La construcción de un mito llamado Marilyn Monroe
por Luis Carranza Torres
Toda estrella tiene su historia por detrás respecto a cómo luce. Especialmente, en cuanto a lo que muestran las cámaras. En el caso de Marylin Monroe, como nos dicen Margarita Velasco y Jose Luis Diez-Garde en Marilyn en La construcción del mito de 'Blonde', “parece que pasamos por alto que, desde su inconfundible color de pelo hasta su barbilla retocada por cirugía, gran parte de la imagen de Marilyn Monroe que ahora consideramos icónica fue fruto de un constante cincelado para encajar con las demandas estéticas de su época”.
El color natural del cabello de Marilyn Monroe, es el marrón. Así fue como comenzó su carrera como modelo a los 21 años, luciendo un cabello rizado y castaño.
Su transformación de morena a rubia, ocurrió gracias a la influencia y consejo de Emmeline Snively, directora de la agencia Blue Book Model, en la que trabajaba Monroe.
Snively, le aseguró a Marilyn que, si se teñía el cabello de rubio, lograría conseguir más contratos como modelo. En un principio, Monroe se negó a este cambio tan radical en su imagen; sin embargo, terminó por aceptar.
“Tuvimos que convencerla para que se tiñera el pelo y se lo alisara, pero finalmente la convencí. Créame, fue difícil que dejara atrás su color natural”, confesaba Snively, en las declaraciones que se pueden escuchar en el documental 'Descubriendo a Marilyn' acerca de su icónico color de cabello.
En 1946, Marilyn acudió al salón de belleza llamado Frank & Joseph’s, donde comenzaron a cambiar su tono castaño al rubio. Monroe quería parecerse a su ídolo Jean Harlow, y nunca volvió a dar marcha atrás con el color de su cabello.
“Terminé cediendo y cuando me vi en el espejo, no me reconocía, me habían convertido en una bottle blonde”, confesó alguna vez.
Bottle blonde, rubia de bote o rubia oxigenada son distintas formas para denominar a quien obtiene este color de cabello por un proceso artificial.
“Al principio me costó acostumbrarme, luego vi que funcionaba”, declaró la propia Marilyn. Eso llevó a la estilista Sylvia Barnhart, a que en el transcurro de los meses, pasara de aplicar un rubio miel dorado a tonos más y más claros, hasta llegar a su famoso rubio platinado.
No era algo exento de sacrificios y costos, en todo sentido, desde tiempo hasta castigo del cabello. Pamela Keogh, explicaba que se le aplicaban mechas con peróxido y decoloración al cabello de Marilyn Monroe cada tres semanas para perfeccionarlo.
“Tenía el rubio de California, más oscuro en invierno y más claro en verano, decolorado por el sol y con demasiados rizos”, explicó Emmeline Snively.
Ese tono rubio de cabello Marilyn terminó por convertirse en su firma personal. Ella mantuvo ese rubio platinado por el resto de su vida, y muchos de los personajes de sus películas, se centraron en el color de su cabello, siendo la más emblemática Los caballeros las prefieren rubias de 1953.
Se inició en 1958 cuando Marylin acudió a él preocupada por la pérdida de cabello que le causaban las decoloraciones y permanentes que se hacía mientras rodaba 'Some Like It Hot'. El inicio del cuidar su cabello también marcó el principio de una estrecha relación que fue más allá de lo profesional e implicó la amistad.
Fue también el responsable de que la actriz se decolorara el vello púbico para no tener que usar ropa interior.
Sucedió en la gala por el estreno mundial de dicho película, en 1959: Allí un ejecutivo de cine derramó champán en su ajustado vestido de seda beige de Marylin, transparentándolo y revelando su 'desnudez' por debajo, ya que acostumbraba a no usar ropa interior. No por gusto, sino por una cuestión, cuanto no, estética.
"Se le veía todo, como si ella llevara puesta una camiseta mojada", recordó Kenneth. "Para la rueda de prensa, le dije que si no se cambiaba de vestido, al menos debería ponerse ropa interior". Marylin se negó, ya que no deseaba que aparecieran líneas visibles debajo de su vestido.
El estilita le recordó que otras artistas solían decolorarse sus partes íntimas para no usar ropa interior, y ella estuvo de acuerdo, así que bajó a la farmacia del hotel y compró "leche de magnesia en polvo, peróxido al 20 % y alcohol de amoníaco", una antigua técnica para decolorar el cabello. "Ahora ve al baño", le dijo entonces a Marilyn, que obedeció y se aplicó la mezcla de todo eso antes de salir al escenario.
La solución de circunstancia, funcionó. "No se veía nada cuando encendieron esas luces brillantes", recordó Kenneth.
