que completó el cierre marítimo del sitio de Montevideo, precipitando su rendición, eliminando el dominio español en el Río de la Plata y quitando a la corona el único puerto sobre el Atlántico que mantenían en Sudamérica. 

Fue algo no menor que, quizás, terminó salvando a la revolución. Caído Napoleón, la expedición enviada en 1815 por el rey Fernando VII para reestablecer el dominio español en América al mando de Pablo Morillo, se decidió por atacar Cartagena y no al sur, por la mayor distancia sin un puerto amigo. De mantener Montevideo, es más que probable que la expedición se habría dirigido al Río de la Plata.

Bernardo de Monteagudo reflexionaría años después que las dos empresas más salientes del proceso emancipador argentino eran la destrucción de la escuadra española de Montevideo y el cruce de Los Andes.

Fue además, un combate que terminó de foguear y moldear a una nueva marina para una nueva Nación todavía en construcción. Por eso, en 1960 por Decreto Nº 5304 suscripto por el entonces Presidente de la Nación Dr. Arturo Frondizi cada 17 de mayo, muy merecidamente, se conmemora el día de la Armada Argentina. 


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Los Lobos del Atlántico






SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023) y Senderos de Odio (2024). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.


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