En cuanto a la piel, escapaba del sol, al punto que incluso en las escenas playeras cuidaba de que el sol no bronceara. “Personalmente, estoy en contra del bronceado intenso porque me gusta sentirme rubia por todo mi cuerpo”, fueron sus palabras, reproducidas por el libro de Laura Slater titulado ‘Hollywood Beauty: Vintage Secrets’.
Lograba de tal forma, una piel clara, de tono homogéneo y jugosa, en un tiempo de maquillajes pastosos y densos a prueba de focos. Mezclaba cremas con vaselina para otorgarle conseguir una característica pátina luminosa que cubría su piel. Esas capas de vaselina bajo el maquillaje aseguraban que estuviera radiante en todo momento ante las cámaras.
El maquillaje ha pesado mucho de su imagen icónica. De la mano de Allan 'Whitey' Snyder, su maquillador de confianza, desarrolló un “beauty look” a medida de su sensualidad pública dentro y fuera de la pantalla. “Si muero antes que tú, tendrás que hacer el maquillaje de mi funeral”, le pidió la diva rubia. Así lo hizo.
Respecto de los labios, empleaba hasta cinco capas. A veces, todos de la misma barra de labios color rojo, Insolence de Guerlain. Pero en otras oportunidades, mezclaba labiales de Elisabeth Arden, Max Factor y Guerlain, aplicándolos por capas de forma que los más oscuros quedaran en los contornos. Primero perfilaba los labios, luego los rellenaba, principiando por los colores más oscuros, para terminar por aplicar los más claros en el centro de la boca, dando un efecto de tercera dimensión, al estilo de los ‘ombré lips’.
Sus mejillas se ruborizaban con el rosa nude, discreto pero encendido Rouge Brunette Dorin. El delineado de sus ojos era otro de sus grandes misterios, pues no solo la pronunciada caída de sus párpados contribuía a esa sensación de ojo rasgado, sino también un grueso delineado rematado de forma ascendente y el uso de pestañas postizas.
Con ayuda de un pincel lápiz y sombra de ojos oscura, el maquillador Whitey Snyder dibujaba una línea un par de milímetros en paralelo a la línea de las pestañas, cuya trayectoria se iba alterando para emular la sombra de las pestañas superiores. A las cejas, además de maquillarlas para acentuar su arco, las peinaba con un cepillo de dientes.
Apelaba al sombreado para achatar, afinar y estrechar su nariz y pronunciar sus rasgos, especialmente pómulos y barbilla.
Su obsesión por mostrar una piel aun más blanca que su tono natural, disimulaba su lunar negro en la comisura del labio, por lo que usaba eyeliner para marcarlo de nuevo y que contrastara con la pálida tez.
Los cambios por su imagen fueron también físicos: alineó sus dientes, siguiendo el consejo de una de sus parejas, para luego pasar por un dolorosa electrólisis a los efectos de eliminar el "pico de viuda" que el cabello le formaba en la frente, a fin de despejar su frente y tener la línea del cabello al mismo nivel, como pidió su jefe de entonces, Harry Cohn. Otras estrellas de la época, como Rita Hayworth, debieron padecer el mismo tratamiento.
También se sometió a dos cirugías estéticas, una rinoplastia y un implante de mentón, la primera para para corregir una deformación en la nariz, posiblemente causada por una caída. En la segunda, se le implantó un cartílago en el mentón para modificar la forma de su barbilla, conforme los informes del cirujano plástico Michael Gurdin, ya que su queja era tener una «barbilla deforme». Acudió a la consulta y se internó bajo un nombre falso, pero no muy diferente del real: Marilyn Miller.
En 1952 fue internada en el hospital Cedars of Lebanon, en Los Ángeles, con dolores abdominales severos y un diagnóstico de apendicitis. Se la intervino quirúrgicamente, pero en la actualidad se cree que, en realidad, sufría de endometriosis.
Se trata de una enfermedad en la que, en la parte exterior del útero, crece un tejido similar a la mucosa interior del útero que puede causar un dolor intenso en la pelvis y dificultar que se consiga un embarazo.
El 28 de abril de 1952, cuando su cirujano, el Dr. Radwin, ya en la sala de operaciones retiró la sábana para iniciar la operación se encontró con una nota escrita por Marilyn que decía:
"¡Es muy importante que lea esto antes de la operación!
Estimado Dr. Rabwin:
Corte lo menos posible. Sé que pensará que es una vanidad, pero le aseguro que no se trata de eso. El hecho de que soy una mujer es importante y significa mucho para mí.
Por favor (nunca insistiré bastante), salve lo que pueda... Estoy en sus manos. Usted tiene hijos y debe saber lo que significa... Por favor Dr Rabwin...¡Sé que de un modo u otro lo hará!
Gracias, gracias, gracias. En nombre de Dios, querido doctor, no me quite los ovarios... Vuelvo a rogarle que haga todo lo que pueda por evitar que queden cicatrices grandes.
Gracias de todo corazón,
Marilyn Monroe
El estilo de vestir en Marilyn fue no sólo icónico y distintivo, sino también atemporal, manteniendo al día de hoy su vigencia. Una muestra que poseía un sentido innato de la moda y la sensualidad en el vestir. Prefería las siluetas clásicas, en vestidos ajustados con escotes de corazón o halter que realzaban su figura de reloj de arena. En cuanto a los colores, era de tomar riesgos parta la época: rojo, rosa, blanco y hasta dorado. Colores que ayudó a popularizar como símbolo de femineidad y que, calculadoramente, complementaban su tez clara y su cabello rubio platino.
Por caso, todos los vestidos que usó en la película Los caballeros las prefieren rubias de 1953, impusieron moda en aquellos años; en particular el vestido rosa diseñado por William Travilla conque cantó “Los diamantes son los mejores amigos de una chica”, luciendo con todo glamour tal prenda sin tirantes con un gran moño en su espalda baja que acompañó con unos elegantes guantes largos al tono.
El vestido color marfil con cuello halter y falda tableada que mostró en la icónica escena parada en la rejilla del subterráneo durante la película La comezón del séptimo año en 1955, mostró mucho más que sus piernas al desnudo. Exhibió esa compleja muestra de dulzura y atractivo sexual que era su sello.
En 2011, al rematarse, un admirador de identidad desconocida pagó por el vestido más de cinco millones y medio de dólares.
A más de tales vestidos, fuera de la pantalla usó camisas claras de botones y vaqueros de cintura alta o faldas lápiz, complementados con gafas de sol "cat-eye", stilettos, los cuellos tipo polo, las estolas de pelo y cinturones. Adoraba los traje de baño estilo pin-up de dos piezas, como también los pantalones capri y shorts de talle alto.
Como expresa Libby Banks en su artículo "Marilyn Monroe, un legado estilístico para la historia", aparecido en 2017: ·"...en los 50 todo lo que ella se ponía se consideraba arriesgado –no en vano, Joan Crawford reprobaba su armario por su “vulgaridad”–. Ahora, visto con el valor de la distancia, podemos apreciar la diferencia que marcó con su moda. En resumen, este es su legado de estilo: encarnó la feminidad y la hizo poderosa. Algo tan vigente hoy día como lo estuvo hace 60 años".
El peinado de Marilyn era otro aspecto icónico de su belleza, cuidadosamente trabajado. Escapó del cabello largo, manteniéndose dentro de los cánones de la melena con rizos que podían peinarse en forma de suaves ondas o estilo pin-up.
En palabras de Libby Banks: “Su permanente oxidada, su contoneo, su lunar pintado tan astutamente colocado... Marilyn Monroe. Su figura perdura como uno de los principales iconos femeninos del estilo del siglo XX y sigue alimentando el imaginario popular (…) Ella era un vibrante cóctel de contradicciones, tan Afrodita como vecina de al lado, cuya característica mezcla de vulnerabilidad y voluptuosidad se alzó como símbolo del glamour más atemporal. Y tal fascinación por la mujer y por el mito no tiene vistas de aplacarse”.
Norma Jeane Mortenson quería parecerse a Jean Harlow. Terminó luciendo como Marilyn Monroe.
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SOBRE EL AUTOR DE LA NOTA: Luis Carranza Torres nació en Córdoba, República Argentina. Es abogado y Doctor en Ciencias Jurídicas, profesor universitario y miembro de diversas asociaciones históricas y jurídicas. Ejerce su profesión y la docencia universitaria. Es autor de diversas obras jurídicas y de las novelas Yo Luis de Tejeda (1996), La sombra del caudillo (2001), Los laureles del olvido (2009), Secretos en Juicio (2013), Palabras Silenciadas (2015), El Juego de las Dudas (2016), Mujeres de Invierno (2017), Secretos de un Ausente (2018), Hijos de la Tormenta (2018), Náufragos en un Mundo Extraño (2019), Germánicus. El Corazón de la Espada (2020), Germánicus. Entre Marte y Venus (2021), Los Extraños de Mayo (2022), La Traidora (2023) y Senderos de Odio (2024). Ha recibido la mención especial del premio Joven Jurista de la Academia Nacional de Derecho (2001), el premio “Diez jóvenes sobresalientes del año”, por la Bolsa de Comercio de Córdoba (2004). En 2009, ganó el primer premio en el 1º concurso de literatura de aventuras “Historia de España”, en Cádiz y en 2015 Ganó la segunda II Edición del Premio Leer y Leer en el rubro novela de suspenso en Buenos Aires. En 2021 fue reconocido por su trayectoria en las letras como novelista y como autor de textos jurídicos por la Legislatura de la Provincia de Córdoba.
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